VVS >> Entrevistas >> Entrevistas a D.A. Alekseev >> 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

 

Grabación y tratamiento del texto de la entrevista con D.A. Alekseev

Realizados por Andrei Sujorukov

 

 
 

 

 La-5FN

 

A.S. ¿En el frente se bebía mucho alcohol?

 

D.A. Era una autentica desgracia. Bebían frecuentemente y grandes cantidades. Se mataron buenos muchos pilotos por esto.

 

Por ejemplo, mi primer líder, Vánin. Era un excelente piloto, un as. Luchó en la batalla de Kursk, y por ello fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja, estuvo herido (tenia deformados los dedos de una mano, pero se le permitía volar). Lo llegué a conocer incluso antes de su llegada al regimiento, dado que el era comandante de escuadrilla en nuestra academia, y fue enviado al frente solamente a partir de 1942. En el frente aquel excelente piloto se convirtió en un autentico alcohólico. Por la mañana se levantaba con una resaca, por la noche estaba siempre borracho. Comenzó a realizar vuelos de combate en estado ebrio. Cuando nos dimos cuenta, ya era demasiado tarde. Intentamos ayudarle y decidimos enviarlo a un hospital. Encontramos una “causa justificada” (si no recuerdo mal, le detectaron una “fuerte conmoción nerviosa”). Así que lo mandamos al hospital de Zhitómir. Durante su viaje Vanin sufrió un accidente: cuando iba borracho le atropelló una moto y le dañó gravemente una pierna. No volvió a nuestro regimiento hasta el final de la guerra, dado que pasó todo este tiempo en los hospitales. Llegó a nuestro regimiento después de la guerra, cuando nosotros estábamos emplazados en Hungría. Vino a nuestra residencia, se sentó a la mesa, nos miró y nos dijo: “¡Que estúpido soy! Muchachos, ustedes pudieron aguantar todo esto, pero yo no tuve suficiente voluntad. ¡Que idiota soy! ¿Qué voy hacer ahora?”. En aquel entonces el Ejercito ya estaba en fase de reducción, y en la VVS despedían incluso a pilotos en perfecto estado de salud, así que a Vanin no le quedaba ninguna esperanza. ¿Qué fue de él después de la guerra? Lo desconozco por completo.

 

Algunos hacían unas autenticas barbaridades cuando estaban borrachos. Uno de nuestros pilotos (Héroe de la URSS, por cierto) derribó a otro piloto de nuestro regimiento. Despegó después de haber bebido, al principio todo iba bien, pero de pronto alguien gritó por radio: “¡Los Focke-Wulf!” (Pero en realidad era una confusión, no había ningún Focke-Wulf en el aire). Todos se pusieron a buscar a estos Focke-Wulf por todos lados. Pues aquel muchacho vio que a uno de los nuestros, al parecer, le perseguía un “Focker” (y ni siquiera se le pasó por la cabeza que aquel avión podría ser el punto). Le atacó y le derribó. Menos mal que el piloto pudo saltar en paracaídas, aunque fue herido. Gracias a que el piloto quedó vivo, nuestro “Héroe” no fue enviado al Tribunal de Guerra.


Durante los festivos, 7 de noviembre, 1 de mayo, Año Nuevo y etc., siempre había una borrachera. Te diré sinceramente, que al día siguiente el regimiento, en mejor de los casos, era operativo al 50%. En el mejor de los casos.

 

Si quieres contar todo lo que hacían algunos de nuestros pilotos durante las borracheras, se puede escribir un libro entero. Había de todo: audacia, estupidez, insultos, peleas... Si, si. Cuando se emborrachaban, ya no reconocían quien era quien, y empezaban a insultar, a pelearse, a sacar las pistolas… A estos tipos se les ataba las manos y les dejaba así mientras se les pase la borrachera. Yo también bebía, pero no en exceso, bebía justo lo necesario para poder aguantar todo aquello.

 

A.S. ¿Cómo era su relación con los órganos políticos del regimiento?

 

D.A. En general, en las VVS los órganos políticos no tenían buena reputación. Ellos tenían mucho poder, y muchos de ellos no eran inteligentes. Pero nuestro zampolit del regimiento Guskóv no era nada estúpido, yo le respetaba mucho en aquel entonces y lo sigo respetando ahora. Él tenia unos cuarenta años (a nosotros nos parecía un anciano, dado que nosotros teníamos veinte). Él siempre venia a vernos. Nos cuidaba de verdad. Siempre se interesaba por nuestras condiciones de vida, preguntaba cómo están nuestros familiares, preguntaba si necesitábamos algún tipo de ayuda. Para muchos de nosotros era como segundo padre. Vigilaba que nadie de nosotros no cometa alguna estupidez (cuando uno tiene veinte años es capaz de cometer cualquier locura). A menudo defendía ante el comandante a los que habían cometido alguna infracción.

 

Era responsable de todo el trabajo rutinario terrestre (el comandante no tenia tiempo para ello, dado que estaba plenamente ocupado con sus tareas directas). Nuestro zampolit ganó mucho respeto, sobre todo después de haber puesto en orden el archivo de documentación y la documentación de las condecoraciones (¡había un desorden descomunal!). Guskóv acabó rápidamente con todo este desorden, puso las pilas rápidamente a todas las ratas del Estado Mayor. Y a pesar de que nuestro zampolit no realizaba misiones de combate, indiscutiblemente era respetado por nuestros pilotos. Y el hecho que él no volaba incluso era mejor, dado que de esta forma no se distraía de su trabajo principal. En un regimiento vecino el zampolit volaba, pero volaba mal. Por eso los pilotos se reían de él y no lo tomaban en serio.

 

A.S. ¿Realizaban alguna preparación física, tenían equipamiento para hacer gimnasia (como por ejemplo la barra fija, realizaban giros en barra fija)? ¿Les gustaba hacer deporte, o para esto ya no les quedaba suficientes fuerzas? ¿Qué preparación física realizaban los pilotos?

