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Grabación y tratamiento del texto de la entrevista con D.A. Alekseev

Realizados por Andrei Sujorukov

 

 
 

 

Mládshiy Leytenant Alekséev D.A.

(justo al terminar la Academia. Año 1943)

 

A.S. ¿Qué pasó después de vuestra graduación en la Academia?

 

D.A. Al terminar la Academia todos los Mládshiy Leytenant recién graduados fueron enviados al regimiento de reserva emplazado en la región de Tambóv, a la ciudad de Marshánsk. En el ZIAP (Aviaregimiento de Cazas de Reserva) nos enseñaban la aplicación del La-5 en un combate: de nuevo estábamos practicando de forma intensiva las técnicas de pilotaje, el pilotaje en formación de combate, prácticas de tiro aéreo sobre objetivos de tierra y aire (tiro en el cono), perfeccionábamos nuestros conocimientos en pilotaje. Hubo pocas prácticas de tiro: dos veces en el cono y dos en los objetivos terrestres. En cuanto a la navegación, realizamos dos vuelos “por la ruta”. Durante mi estancia en el ZIAP realicé 7,5 horas de vuelo con el La-5, mejor dicho, con el La-5FN.

 

En el ZIAP los pilotos se graduaban por grupos. Cuando un grupo estaba preparado, se iba del ZIAP. Nosotros también nos fuimos en grupo. Mientras estábamos finalizando nuestra preparación, desde la fabrica llegaron y fueron montados 8 cazas La-5FN (sin habernos informado previamente, ¡todo era secreto!). Así que justo al terminar el curso, a los 8 pilotos nos llevaron al aparcamiento y nos dijeron: “Aquí tenéis vuestros aparatos, muchachos. Ahora os toca a vosotros a ir a luchar”. Era noviembre del 1943.

 

Nuestro traslado al frente tenia que ser guiado por un “líder”, un bombardero Pe-2. Pero se produjo una confusión: nos enseñaron los aviones, pero no nos dijeron, qué avión pertenece a cada uno de nosotros. Así que cuando encima de nuestro aeródromo apareció el Pe-2, nos liamos y no pudimos despegar a tiempo. Luego empezamos a despegar caóticamente. La situación se agravaba por el hecho de que en aquel entonces solamente uno de cada diez La-5 disponía del radiotransmisor “completo” (receptor-transmisor). Los nueve restantes solamente estaban dotados de receptores. A mayoría de nosotros nos tocaron aviones dotados exclusivamente de receptor.

 

El transmisor estaba instalado en uno de estos ocho aviones, los siete restantes solamente tenían el receptor. El “líder” vio que nosotros estábamos despegando, y tomó rumbo hacia nuestra nueva base sin darse cuenta de que nosotros no conseguimos ponernos en formación. Nosotros estábamos completamente confusos, no sabíamos quien tenia que ponerse detrás de quien, ni siquiera logramos localizar al bombardero. Era el caos total.

 

De pronto vimos como un “La”, apartado del resto del grupo estaba haciendo “toneles” – el signo generalmente aceptado que significa: “sígueme”. Ya esta, ya teníamos al líder. Poco a poco nos pusimos en formación detrás de él. Así nos llevó hasta la ciudad de Vorónezh.

 

En Vorónezh las cosas tampoco fueron bien del todo. Allá había dos aeródromos. Así que una parte del grupo aterrizó en uno de los dos aeródromos (porque ellos vieron precisamente aquél), y el segundo grupo – en el aeródromo vecino (porque vieron el otro). Yo aterricé en aeródromo hasta el cual nos llevó el “líder”. Fuimos a ver quien era aquel piloto. Resultó ser uno de nuestros instructores del ZIAP. Nos contó que nuestros mandos, al ver aquel caos, ordenaron a un instructor de reserva: “¡Llévales a Vorónezh urgentemente, sino acabarán chocando entre ellos!”.

 

Al enterarse que la otra parte del grupo aterrizó en otro aeródromo, el instructor despegó, fue a buscarlos allí y los trajo a nuestro aeródromo. Nos reunió a todos, “se acordó de nuestras madres” (realmente lo merecíamos) y luego nos siguió liderando hasta la ciudad de Járkov.


