A.S.
¿Qué pasó después de vuestra graduación en la Academia?
D.A.
Al
terminar la Academia todos los Mládshiy Leytenant recién graduados
fueron enviados al regimiento de reserva emplazado en la región de
Tambóv, a la ciudad de Marshánsk. En el ZIAP (Aviaregimiento de Cazas de
Reserva) nos enseñaban la aplicación del La-5 en un combate: de nuevo
estábamos practicando de forma intensiva las técnicas de pilotaje, el
pilotaje en formación de combate, prácticas de tiro aéreo sobre
objetivos de tierra y aire (tiro en el cono), perfeccionábamos nuestros
conocimientos en pilotaje. Hubo pocas prácticas de tiro: dos veces en el
cono y dos en los objetivos terrestres. En cuanto a la navegación,
realizamos dos vuelos “por la ruta”. Durante mi estancia en el ZIAP
realicé 7,5 horas de vuelo con el La-5, mejor dicho, con el La-5FN.
En el
ZIAP los pilotos se graduaban por grupos. Cuando un grupo estaba
preparado, se iba del ZIAP. Nosotros también nos fuimos en grupo.
Mientras estábamos finalizando nuestra preparación, desde la fabrica
llegaron y fueron montados 8 cazas La-5FN (sin habernos informado
previamente, ¡todo era secreto!). Así que justo al terminar el curso, a
los 8 pilotos nos llevaron al aparcamiento y nos dijeron: “Aquí tenéis
vuestros aparatos, muchachos. Ahora os toca a vosotros a ir a luchar”.
Era noviembre del 1943.
Nuestro traslado al frente tenia que ser guiado por un “líder”, un
bombardero Pe-2. Pero se produjo una confusión: nos enseñaron los
aviones, pero no nos dijeron, qué avión pertenece a cada uno de
nosotros. Así que cuando encima de nuestro aeródromo apareció el Pe-2,
nos liamos y no pudimos despegar a tiempo. Luego empezamos a despegar
caóticamente. La situación se agravaba por el hecho de que en aquel
entonces solamente uno de cada diez La-5 disponía del radiotransmisor
“completo” (receptor-transmisor). Los nueve restantes solamente estaban
dotados de receptores. A mayoría de nosotros nos tocaron aviones dotados
exclusivamente de receptor.
El
transmisor estaba instalado en uno de estos ocho aviones, los siete
restantes solamente tenían el receptor. El “líder” vio que nosotros
estábamos despegando, y tomó rumbo hacia nuestra nueva base sin darse
cuenta de que nosotros no conseguimos ponernos en formación. Nosotros
estábamos completamente confusos, no sabíamos quien tenia que ponerse
detrás de quien, ni siquiera logramos localizar al bombardero. Era el
caos total.
De
pronto vimos como un “La”, apartado del resto del grupo estaba haciendo
“toneles” – el signo generalmente aceptado que significa: “sígueme”. Ya
esta, ya teníamos al líder. Poco a poco nos pusimos en formación detrás
de él. Así nos llevó hasta la ciudad de Vorónezh.
En
Vorónezh las cosas tampoco fueron bien del todo. Allá había dos
aeródromos. Así que una parte del grupo aterrizó en uno de los dos
aeródromos (porque ellos vieron precisamente aquél), y el segundo grupo
– en el aeródromo vecino (porque vieron el otro). Yo aterricé en
aeródromo hasta el cual nos llevó el “líder”. Fuimos a ver quien era
aquel piloto. Resultó ser uno de nuestros instructores del ZIAP. Nos
contó que nuestros mandos, al ver aquel caos, ordenaron a un instructor
de reserva: “¡Llévales a Vorónezh urgentemente, sino acabarán chocando
entre ellos!”.
Al
enterarse que la otra parte del grupo aterrizó en otro aeródromo, el
instructor despegó, fue a buscarlos allí y los trajo a nuestro aeródromo.
Nos reunió a todos, “se acordó de nuestras madres” (realmente lo
merecíamos) y luego nos siguió liderando hasta la ciudad de Járkov.