 

D.A. No, no realizábamos ningún tipo de preparación física. Cuando teníamos algo de tiempo libre, preferíamos dormir. Procurábamos movernos cuanto menos. Es decir, procurábamos descansar el máximo tiempo posible. Durante un vuelo te quemas mucho. Así que ya no nos quedaban fuerzas para realizar ejercicio físico.

 

Referente al nivel de preparación física, esto dependía de cada uno, de lo que le había dado la naturaleza. Algunos de nosotros tenían unos cuerpos atléticos, eran muy fuertes físicamente, otros eran más débiles.


Durante la operación de Lvov hubo un día cuando no hubo ningún vuelo, había una intensa niebla. Pasamos todo el día durmiendo. Ni siquiera fuimos a desayunar ni a comer. Alguno de nosotros ni siquiera fue a cenar. Todos estaban durmiendo. Durante las operaciones bélicas sufríamos una falta de sueño sistemática.

 

A.S. Respecto al tabaco: ¿la mayoría fumaba o no?

 

D.A. Yo no fumaba. En mi familia nadie fumaba, ni mi padre, ni mis hermanos. Durante mi infancia no vi a nadie fumando, así que no tenia “ejemplos a seguir”. Cuando ingresé en la Academia, con el tiempo seguramente me lo hubieran enseñado, pero comenzó la guerra y tuvimos serios problemas con el suministro de tabaco. Allí vi los sufrimientos de mis compañeros fumadores: fumaban el musgo, el papel, y vete a saber que más. Pero nada les podía quitar el vicio. ¿Para que iba a fumar yo, si esto trae tantos sufrimientos? Pero a pesar de todo, muchos de mis compañeros eran fumadores.


A mí, como piloto, me correspondían 500 cigarrillos mensuales. Los regalaba a mis compañeros. Durante un tiempo recibía caramelos a cambio. Cuando terminó la guerra, en Hungría intercambiaba estos cigarrillos por el vino a la población local. Por los 500 cigarrillos me daban 13 litros de vino.

 

A.S. ¿Podrían los pilotos ponerse de acuerdo y derribar en el aire a un “mal” comandante?

 

D.A. Teóricamente si. Y en el frente corrían rumores sobre estos casos. Pero no eran más que rumores. Jamás había oído hablar de un caso real.

 

A.S. ¿Había oído hablar sobre los escuadrones de penalización?

 

D.A. No. Pero en nuestro frente hubo un caso, cuando enviaron a un Pe-2 en misión de reconocimiento, cuya tripulación estaba compuesta por el piloto y el navegante, sentenciados en un Tribunal de Guerra. Fueron enviados de día para fotografiar la autopista Opeln-Berlín, y tenían que seguirla hasta el mismísimo Berlín para fotografiarlo todo. Era casi una muerte segura. Pero ellos pudieron sobrevivir, y cumplieron su misión con éxito, así que la sentencia fué anulada.

 

A.S. Si he comprendido bien, Usted mismo realizó numerosas misiones de reconocimiento. ¿Con que aparatos de fotocontrol estaba equipado su avión, recuerda?

 

D.A. Mi avión estaba dotado de una cámara aérea. Ya no recuerdo el modelo. La instalaron detrás de la cabina, en el fuselaje (había mucho espacio libre en esta parte del fuselaje). Hicieron una ventanilla para el objetivo de la cámara, pasaron cables de control en la cabina. No me gustaba realizar estas misiones. Cuando estas fotografiando, tienes que ir recto, “sobre un hilo”, respetando rigurosamente la altitud y el rumbo. El rumbo constante es el “sueño de un artillero antiaéreo”. Instalaron la cámara en mi avión porque yo era el punto del comandante: es para que el comandante pueda maniobrar durante la misión de reconocimiento. El comandante era único, puntos como yo – muchos.

 

A.S. ¿Desde qué altitud máxima se puede distinguir los rastros de las orugas de un carro de combate? ¿Desde qué altitud máxima se puede distinguir el propio carro de combate?

 

D.A. Los rastros de las orugas eran visibles desde una altitud máxima de 600 metros. El propio carro de combate desde una altitud máxima de 1,5-2 kilómetros.

 

A.S. ¿Era frecuente llevar personas en el fuselaje, en el compartimiento trasero de la cabina?

 

D.A. Si, era frecuente. Llevábamos tanto a las personas como a los bienes materiales. Yo mismo fui “de pasajero” en varias ocasiones. (Era tonto, no tenía miedo a nada).

 

A.S. ¿Había muchos judíos en su regimiento?

 

D.A. Pilotos judíos en nuestro regimiento no había. En el regimiento “hermano”, GIAP N88, solamente hubo uno. Se llamaba Levitán, era Héroe de la Unión Soviética, por cierto. En su regimiento aquel hombre tenia fama de ser tramposo (yo tenia trato con los pilotos de aquel regimiento).

 

Te lo diré sinceramente: los pilotos no tenían buena opinión sobre los judíos. Y te diré porque. Por ejemplo, yo. Yo provenía de una familia campesina, vivía en una aldea, en la cual no había ni un solo judío. Cuando yo estudiaba en el Instituto Industrial, fui a ver la película “Profesor Mamlok”. Esta película trataba sobre el odio de Hitler hacia los judíos. Sabes, aquella película me conmocionó mucho, y provocó un fuerte sentimiento de compasión hacia los judíos. Les consideraba como personas desgraciadas, de verdad. Pero cuando comenzó la guerra, yo ingresé en la Academia, y estando allí, vi que muchos de mis compañeros no compartían mi opinión.
 

Evidentemente, no hubo ningún caso de antisemitismo (provocar el odio racial en aquel entonces era una infracción muy grave, te podían caer una decena de años de cárcel, tranquilamente). Todo se reducía a nivel de chistes y bromas. Cuando quise expresar mi punto de vista en defensa de los judíos, me dijeron: “espérate, los conocerás tu mismo, y te darás cuenta de que nosotros tenemos razón”. ¿Y qué crees que pasó después? Cuando comenzó la guerra, todo lo que habían dicho mis compañeros era completamente cierto. Un cargo en la retaguardia siempre era ocupado por un judío. Venían las tiendas ambulantes a nuestro regimiento – eran “ellos”. Cuando venia una orquesta de la División o del Ejercito para realizar un concierto, los cantantes y los bailarines siempre eran judíos. Los mirabas - ¡no tenían ni idea de bailar, pero intentaban bailar como podían! En nuestro regimiento también había judíos entre el personal técnico de rango inferior. Cuando buscaban actores para actuar en algún espectáculo artístico, siempre se presentaban de voluntarios, pero cuando se buscaba personal para trabajar en un aeródromo de la vanguardia, se escondían todos rápidamente.