En Járkov había una gran base aérea de traslado de aviones. Los aviones que se dirigían al frente hacían allí la escala. Allí nos paso un incidente muy desagradable: nos robaron. En ZIAP nos equiparon “de primera”: nos dieron la ropa de verano, la ropa de invierno, los monos, y etc. En pocas palabras, nos dieron de todo. Esta claro que una parte de ropa la llevábamos puesta, pero la mayor parte fue metida dentro del fuselaje del avión (el “La” tenia posibilidad de guardar objetos).

 

Nosotros por alguna razón tuvimos que salir de la base, y el mecánico que realizaba el mantenimiento de nuestros aviones nos aseguró que a nuestros objetos personales no les pasará nada: “¡no os preocupéis por nada! Cuando volváis, todo estará tal y como lo habíais dejado, hay patrullas por todas partes”.

 

Cuando volvimos, se nos han puesto los pelos de punta: ¡se lo llevaron todo! ¡No dejaron nada! ¡Al instructor incluso le robaron el paracaídas! En la guerra la ley era muy severa: por la pérdida de bienes materiales militares estando fuera de combate se descontaba del sueldo el coste de dichos bienes, multiplicado por 12. En nuestro caso ni siquiera podíamos presentar una denuncia: nadie te garantiza que lo iban a encontrar, pero el dinero te lo descontaran con toda seguridad. Nuestra situación no era tan grave, dado que nos íbamos a la guerra, de alguna forma lo solucionaríamos. Pero el instructor, ¿como iba a explicar la perdida del paracaídas? Como se salió de aquel lío nuestro instructor, nunca lo supe. Es que el paracaídas costaba unos cinco mil rublos en los precios de aquel entonces.

 

Yo en mi fuselaje llevaba los expedientes personales de los ocho pilotos, de todo nuestro grupo (me lo ordenaron a mí). Menos mal que no los tocaron.

 

Desde Járkov nuestro grupo era liderado por el Pe-2. Nos llevó hasta Priluki. Cuando aterrizamos en Priluki, se nos acercó un coronel, Héroe de la Unión Soviética, y se presentó.

 

Era el Coronel Davidkov. Nos dijo que nos tocará luchar en la 8ª División de la Guardia (Davidkov era el comandante de esta división) del 2º Ejercito del Aire, del 1er Frente Ucraniano. Precisamente en el 41º Regimiento de caza de la Guardia.

 

El traslado al frente me dio la posibilidad de realizar unas 6 horas de vuelo adicionales, es decir, en el momento de llegar al regimiento operativo, yo ya tenia unas 20 horas de vuelo realizadas con el La-5.

 

Entregué al coronel nuestros expedientes personales.  Me preguntó: “¿Qué, tiene ganas de luchar?”. “Si, tengo”. “¿Y los demás?” “Dicen que si”. Luego el coronel me dijo que dentro de poco vendrán los pilotos militares y llevarán nuestros aviones hasta el siguiente punto. Nosotros tenemos que desplazarnos al frente en un automóvil. “Al frente” estaba dicho “entre comillas”. El regimiento estaba emplazado en las afueras de Kiev. Cuando nos presentamos allí, nos dejaron pilotar un poco el Yak-7B. Luego el regimiento fue trasladado a Berdichev, y nosotros de nuevo tuvimos que seguirles en el automóvil.

 

En las afueras de Berdichev nos entrenaron un poco más, esta vez en un La-5. Era en Berdichev donde realicé mi primer vuelo de combate. La misión consistía en escoltar a los bombarderos. Era diciembre del 1943.

 

Desde mi primer vuelo de combate y hasta el último día de la guerra estuve formando parte del 41º Regimiento de la Guardia. Aquel regimiento era extraordinario. Prácticamente todos los mandos del regimiento eran Héroes de la Unión Soviética: el comandante del regimiento Pávlov, el oficial de navegación del regimiento, el jefe de VSS (servicio de tiro aéreo), los dos comandantes de escuadrón – Lobanov (comesc–3) y Sementsov (comesc–2, murió justo al final de la guerra - ¡en abril del 1945!). En la mayoría de mis vuelos de combate hice de punto de Aleksandr Vasilievich Lobanov, comandante del escuadrón, y te diré que en este aspecto tuve mucha suerte.