En Járkov había una gran base aérea de traslado de aviones. Los aviones
que se dirigían al frente hacían allí la escala. Allí nos paso un
incidente muy desagradable: nos robaron. En ZIAP nos equiparon “de
primera”: nos dieron la ropa de verano, la ropa de invierno, los monos,
y etc. En pocas palabras, nos dieron de todo. Esta claro que una parte
de ropa la llevábamos puesta, pero la mayor parte fue metida dentro del
fuselaje del avión (el “La” tenia posibilidad de guardar objetos).
Nosotros por alguna razón tuvimos que salir de la base, y el mecánico
que realizaba el mantenimiento de nuestros aviones nos aseguró que a
nuestros objetos personales no les pasará nada: “¡no os preocupéis por
nada! Cuando volváis, todo estará tal y como lo habíais dejado, hay
patrullas por todas partes”.
Cuando volvimos, se nos han puesto los pelos de punta: ¡se lo llevaron
todo! ¡No dejaron nada! ¡Al instructor incluso le robaron el paracaídas!
En la guerra la ley era muy severa: por la pérdida de bienes materiales
militares estando fuera de combate se descontaba del sueldo el coste de
dichos bienes, multiplicado por 12. En nuestro caso ni siquiera podíamos
presentar una denuncia: nadie te garantiza que lo iban a encontrar, pero
el dinero te lo descontaran con toda seguridad. Nuestra situación no era
tan grave, dado que nos íbamos a la guerra, de alguna forma lo
solucionaríamos. Pero el instructor, ¿como iba a explicar la perdida del
paracaídas? Como se salió de aquel lío nuestro instructor, nunca lo
supe. Es que el paracaídas costaba unos cinco mil rublos en los precios
de aquel entonces.
Yo en
mi fuselaje llevaba los expedientes personales de los ocho pilotos, de
todo nuestro grupo (me lo ordenaron a mí). Menos mal que no los tocaron.
Desde
Járkov nuestro grupo era liderado por el Pe-2. Nos llevó hasta Priluki.
Cuando aterrizamos en Priluki, se nos acercó un coronel, Héroe de la
Unión Soviética, y se presentó.
Era
el Coronel Davidkov. Nos dijo que nos tocará luchar en la 8ª División de
la Guardia (Davidkov era el comandante de esta división) del 2º Ejercito
del Aire, del 1er Frente Ucraniano. Precisamente en el 41º Regimiento de
caza de la Guardia.
El
traslado al frente me dio la posibilidad de realizar unas 6 horas de
vuelo adicionales, es decir, en el momento de llegar al regimiento
operativo, yo ya tenia unas 20 horas de vuelo realizadas con el La-5.
Entregué al coronel nuestros expedientes personales. Me preguntó:
“¿Qué, tiene ganas de luchar?”. “Si, tengo”. “¿Y los demás?” “Dicen que
si”. Luego el coronel me dijo que dentro de poco vendrán los pilotos
militares y llevarán nuestros aviones hasta el siguiente punto. Nosotros
tenemos que desplazarnos al frente en un automóvil. “Al frente” estaba
dicho “entre comillas”. El regimiento estaba emplazado en las afueras de
Kiev. Cuando nos presentamos allí, nos dejaron pilotar un poco el
Yak-7B. Luego el regimiento fue trasladado a Berdichev, y nosotros de
nuevo tuvimos que seguirles en el automóvil.
En
las afueras de Berdichev nos entrenaron un poco más, esta vez en un
La-5. Era en Berdichev donde realicé mi primer vuelo de combate. La
misión consistía en escoltar a los bombarderos. Era diciembre del 1943.
Desde
mi primer vuelo de combate y hasta el último día de la guerra estuve
formando parte del 41º Regimiento de la Guardia. Aquel regimiento era
extraordinario. Prácticamente todos los mandos del regimiento eran
Héroes de la Unión Soviética: el comandante del regimiento Pávlov, el
oficial de navegación del regimiento, el jefe de VSS (servicio de tiro
aéreo), los dos comandantes de escuadrón – Lobanov (comesc–3) y
Sementsov (comesc–2, murió justo al final de la guerra - ¡en abril del
1945!). En la mayoría de mis vuelos de combate hice de punto de
Aleksandr Vasilievich Lobanov, comandante del escuadrón, y te diré que
en este aspecto tuve mucha suerte.
Me
asignaron al 3er escuadrón. Mi primer vuelo de combate era en grupo de
seis La-5FN, en misión de escolta de nueve bombarderos Pe-2, que tenían
que bombardear la estación de Proskurov (ahora creo que se llama la
ciudad de Hmelnitskiy).