 

Aunque también he de decir que en nuestra Academia el comandante del pelotón era un judío, de apellido Goldberg. Era muy buen tipo. Lo recuerdo muy bien, era un tipo muy delgado. Cuando terminó la Academia le enviaron a la división de Pokryshkin. En una ocasión se produjo un combate aéreo justo encima el aeródromo. Era en el año 1945, pues aquel Goldberg derribó a un famoso as alemán, condecorado con una cruz. Aquel alemán saltó en paracaídas y fue capturado. Cuando lo trajeron, él pedió que le presentaran al piloto que le derribó. Así que le presentaron a Goldberg. De pura casualidad en aquel momento allí se encontraba un reportero con una camera de cine, que lo grabó todo. Así que aquella escena quedo registrada en los archivos. Más tarde vi aquellas crónicas, y cuando vi a Goldberg, lo reconocí enseguida.

 

A.S. ¿Dígame, la población civil alemana sufrió abusos por parte de nuestras tropas?

 

D.A. Si, hubo de todo. ¿Y que esperabas? Durante todos estos años nuestro ejercito luchaba con la única consigna: “¡Matad a los nazis!”. Mientras tardamos en llegar hasta la frontera alemana enfurecimos hasta el límite. Les odiábamos. Les odiábamos más que cualquier otra cosa en el mundo. No hay palabras para describirlo. ¡Y les odiábamos con toda la razón del mundo!

 

Nosotros, los pilotos, seguíamos los pasos de las tropas terrestres que iban recuperando los territorios. Literalmente andábamos sobre cadáveres. Cuando tomábamos algún aeródromo alemán, todo estaba repleto de cadáveres de soldados alemanes, de personal de mantenimiento y de los refugiados. A los alemanes no les daba tiempo a evacuar a todo su personal, y parecían nuestros carros de combate. Luego cuando andabas por allí, encontrabas cadáveres por todas partes: en los hangares, en los cuarteles… Matábamos a todos los nazis, no dejábamos a nadie con vida. A veces cuando cruzábamos alguna ciudad alemana, y en las calles había cadáveres tirados por el suelo (sobre todo cuando en aquella ciudad se libraron combates). Cuando se retiraban las tropas de vanguardia y el territorio quedaba controlado por nuestras tropas de la retaguardia, evidentemente ya no había tanto descontrol.

 

Pero de todas formas te diré que los nuestros “no andábamos con hostias” con los alemanes, y en ocasiones se comportaban de forma muy violenta. Piensa tú mismo: cuando los alemanes ocupan la ciudad de un soldado y matan a toda su familia, hasta el último miembro, no esperes que éste soldado trate a los alemanes con cariño. Empezará a vengarse, y lo hará con toda la crueldad, y estará convencidísimo de que esta haciendo es lo más correcto del mundo, y no tendrá ningún sentimiento de culpabilidad. Y al principio todos estos casos de venganza prácticamente no se castigaban, dado que durante primeros días de ocupación del territorio alemán los tribunales de guerra trataban estos casos de venganza sin demasiada implicación. Por matar a un alemán daban 30 días de calabozo. Pero nada podía haber parado nuestra furia.

 

Yo no podría afirmar que los casos de venganza eran sistemáticos, pero tampoco diría que eran casos muy aislados (incluso hubo un caso en nuestro regimiento también).

 

A.S. ¿Me podría contar sobre aquel caso?

 

D.A. Nuestro técnico de motores mató a una alemana.

 

A.S. ¿Tendría que ver con la violación? Lo digo porque hoy en día en la literatura extranjera “esta de moda” decir que nuestros soldados “violaban a todas las alemanas que encontraban”.

 

D.A. No tenía nada que ver con la violación.

 

Todo pasó de manera siguiente. Estábamos alojados en una pequeña población. Nuestro técnico se tuvo que ir desde el aeródromo, y para ahorrar el tiempo decidió ir recto, cruzando un bosque. Y se perdió por el camino. De casualidad encontró una casa de campo. Se acercó a la casa y vio a una anciana alemana que estaba trabajando en el huerto con una pala.

 

Era primavera, hacia calor, y el técnico tenia mucha sed. Se acercó a la puerta y dijo: “Frau, wasser, wasser…”. El técnico no hablaba alemán, solo unas pocas palabras. La anciana le hizo un gesto con la cabeza, dejó la pala y entró en la casa.

 

Todo hubiera terminado sin incidencias, si no fuera por la otra alemana que salió de la casa. Era joven, de unos 22-25 años. La segunda alemana comenzó a echarle bronca a la anciana. Como dije antes, nuestro técnico no hablaba alemán pero las palabras “Russische Schwein” (“cerdo ruso”) las conocía muy bien. Enseguida quitó del hombro la metralleta (todos estábamos obligados ir armados cuando estábamos fuera del aeródromo), y entró corriendo en la casa:

 

   -   ¡Tu, zorra nazi, a quien has llamado “cerdo”!

 

Y la mató allí mismo. De una ráfaga. Luego escupió y se fue. La anciana se fue corriendo a nuestra comandancia y dentro de 3 horas nuestro técnico quedó arrestado.

 

Hubo un tribunal de guerra publico, en el mismo regimiento (Lobanov, por cierto, fue uno de los integrantes).

 

El caso fue estudiado al mínimo detalle. Por un lado, hubo el asesinato (la anciana fue interrogada como testigo, le fue asignado un traductor, el juicio fue celebrado como es debido). Pero por otro lado, fue la alemana quien insultó primero con un insulto gravísimo. Además, los nazis mataron a toda la familia del técnico: a su mujer y a sus dos hijos.