 

Me asignaron al 3er escuadrón. Mi primer vuelo de combate era en grupo de seis La-5FN, en misión de escolta de nueve bombarderos Pe-2, que tenían que bombardear la estación de Proskurov (ahora creo que se llama la ciudad de Hmelnitskiy).


En el primer combate, evidentemente, yo iba de punto. Mi líder era un piloto experto, se llamaba Vanin. En aquel entonces el ocupaba cargo de Segundo Comandante del 3r escuadrón. Mi primer combate resultó ser bastante complicado. Los antiaéreos alemanes abrieron un fuego muy denso. Nuestro grupo tuvo que entrar en las nubes. Cuando yo salí de las nubes, no vi a nadie (¡los perdí a todos!). Miré alrededor, vi a los “Lávochkin” más arriba, y me acerqué a ellos. Eran de mi grupo. En este primer combate nuestro “octeto de cadetes” sufrió la primera baja. Uno de nuestros compañeros fue derribado y recibió heridas.


Despegaron ocho cazas, pero aterrizaron seis. Nuestro comandante del escuadrón Lobanov había desaparecido con su punto (era uno de mis compañeros). Mi líder justo después de aterrizar intentó subirme el animo, diciendo: “Tu has estado muy bien. Lastima que nuestro comandante aun no ha llegado”.

 

Al cabo de poco tiempo aterrizó el comandante del escuadrón Lobanov, pero sin mi amigo. Llegó solo. Resulta que ellos dos, en pareja, estaban protegiendo a nuestro bombardero que fue dañado por los antiaéreos y se separó de la formación. Lobanov transmitió por radio la orden a Vánin para que siga escoltando el resto de bombarderos (yo por falta experiencia y por culpa del penoso funcionamiento de las radios no pude oír esta orden), y se quedó con su punto a defender al bombardero dañado. Nuestro comandante era muy responsable y procuraba defender como sea a cada uno de los bombarderos que estaban bajo su responsabilidad. (Además, hubo una orden, que decía: por la perdida de un bombardero o de un Shturmovík por culpa de los cazas de escolta, el líder del grupo de escolta será juzgado por el Tribunal de Guerra).

 

Luego ellos fueron atacados por un grupo de Messerschmitt. Ellos cumplieron su deber – defendieron el bombardero, que logró atravesar la línea del frente y aterrizar en nuestro territorio. Pero mi amigo fue derribado. Y lo derribaron encima del territorio enemigo. (A diferencia del caso anterior, por la perdida de un caza durante la escolta de bombarderos no se castigaba a nadie. La guerra es la guerra).

 

Mi amigo vivió autentica aventura. Saltó en paracaídas, con la mano perforada por una bala. Tuvo suerte, porque enseguida fue encontrado por los partisanos. Mi amigo pasó algún tiempo con aquellos partisanos moviéndose en la retaguardia alemana. Pero es evidente que los partisanos no podían prestarle una atención médica adecuada, la herida se inflamó, empezó la gangrena. Cuando por fin pudo llegar a un hospital (en el pueblo de Shepetóvka), lo único que pudieron hacer los médicos es amputarle la mano. Cuando se recuperó, volvió a nuestro regimiento y estuvo en servicio hasta el último día de la guerra, trabajando en el Estado Mayor del regimiento. Para él la guerra aérea había terminado para siempre.

 

Así es como fue mi primer vuelo de combate. Empezó la rutina de la guerra. Como resultado, hice 124 vuelos de combate y realicé 10 combates aéreos.

 

A.S. ¿En su opinión, su nivel de preparación adquirido en la Academia era suficiente?

 

D.A. Esta claro que no era suficiente. No logramos dominar el “Lávochkin” como es debido. En los primeros vuelos de combate solamente pensaba en una cosa: “cómo voy a despegar y aterrizar”. Ni pensaba en el combate aéreo. Mi principal preocupación era no perder de vista a mi líder. No sabíamos orientarnos, no sabíamos realizar la circunspección de forma adecuada. Disparábamos mal. En una palabra: nuestra preparación era mala.