En el primer combate, evidentemente, yo iba de punto. Mi líder era un
piloto experto, se llamaba Vanin. En aquel entonces el ocupaba cargo de
Segundo Comandante del 3r escuadrón. Mi primer combate resultó ser
bastante complicado. Los antiaéreos alemanes abrieron un fuego muy
denso. Nuestro grupo tuvo que entrar en las nubes. Cuando yo salí de las
nubes, no vi a nadie (¡los perdí a todos!). Miré alrededor, vi a los
“Lávochkin” más arriba, y me acerqué a ellos. Eran de mi grupo. En este
primer combate nuestro “octeto de cadetes” sufrió la primera baja. Uno
de nuestros compañeros fue derribado y recibió heridas.
Despegaron ocho cazas, pero aterrizaron seis. Nuestro comandante del
escuadrón Lobanov había desaparecido con su punto (era uno de mis
compañeros). Mi líder justo después de aterrizar intentó subirme el
animo, diciendo: “Tu has estado muy bien. Lastima que nuestro comandante
aun no ha llegado”.
Al
cabo de poco tiempo aterrizó el comandante del escuadrón Lobanov, pero
sin mi amigo. Llegó solo. Resulta que ellos dos, en pareja, estaban
protegiendo a nuestro bombardero que fue dañado por los antiaéreos y se
separó de la formación. Lobanov transmitió por radio la orden a Vánin
para que siga escoltando el resto de bombarderos (yo por falta
experiencia y por culpa del penoso funcionamiento de las radios no pude
oír esta orden), y se quedó con su punto a defender al bombardero
dañado. Nuestro comandante era muy responsable y procuraba defender como
sea a cada uno de los bombarderos que estaban bajo su responsabilidad.
(Además, hubo una orden, que decía: por la perdida de un bombardero o de
un Shturmovík por culpa de los cazas de escolta, el líder del grupo de
escolta será juzgado por el Tribunal de Guerra).
Luego
ellos fueron atacados por un grupo de Messerschmitt. Ellos cumplieron su
deber – defendieron el bombardero, que logró atravesar la línea del
frente y aterrizar en nuestro territorio. Pero mi amigo fue derribado. Y
lo derribaron encima del territorio enemigo. (A diferencia del caso
anterior, por la perdida de un caza durante la escolta de bombarderos no
se castigaba a nadie. La guerra es la guerra).
Mi
amigo vivió autentica aventura. Saltó en paracaídas, con la mano
perforada por una bala. Tuvo suerte, porque enseguida fue encontrado por
los partisanos. Mi amigo pasó algún tiempo con aquellos partisanos
moviéndose en la retaguardia alemana. Pero es evidente que los
partisanos no podían prestarle una atención médica adecuada, la herida
se inflamó, empezó la gangrena. Cuando por fin pudo llegar a un hospital
(en el pueblo de Shepetóvka), lo único que pudieron hacer los médicos es
amputarle la mano. Cuando se recuperó, volvió a nuestro regimiento y
estuvo en servicio hasta el último día de la guerra, trabajando en el
Estado Mayor del regimiento. Para él la guerra aérea había terminado
para siempre.
Así
es como fue mi primer vuelo de combate. Empezó la rutina de la guerra.
Como resultado, hice 124 vuelos de combate y realicé 10 combates aéreos.
A.S.
¿En su opinión, su nivel de preparación adquirido en la Academia era
suficiente?
D.A.
Esta claro que no era suficiente. No logramos dominar el “Lávochkin”
como es debido. En los primeros vuelos de combate solamente pensaba en
una cosa: “cómo voy a despegar y aterrizar”. Ni pensaba en el combate
aéreo.
Mi
principal preocupación
era no perder de vista a mi líder.
No
sabíamos orientarnos, no sabíamos realizar la circunspección de forma
adecuada. Disparábamos mal. En una palabra: nuestra preparación era
mala.
A.S.
¿El La-5FN, a grandes rasgos, como un caza era bueno?
D.A.
Si, era muy buen caza.
Estuve pilotando los cazas
“Lávochkin”
hasta
el verano de
1952. Mi ultimo “La” fue el La-9. Luego comencé a pilotar el MiG-15.