 

La sentencia fue la siguiente: un mes de arresto.

 

A.S. ¿Y el personal de vuestro regimiento que pensaba al respecto, consideraban que el técnico realmente era culpable?

 

D.A. ¿Estas loco? ¡Nosotros ni siquiera podíamos entender por qué lo estaban juzgando! Estábamos convencidos que aquel hombre metió la pata por tener un gran corazón. En aquellos tiempos el técnico debió matar a todos los que estaban allí y prender fuego a la casa.

 

No te puedes imaginar nuestro odio. ¡Cuando liberábamos Ucrania, no quedaba ni una sola aldea! Solamente quedaban restos de los incendios y tubos de las chimeneas. Cuando los alemanes retrocedían, prendían fuego a todo lo que podían, mataban a población civil. Cuando escuchábamos lo que decían los supervivientes, los que lograron sobrevivir la ocupación alemana, el llamado “nuevo régimen”, estábamos dispuestos matar a los putos nazis con las uñas y dientes. ¡Yo también estaba dispuesto! Te lo digo de todo corazón.

 

Incluso un mes de arresto era considerado por nosotros como una injusticia sin precedentes. Luego comprendimos que aquel técnico tuvo mucha suerte. Si esto hubiera ocurrido un mes más tarde, la sentencia seria mucho más dura: lo hubieran fusilado o en mejor de los casos enviado a un batallón de castigo.

 

Muchos de nosotros estaban dispuestos a matar a los alemanes con cualquier excusa, solo por el hecho de ser alemanes.

 

Por esto salió la famosa orden, según la cual “La muerte de un civil alemán se castigará mediante fusilamiento”. No existía otro medio de parar aquella violencia.

 

Pero lo peor de todo no era esto. Algunos militares trataban de la misma manera a la población civil de Checoslovakia, donde la población nos recibía muy bien. Sobre todo “destacaron” los soldados del frente que estaba bajo mando de Malinóvskiy. Los checos les llamaban así: “la armada de Malinovskiy”.


Hay que decir que esta violencia fue cortada por nuestros mandos de forma muy cruel, y en cuestión de meses. Los violadores y ladrones eran fusilados por el propio personal de cada destacamento. En aquellos tiempos aplicaba la famosa sentencia: “fusilamiento ante la formación”. Yo mismo estuve presente en uno de estos fusilamientos. Y te diré sinceramente: era un espectáculo repugnante, pero enseguida paraba los pies a los violentos.

 

A.S. ¿Había pilotos ucranianos en su regimiento?

 

D.A. En el nuestro no había. En los regimientos “hermanos” había muchos ucranianos. En nuestra división había pilotos de nacionalidades muy diversas. Los más numerosos después de los rusos y ucranianos eran los kazajos, tártaros y georgianos. Todos ellos luchaban muy bien. También hubo pilotos de otras nacionalidades, pero pocos. En nuestro regimiento estaba Kardanov, Héroe de la Unión Soviética. Pues él era kabardino (pueblo caucásico). Lo llamábamosÁguila de montaña”. Luchaba ferozmente.

 

A.S. ¿Metían a los pilotos a las celdas de arresto?

 

D.A. No. Pero existía un castigo llamado “arresto domiciliario”. Se aplicaba con bastante frecuencia. La celda de arresto era para los cadetes. Cuando yo era cadete, también me metieron allí, pase allí una noche entera.

 

Pasó lo siguiente. Antes de cada vuelo había que pasar una prueba de aeronavegación. Aprobé la prueba, me acerqué al instructor y le dije que estaba listo para el despegue. Pero instructor tuvo algún problema (creo que no suministraron a tiempo combustible y lubricante), así que me dijo: “Vete con el navegante para realizar otra prueba del siguiente ejercicio, y luego realizaremos dos vuelos seguidos”. Así que fui hablar con el navegante, pero él no era tonto y me pilló enseguida (llevaba un riguroso control sobre cada cadete: después de cada prueba teórica el cadete tenia que realizar el ejercicio práctico). Así que por intentar engañar al navegador, me castigaron y me metieron en celda de arresto. Pase allí prácticamente la noche entera.

 

Nuestra celda de arresto en realidad era un agujero cavado en la tierra y cubierto     de juncos. Era verano, las noches eran calidas, así que dormí en el aire fresco. El instructor vino a verme por la noche para preguntar cómo estaba. Le dije que “todo esta bien, no se preocupe”. (No delaté a mi instructor). Después de aquel incidente nos hicimos amigos, incluso me escribía cartas cuando yo estaba en el frente.

 

Cuando estaba en el frente, en una ocasión estuve cinco días bajo arresto domiciliario. Fue el castigo personal de Lobanov. En este caso la culpa era mía, sin ninguna duda. Se planificaba realizar un vuelo a gran altitud, en formación de dos parejas, y utilizando inhaladores de oxigeno. Yo iba de punto. Durante la preparación prevuelo me despisté (y por cierto, el punto de la segunda pareja también) y no verifiqué el correcto funcionamiento del inhalador. Pero lo más importante, se me olvidó ajustar la mascara de oxigeno.

 

Cuando estábamos en el aire sobre seis mil metros, empezamos a ahogarnos. Intentamos poner las mascaras, pero no había manera de ponerlas. Mientras ajustábamos las mascaras y mientras luego respirábamos para recobrar el conocimiento, perdimos a nuestros lideres. Cuando aterrizamos, nuestros líderes no estaban. Lobanov enseguida nos preguntó:

 

- ¿Dónde están vuestros lideres?

- Les hemos perdido.

- ¡Si no vuelven – tu y tu iréis al tribunal de guerra!

 

¡Madre mía!... Jamás en la vida esperaba con tanta impaciencia la vuelta de mi líder. Cuando volvieron ambos, se nos quitó un peso encima. Lobanov nos dijo: “Dado que ambos volvieron sanos y salvos, el tribunal se suspende. Pero os castigo a cada uno con cinco días de arresto domiciliario”. En aquel entonces había una regla: a cada arrestado se le quitaba un 25% del sueldo, así que Lobanov dio la orden al encargado de finanzas para restarme del sueldo el 25% por los cinco días del arresto domiciliario.