 

A.S. ¿El La-5FN, a grandes rasgos, como un caza era bueno?

 

D.A. Si, era muy buen caza.

 

Estuve pilotando los cazasLávochkin hasta el verano de 1952. Mi ultimo “La” fue el La-9. Luego comencé a pilotar el MiG-15.

 

A granes rasgos, toda la línea “La-5 – La-7 – La-9” estaba basada en la misma estructura, pero mejorada continuamente.

Realicé mi ultimo vuelo con un “La” en Azerbaiyán. Terminé el vuelo, aterricé, puse el avión en el aparcamiento. Salí de la cabina. Mire a mi caza. Era potente, bonito. Era como un caballo de combate. En aquel momento pensé: “Amigo mío, hemos estado juntos desde el año 1943. Juntos vencimos al enemigo. Cuantas veces hemos estado juntos en el infierno. Cuantas veces me salvaste la vida…”. Me acerqué y toqué con la mejilla el fuselaje. Estaba caliente, como si estuviera vivo, olía de gasolina. Se me oprimió el corazón, no puedo describirlo con palabras. No te lo creerás pero estuve acariciando a mi caza con la mano y… lloraba. Y no me daban vergüenza mis lágrimas. Ni antes ni ahora. No me estaba despidiendo con un avión. Me estaba despidiendo para siempre con un fiel amigo.

 

A.S. ¿Usted cambió muchos cazas durante la guerra?

 

D.A. Muchos. Se puede decir que en nuestro regimiento no había cazas asignados a determinados pilotos. Es decir, los había, pero no permanecían en poder del piloto durante tiempo prolongado. Tienes a uno, parece que por fin empiezas a acostumbrarte a él, pero de pronto pasa “algo” y tienes que cambiar de avión. Normalmente era así: pilotabas aquel avión en el cual se te ordenaba realizar la misión. Así que por nuestras manos pasaron muchos aviones.

 

El principio básico que se seguía a la hora de realizar la asignación de un caza era el siguiente: los cazas más nuevos eran para los líderes, los más desgastados eran para los puntos. En los nuevos aviones enseguida instalaban los radiotransmisores completos.

 

La-7

 

A.S. ¿Cómo se suministraban nuevos aviones en el regimiento?

 

D.A. Parte de los aviones llegaba con los pilotos que venían “de refuerzo”, como fue en mi caso (los “refuerzos” venían al regimiento con aviones nuevos). Los aviones nuevos eran traídos también por los “transportistas”, pero ellos también traían aviones recuperados, reparados. Los aviones recuperados eran pintados en nuestro regimiento, a veces se repintaban por completo. A veces los pintaban en el mismo aparcamiento.


Aquel avión que traje yo, nunca más lo volví a ver. ¿Quien lo pilotaba después? ¿Estaba en nuestro regimiento, o en algún otro? No lo se.

 

Recuerdo bien un caso. Me dijeron: “tienes que ir al punto de distribución. Allí encontraras a tu avión”. Llegué allí, veo a un hombre andando alrededor del avión. Él ya estaba informado de que iba a venir un nuevo comandante de tripulación, y al acercarme, me informó:

 

-         Camarada comandante, en su avión se están realizando trabajos de mantenimiento, soy técnico de motores, mi nombre es… (Ahora no recuerdo)­.

-         ¿Dónde esta el mecánico?

-         El mecánico no esta.

-         ¿Y el técnico del avión?

-         El técnico esta ocupado con otro avión. Pero Usted no se preocupe, le enseñare todo lo que Usted quiere, mejor que el técnico”.

 

Di una vuelta alrededor del avión… Tenía signos claros de ser recuperado, estaba desgastado. “¡Que decepción!”. Y encima le faltaba la parte móvil del parabrisas.

 

-         ¿Dónde esta la parte móvil?

-         El piloto de traslados la tiró casualmente, cuando trasladaba el avión al regimiento.