 

A.S. ¿Cómo aguantaban sin mujeres? Comprendo que es una pregunta intima, pero me da mucha curiosidad saberlo.

 

Era muy duro.

Nos buscábamos la vida como podíamos. Esta claro que cuanto más alto era tu cargo, mas fácil era resolver este problema. Cuando aparecía una chica guapa en el regimiento, puedes estar seguro: “se la quedaban” los altos mandos, y los militares de rango inferior se comían los mocos. Por esto para nosotros, los rangos inferiores, era muy duro. Sobre todo en nuestro regimiento, donde todo el personal femenino (las técnicas de armas, las plegadoras de paracaídas, y etc.) en su mayoría no estaba compuesto (digámoslo de esta forma) por las chicas más guapas del mundo. Solamente más tarde me enteré de que esto era el “trabajo” de nuestro zampolit. El zampolit era un hombre con mucha experiencia en la vida, y muy sabio en estos asuntos. Él sabía perfectamente que una mujer guapa en el frente es el origen de todas las “situaciones de emergencia”. Así que para evitar de entrada todas estas “situaciones de emergencia”, seleccionó personalmente todo el personal femenino, eligiendo a las “menos llamativas”, y siempre cuando fuera posible, a las casadas. Y nuestro comisario tenía toda la razón del mundo. En otros regimientos, donde había chicas guapas, surgían todo tipo de incidentes: los pilotos se ponían celosos, se peleaban, incluso se pegaban tiros.

 

Así que satisfacíamos nuestras necesidades reproductivas como podíamos. Había de todo. Recordar algunas cosas me da vergüenza.

 

A.S. ¿Cómo trataba nuestra infantería (artillería, carros de combate y etc.) a los pilotos? ¿Os querían y respetaban, o consideraban que ustedes lucháis mal y “malgastáis el chocolate”?

 

D.A. Después de sufrir aquel accidente (cuanto destrocé la frente durante el aterrizaje) fui enviado a un hospital en la ciudad de Zhitómir. Por alguna razón no fui enviado a un hospital de las Fuerzas Aéreas (que se encontraba en Zhitómir) sino en uno del Ejército de Tierra. Y acabé en la misma habitación con los tanquistas, que por cierto eran militares muy destacados (uno incluso era Héroe de la Unión Soviética). Pues ellos me trataron muy bien y con mucho respeto. En el año 1944 nuestra aviación era muy respetada. En aquel entonces nosotros dominábamos por completo el espacio aéreo, por eso nuestras tropas de tierra no temían en absoluto a la aviación alemana. De allí viene este respeto.

 

A.S. ¿Entonces los aviones alemanes en ocasiones podían atacar a nuestras tropas de tierra?

 

D.A. ¿Me preguntas sobre las investigaciones “¿Cómo es posible que nuestros cazas lo permitieron?”? Te lo diré sinceramente: no recuerdo ningún caso de esta investigación en nuestra división.

 

A.S. ¿Cómo os alimentaban en el frente?

 

D.A. Comparando con la comida en la Academia y en el ZIAP – excelente.


Recuerdo el día cuando llegamos al regimiento. Todos éramos muy jóvenes. Llegamos justo a la hora de cenar. Entramos en el comedor, nos sentamos, viene la camarera y nos dice: “¿Qué desean? De primer plato tenemos borsh y sopa”. Nos quedamos muy sorprendidos. Uno de nosotros dijo:

 

- ¿Podemos pedir ambos?

- Por supuesto.

 

Nos trajo dos platos para cada uno (por cierto, los platos eran grandes, como en el pueblo). Nos pusimos a comer como locos. Luego la camarera vino otra vez: “¿Tomarán el segundo?” –“Si”. Pero ya no nos atrevimos a pedir la segunda ración del segundo. Aun así, nos hinchamos de comida. Luego vimos que otros pilotos pedían “repetir” el segundo plato. “¡Que chollo! Se puede repetir el segundo”. O sea, nos cansamos de comer en pocos días.

 

A.S. ¿Tenían miedo al osobíst (agente de NKGB)?

 

D.A. No hay palabra para describirlo. ¡Temblábamos de miedo! Los osobíst tenían mucho poder, eran capaces de convertir en polvo a cualquiera.

 

A.S. ¿Los osobíst (en su opinión) eran necesarios?

 

D.A. Lo más seguro es que si. El Ejercito Rojo no era aquella organización donde una persona (incluso un osobíst) podía estar sin hacer nada. Siempre había trabajo para todos, y mucho. En nuestro regimiento, en el año 1942, incluso capturaron a un espía (me lo contaron). Era piloto. Pero no era un piloto de combate, era piloto de comunicaciones. En el regimiento había aviones de comunicación Po-2. Transportaban diversa documentación, ordenes de combate y etc. En el año 1942, cuando los alemanes se acercaron a Stalingrado y cuando se entregó Vlásov, aquel piloto de comunicaciones “se retrasó” en uno de sus vuelos. Comenzaron a interrogarle, y él dijo que el retrasó se debió a la perdida de orientación en el aire. Le creyeron. Luego se retrasó por segunda vez. Y es cuando los osobíst “le agarraron por el cuello”. Y él finalmente reconoció que aterrizaba en el territorio alemán. Les entregaba información, es decir, se sacaba un sueldecillo extra. Lo juzgaron y lo fusilaron ante de nuestra formación.

 

A.S. Supongamos que uno de los pilotos escribe una denuncia a los osobíst. ¿Cómo le tratarían luego sus compañeros?

 

D.A. Matar – no le hubieran matado. Pero este tipo no duraría ni un solo día en el regimiento. El comandante del regimiento intentaría desprenderse de él por todos los medios. Y el osobíst no se hubiera opuesto. En el aire los pilotos deben tener la plena confianza en sus compañeros. Tal y como pasaba en nuestro regimiento. Nosotros confiábamos plenamente unos en otros. Era una confianza absoluta.

 

A.S. ¿Y que pasaría si uno de los pilotos “hubiera firmado” para ejercer de “chivato” y los demás se enterarían?

 

D.A. No pasaría nada, dado que todos los pilotos en teoría éramos “chivatos”, sin ninguna excepción. ¿No lo sabias?

 

Escúchame. Cuando estábamos en la Academia en el año 1942, todos los cadetes sin excepción fueron invitados al despacho para “charlar” con el osobíst de la Academia. Nos hacia una breve entrevista, y luego nos daba firmar un documento, el cual te obligaba a informar a los órganos competentes sobre cualquier sospechoso. La regla era bien sencilla: si firmas, puedes continuar siendo cadete, de lo contrario te vas a la infantería, con una anotación de “políticamente dudoso” en tu expediente personal. Nadie de nuestra Academia fue expulsado, por tanto deduzco que este documento lo firmaron todos. Yo también lo firmé. Seguramente incluso hoy en día este documento aun permanece depositado en mi expediente personal. Firmar ychivarte son dos cosas muy distintas.

 

A.S. ¿Un comandante podía pegarle un tiro a su subordinado?

 

D.A. Coger y pegarle un tiro, sin más – no. Pero llevar a un piloto al Tribunal de guerra – si.

 

Recuerdo que después de la guerra nos reforzaron con un escuadrón entero procedente de uno de los regimientos disueltos. Pues en aquel regimiento, durante la guerra hubo un caso de fusilamiento de un piloto por cobardía mostrada en el combate. Le llevaron a un Tribunal de Guerra, cuya sentencia fue contundente: “fusilamiento ante la formación”. Así que lo pusieron delante de todos y lo fusilaron. Y los ejecutores fueron del personal de su propio regimiento. Cuando ante sus compañeros leyeron la sentencia, preguntaron: “¿Quién se ofrece de voluntario para ejecutar la sentencia?”. Se ofrecieron seis personas. Esto quiere decir que aquel piloto era un cobarde de verdad. En nuestras Fuerzas Aéreas la cobardía era imperdonable.

 

Recuerdo un único caso de uso de armas personales por parte de un comandante. Fue en la Academia. Yo mismo lo vi. Todos nosotros acabamos teniendo piojos, así que el comandante del pelotón dio la orden: todos a cortar el pelo. Uno de los cadetes se negó. El comandante enseguida dio la orden: “¡Todos a formar filas! ¡El cadete… (tal) dos pasos hacia delante! ¡Le repito mi orden!”. El cadete se negó por segunda vez. Y no solo esto: salio de la formación y se fue corriendo. El comandante sacó la pistola y pegó un tiro en el aire. El cadete se tiró al suelo y se quedo quieto como un conejo. El comandante: “¿Esta clara la orden?”. El cadete, totalmente frustrado: “Si, a s-us or-de-nes, esta claaa-ro”. “¡Al peluquero, ahora mismo!”. Fue corriendo, como un cordero…

 

A.S. El miedo en la guerra. ¿Qué era lo más temido? ¿El cautiverio alemán, el osobíst, la muerte, la invalidez, alguna otra cosa?

 

D.A. Lo más temido era una falsa acusación de ser un cobarde. Incluso el osobíst no era nada comparado con esto.


Yo puedo decirte que me acostumbré al miedo a la muerte. Al fin y al cabo, yo era un piloto de guerra y me encontraba continuamente a dos pasos de la muerte. Pero si la gente de tu entorno te acusa de ser un cobarde, ya no queda ninguna esperanza. Nadie se pondría a defender a un cobarde. ¿Como ibas a demostrar tu inocencia?


En una ocasión, en nuestro regimiento el comandante del escuadrón acusó de cobarde a uno de los comandantes de la escuadrilla (estaban “en caliente”, pero…). Pues acabaron sacándose las pistolas. Les separaron a fuerza. No había una acusación más grave que la acusación de ser un cobarde. Dios te salve de que te acusen de esto, no te dejarían vivir. Yo tenía mucho miedo a semejante acusación.

 

En nuestro regimiento hubo otro caso, aun cuando pilotábamos los I-16 (me lo contaron). Durante un combate al piloto se le paró el motor. Aterrizó sobre la panza en un campo. Recuperaron el avión y arrancan el motor: funciona como un reloj. Comenzaron a sospechar de él. Aquél piloto seguía volando. Dentro de poco tiempo tuvo otro parón del motor, y otro aterrizaje sobre la panza. Otra vez probaron el motor: funcionaba perfectamente. El piloto fue castigado en el acto, pero lo peor de todo es que dejaron de confiar en él. Al muchacho no le dejaban vivir. Días después por alguna causa se necesitó desmontar de su avión el depósito de combustible. Y cuando lo desmontaron, dentro encontraron un tapón del cubo de transporte de combustible. El depósito del I-16 tenía una boca ancha, y sin ningún tipo de protección, así que el tapón del cubo por alguna razón acabó dentro del depósito. (En aquel entonces el combustible normalmente se cargaba en los depósitos mediante cubos). Durante las maniobras en el aire, aquel tapón obstruía el paso del combustible, y el motor se paraba. Yo temía hasta temblores en el cuerpo de tener una falsa acusación como esta.

 

A.S. ¿Qué era lo más temido en el aire?

 

D.A. Despistarte y no detectar a tiempo un ataque sorpresa. Era lo único que me daba miedo. Pero cuando comenzaba la “pelea de perros”, ya no tenias tiempo para sentir miedo. Además, teniendo en cuenta el hecho que yo no dudaba ni un instante en la superioridad de mi La-5 a la hora de llevar a cabo un combate maniobrable.

 

A.S. ¿Cómo realizaban la limpieza de la cabina en el frente?

 

D.A. La regla era bien sencilla: sentarse en la cabina solamente con el calzado limpio. Es decir, no puedes entrar en la cabina hasta que no limpies tus botas.