 

(En un La-5 la parte móvil, en caso de emergencia, se disparaba con relativa facilidad mediante una palanca especial. Así que se podría tirar el parabrisas de forma casual).

 

El técnico de motores seguía hablando: “Camarada comandante, no se preocupe. El piloto de traslados dijo que el motor de este avión es muy potente. No haga ni caso a la parte del parabrisas que falta, lo importante es el motor”. Bueno, que iba a hacer, había que probar el aparato. Despegué para probarlo. El piloto de traslados dijo la verdad, el motor entregaba mucha potencia.

 

Pero mira lo que pasó luego. Hay algunas personas que para salvar su pellejo son capaces de cometer actos poco éticos. Incluso respecto a sus propios amigos. No es que yo desconocía este hecho, pero lo que es cierto es que nunca antes me había encontrado con esto personalmente.


Por tonto, dije que el motor de mi avión era muy potente. De nuestro “octeto de cadetes” de la Academia de Batáysk, dos pilotos acabaron en el 3er escuadrón, yo y un amigo mío. Mi compañero era uno o dos años mayor que yo. Era un tipo bonito, con un cuerpo atlético y una mirada abierta. Nos presentamos ante nuestro comandante del Escuadrón, Lobanov. No se cómo Lobanov leía nuestros expedientes personales, pero su decisión fue la siguiente: “tu (me dijo a mi) serás el punto de mi segundo, y tu (lo dijo a mi amigo) serás mi punto”.


Después de realizar el vuelo para probar nuestros aviones, compartimos nuestras impresiones. Aquél amigo me dijo:

 

-         El motor de mi avión no tiene potencia.

 

Por lo que yo le contesté:

 

-         Pero el mío tira todo lo que quieras, a pesar de que me falta la tapa de la carlinga.

 

¿Y que crees que pasó después? Durante la siguiente reunión, el comandante del escuadrón le dijo al ingeniero del escuadrón: “Ingeniero, el avión de Alekséev entrégaselo a mi punto, y el avión de mi punto entrégaselo a Alekséev”. Resulta que mi “amiguete” se había quejado a Lobanov… Vaya amigo… ¿Yo que podía hacer Nada. La culpa era mía. Debería mantener la boca cerrada desde el principio.

 

Fui a ver mi “nuevo” aparato. Cuando me acerqué, me recibió el técnico de motores. He de mencionar que los motores refrigerados por aire tienen una peculiaridad: si llegas a sobrecalentar las cabezas de los cilindros que son de aluminio (sobrecalentarlas no era difícil), la compresión decrementaba, y como consecuencia la potencia caía drásticamente.  El técnico de motores no me ocultaba nada. Me dijo:

 

-         El motor es una porquería.

 

Le conteste:

 

-         ¿Por que?

 

Me dijo:

 

-         Míralo tú mismo.

 

Y me enseña con el dedo la capota, en la cual, justo en la zona de los cilindros, se levantó la pintura, formando unas  burbujas reventadas. Era el síntoma del sobrecalentamiento del motor.

 

Probé a mi nuevo “caballo de combate”. Lo que dijo el técnico era cierto: el motor “no tiraba”. Me deprimí aun más. Hice mis primeros cinco o seis vuelos de combate con este motor “sobrecalentado”. Y menos mal que en ninguno de estos vuelos me había encontrado con los cazas alemanes. De lo contrario, no se como acabaría, a lo mejor ya no estaría aquí charlando contigo. Realicé el sexto o el séptimo vuelo ya con el otro avión. También era de los reparados, pero tenia el motor en condiciones.


Pero fíjate como es el destino. Mi amigo fue derribado pilotando “mi” avión en su primer vuelo de combate, cuando iba de escolta de bombarderos con Lobanov. Esto ya te lo he contado antes. Luego, cuando él salió del hospital sin un brazo, seguíamos encontrando con él a menudo, y después de acabar la guerra nos escribíamos durante un tiempo. Yo lo perdoné. Pero él no pudo perdonar a si mismo su propia debilidad. Y esto se notaba.

 

 

 

 

© Andrei Sujorukov