Cuando despegábamos en el barro, nuestras botas se desgastaron por completo. De pronto vino alguien y dijo que nuestras tropas capturaron un almacén repleto de botas de goma. Convencimos al comandante del regimiento para que nos permita coger un vehiculo e ir a buscar estas botas. Nos llevamos un montón, para todo el personal del regimiento. Cuando me las puse, me puse muy contento. Seguí volando con estas botas hasta el último día de la guerra. Primero porque las botas garantizaban que los pies estén siempre secos. Segundo porque mientras vas andando por el barro hasta tu avión, las botas se ensuciaban. Buscas un charco al lado del avión, limpias tus botas y ya puedes sentarte en la cabina. Aquellas botas nos vinieron de fabula. Todo nuestro regimiento calzaba aquellas botas, incluso el propio comandante del regimiento.

 

A.S. ¿Partían la cara al personal técnico por un mal mantenimiento de los aviones?

 

D.A. No. Los aviones siempre estaban bien preparados.

 

A.S. ¿Podían romper la cara a otro compañero por el comportamiento indebido durante el combate? ¿Por ejemplo, por abandonar a un compañero, por cobardía, y etc.?

 

D.A. Si alguien abandonaba a su compañero en un combate, o por actos de cobardía, no le partían la cara. Lo llevaban al Tribunal de Guerra.

 

A los pilotos jóvenes les mantenían con “guantes de acero”. La jerarquía era muy definida. La obediencia a los superiores era absoluta. Nada de familiaridades. Después de cada vuelo de combate comenzaba el análisis de comportamiento de cada uno. ¡Agarrate! Pero por otro lado los órganos políticos siempre estaban controlando, para que este proceso no salga de los “limites”.


Referente a las “partidas de cara”, cuando había motivos, nosotros mismos “ejecutábamos el castigo”. Hubo un loco, se emborrachó y salio a la calle, pilló a un anciano que para su desgracia llevaba una pequeña bolsa de sal. El tipo aquel agarró al viejo y se puso a chillarle: “¿¡Dónde vas con el ammonal, canalla!? ¡Eres un terrorista!”. Por suerte, en aquel momento por el lugar pasaba un comandante del “regimiento hermano”, y vio cómo el piloto esta sacudiendo al anciano. “¿Qué esta pasando aquí?”. El tipo aquel (contento) responde: “¡Mire, he capturado a un espía!” El comandante del regimiento soltó al anciano, se disculpó. Luego cogió a aquel tipo, lo llevo a su puesto de mando y le metió de hostias hasta tal punto que luego lo tuvieron que ingresar en un hospital.

 

Recuerdo cómo estábamos dando “lecciones de comportamiento” a uno de nuestros pilotos. Todo el grupo estaba implicado. Teníamos a un tipo que cuando se emborrachaba se volvía completamente chalado. Una vez se emborrachó y se puso a pegar al coronel del servicio médico. ¡Un leytenant pegando a un coronel! Esto significa el Tribunal de Guerra. Pues el zampolit Guskov le salvó la vida, no dejó que le juzguen en un tribunal. Habló con aquel coronel “de forma adecuada”, le explicó que “el chaval estuvo bajo fuerte presión, se le fue la cabeza” y le pidió que no informe sobre este asunto a las instancias superiores. Aquel coronel resultó ser una buena persona, y decidió a no destrozarle la vida. Pero podía haberlo hecho perfectamente. Luego nosotros le explicamos muy bien a aquel tipo, como, cuando y donde el “no tenia razón”. Luego durante mucho tiempo estuvo “brillando” con unos “faroles” debajo de los ojos.

 

A.S. ¿Hubo algún encuentro con los pilotos de las fuerzas aéreas aliadas?

 

A.S. Con los checos.

Pasó de forma muy curiosa. Un día en nuestro aeródromo aterrizó un piloto checo. Llegó pilotando a un avión alemán ligero. Lo recuerdo muy bien, estuvo en nuestro puesto de mando expresando su inmensa alegría, como si fuera un niño. Estaba tan contento porque no le llegaron a derribar ni los alemanes ni los nuestros. Según sus palabras, los pilotos de caza checos que estaban luchando en Luftwaffe decidieron pasar a nuestro bando. Y lo decidieron hacer con sus propios aviones, con los Focke-Wulf. Pero alguno de sus compañeros les delató, y cuando ellos llegaron al aparcamiento, todos sus aviones estaban con las ruedas cortadas. Así que tuvieron que coger cualquier avión que quedaba en servicio.

 

Luego formamos un regimiento de caza checo compuesto por aquellos pilotos. Nuestros pilotos recibieron la orden de trasladar los cazas para armar aquel regimiento. Yo también estuve formando parte del “comando de traslado”. Lo hicimos sin incidencias.


En otra ocasión asignamos una escuadrilla (yo no estuve formando parte) para encontrarse en el Elba con los aliados. Asignaron a cuatro cazas, y les dieron una orden muy estricta: “¡No cruzar el Elba bajo ninguna circunstancia!”. Pues ellos volaron hasta allí, al parecer vieron “algo” en la orilla opuesta (los aliados tampoco cruzaron el río para no entrar en nuestro territorio). Así que nosotros consideramos que el encuentro del Elba tuvo lugar por nuestra parte.

 

En una ocasión nos visitó un Lightning, un caza de doble cola. No aterrizó, simplemente realizó un pilotaje sobre nuestro aeródromo. Al parecer, la iniciativa fue tomada por el propio piloto americano. Decidió hacer la visita a sus aliados, para verlos de cerca, y por su puesto para mostrar su maestría de pilotaje.

 

A.S. ¿Y que le pareció el Lightning?

 

D.A. Como avión, era un aparato interesante. ¿En cuanto al pilotaje? Como cualquier otro, nada en especial. Nosotros teníamos pilotos que lo hacían mejor (yo mismo, si quieres).

 

A.S. ¿Os enseñaban las características de los aviones aliados? ¿Las siluetas, sus características táctico-técnicas básicas?

 

D.A. Por su puesto. Conocíamos el aspecto de los principales cazas y bombarderos aliados. Disponíamos de los planos y de carteles. Y lo curioso es que cuando nos trajeron estos postes, resultaron ser de fabricación alemana. Eran trofeos.

 

Pero la mayor parte del tiempo, evidentemente, era dedicada en estudiar las características táctico-técnicas de los aviones alemanes. Aquí es donde empollábamos todo, empezando por el aspecto físico y acabando por los sectores de tiro de su armamento defensivo. Aquí nuestros mandos estaban muy puestos en el tema, no nos dejaban olvidar ningún detalle, nos examinaban continuamente.


Tengo que decir que aparte del Bf-109 y FW-190 también vi a un Messerschmitt a reacción. Y no solamente lo vi, sino que fui atacado por él.


Nosotros estábamos en Alemania, relativamente cerca de la ciudad de Drezden. Un avión apareció por encima de nuestro aeródromo. Cuando lo vimos de cerca, resultó ser un avión hasta ahora desconocido por nosotros, y además iba muy rápido. El avión se dirigió a la autopista y empezó a atacar los vehículos que circulaban por ella (decían que aquel alemán prendió fuego a muchos automóviles nuestros). Luego cuando el alemán iba de vuelta, pasó otra vez por encima de nuestro aeródromo. Recibimos la orden de escoltar la zona del aeródromo, por si se nos presenta la ocasión de atacar a ese alemán. Por su puesto que un “Lávochkin” seria incapaz de alcanzarlo en velocidad, esto esta claro. Pero si el alemán se despistara en picado, podríamos haberlo alcanzado. Al menos, para darle un susto.

 
Hice varios vuelos de estos, evidentemente no derribé a nadie, pero el alemán dejó de volar.


Estuvo un tiempo sin aparecer. Pero un día lo volvimos a ver otra vez. Paso por encima de nuestro aeródromo, dio la vuelta y se dirigió en dirección contraria. Vimos que se puso a picar, incrementando el ángulo de picado. Luego disparó una salva de cohetes contra nuestro aparcamiento. Explosiones, ruido… Estábamos ya en primavera, todo estaba seco, la hierba comenzó a arder. Hizo solamente un ataque y se retiró.


Nosotros fuimos corriendo hacia nuestros aviones, estábamos preocupados por ellos. Resulta que todos los aviones estaban intactos, pero murió mi mecánico Kovalénko. Tenía la cabeza literalmente destrozada.

 

A.S. ¿Usted esta seguro que eran cohetes?

 

D.A. Cerca de nuestro aparcamiento encontraron una chatarra humeante en forma de tubo. Al principio incluso nos daba miedo acercarse a ella. El ingeniero del regimiento estuvo entre nosotros. Le dijimos: “vete a ver que carajo es esto”, por lo que él nos contestó: “¡vayan ustedes mismos, yo mejor me quedo por aquí¡”. Cuando el tubo se enfrió, dejo de soltar humo, lo levantamos para ver que era. Parecía un proyectil a reacción.

 

A.S. ¿Cómo reaccionaron ante la apertura del Segundo Frente en Normandía, en el año 1944?

 

D.A. De ninguna forma. En el año 1944 nosotros sabíamos perfectamente que íbamos a vencer sin la ayuda del Segundo Frente. El Segundo Frente era necesario en el año 1942. Era entonces cuando lo estábamos deseando de verdad. Pero en el año 1944 nos daba absolutamente igual, si lo hay o si no lo hay. El desembarco aliado no tuvo ninguna repercusión en absoluto en nuestro frente. Al menos nosotros, los pilotos de rango bajo y medio, no notamos ningún cambio.

 

A.S. ¿Qué tipo de relojes de mano llevaban?

 

D.A. La mayoría de los pilotos no tenía reloj. Yo no tenía. Tuve mi primer reloj en el año 1945. Era un reloj alemán, un trofeo.

 

A.S. ¿Cuándo empezaron a creer en nuestra victoria, que expulsaremos a los nazis de nuestras tierras?

 

D.A. Desde el primer día de la guerra nunca habíamos dudado en nuestra victoria. A pesar de que aquellos tiempos eran durísimos. Los alemanes iban avanzando hacia el Caucaso, a los cadetes nos trasladaron al quinto pino, teníamos piojos, no había nada para comer, los aliados no querían abrir el Segundo Frente (nosotros confiábamos mucho en el Segundo Frente en aquel entonces). Pero aguantamos, puede que gracias a nuestra educación, o puede que teníamos muy claro que había que aguantar todas las dificultades y que no había otra alternativa, o puede que vivíamos de un solo día, pero en cualquier caso nunca habíamos dudado de nuestra victoria.

 

Luego las cosas comenzaron a ponerse en su lugar: nos desprendimos de los piojos, comenzaron a entregarnos ropa de cama, derrotamos a los alemanes en Stalingrado, nuestra alimentación mejoró, luego derrotamos a los alemanes en Kursk, a la Academia empezaron a suministrar el La-5 – y en aquel momento comprendimos que llegó el final para los alemanes. Que estamos venciendo.

 

Tu me estas haciendo preguntas, me estas grabando. Esto me sorprende: yo no soy ningún héroe, y no he cometido ninguna hazaña.


Yo tuve mucha suerte. Yo llegue al frente cuando nuestra aviación dominaba el espacio aéreo. Yo pilotaba unos excelentes cazas, que no eran nada inferiores a los cazas enemigos, de lo contrario, eran mejores en ciertos aspectos. En el combate me cubrían las espaldas excelentes pilotos, y estuve cumpliendo órdenes de unos experimentados y talentosos comandantes. Yo no soy ningún héroe, yo simplemente estaba haciendo mi trabajo. Los auténticos héroes eran aquellos que luchaban con los alemanes en los años 1941-1943. Eran ellos los que reventaron a la Luftwaffe, yo solamente tuve que terminar su trabajo. No era más que terminar lo empezado por ellos, y era lo que yo estaba haciendo, aplicando todos mis esfuerzos. Por eso te digo que yo no soy ningún héroe, y no cometí ninguna hazaña.

 

Julio de 2004.

 

 

 

 

© Andrei Sujorukov