La-5FN
A.S.
¿En el frente se bebía mucho alcohol?
D.A.
Era una autentica desgracia. Bebían frecuentemente y grandes cantidades.
Se mataron
buenos
muchos pilotos por esto.
Por
ejemplo,
mi
primer líder,
Vánin.
Era
un excelente piloto, un as. Luchó en la batalla de Kursk, y por ello fue
condecorado con la Orden de la Bandera Roja, estuvo herido (tenia
deformados los dedos de una mano, pero se le permitía volar). Lo llegué
a conocer incluso antes de su llegada al regimiento, dado que el era
comandante de escuadrilla en nuestra academia, y fue enviado al frente
solamente a partir de 1942. En el frente aquel excelente piloto se
convirtió en un autentico alcohólico. Por la mañana se levantaba con una
resaca, por la noche estaba siempre borracho. Comenzó a realizar vuelos
de combate en estado ebrio. Cuando nos dimos cuenta, ya era demasiado
tarde. Intentamos ayudarle y decidimos enviarlo a un hospital.
Encontramos una “causa justificada” (si no recuerdo mal, le detectaron
una “fuerte conmoción nerviosa”). Así que lo mandamos al hospital de
Zhitómir. Durante su viaje Vanin sufrió un accidente: cuando iba
borracho le atropelló una moto y le dañó gravemente una pierna. No
volvió a nuestro regimiento hasta el final de la guerra, dado que pasó
todo este tiempo en los hospitales. Llegó a nuestro regimiento después
de la guerra, cuando nosotros estábamos emplazados en Hungría. Vino a
nuestra residencia, se sentó a la mesa, nos miró y nos dijo: “¡Que
estúpido soy! Muchachos, ustedes pudieron aguantar todo esto, pero yo no
tuve suficiente voluntad.
¡Que
idiota soy!
¿Qué
voy hacer ahora?”. En aquel entonces el Ejercito ya estaba en fase de
reducción, y en la VVS despedían incluso a pilotos en perfecto estado de
salud, así que a Vanin no le quedaba ninguna esperanza. ¿Qué fue de él
después de la guerra? Lo desconozco por completo.
Algunos hacían unas autenticas barbaridades cuando estaban borrachos.
Uno de nuestros pilotos (Héroe de la URSS, por cierto) derribó a otro
piloto de nuestro regimiento. Despegó después de haber bebido, al
principio todo iba bien, pero de pronto alguien gritó por radio: “¡Los
Focke-Wulf!” (Pero en realidad era una confusión, no había ningún
Focke-Wulf en el aire). Todos se pusieron a buscar a estos Focke-Wulf
por todos lados. Pues aquel muchacho vio que a uno de los nuestros, al
parecer, le perseguía un “Focker” (y ni siquiera se le pasó por la
cabeza que aquel avión podría ser el punto). Le atacó y le derribó.
Menos mal que el piloto pudo saltar en paracaídas, aunque fue herido.
Gracias a que el piloto quedó vivo, nuestro “Héroe” no fue enviado al
Tribunal de Guerra.
Durante los festivos, 7 de noviembre, 1 de mayo, Año Nuevo y etc.,
siempre había una borrachera. Te diré sinceramente, que al día siguiente
el regimiento, en mejor de los casos, era operativo al 50%. En el mejor
de los casos.
Si
quieres contar todo lo que hacían algunos de nuestros pilotos durante
las borracheras, se puede escribir un libro entero. Había de todo:
audacia,
estupidez,
insultos, peleas...
Si,
si.
Cuando se emborrachaban, ya no reconocían quien era quien, y empezaban a
insultar, a pelearse, a sacar las pistolas… A estos tipos se les ataba
las manos y les dejaba así mientras se les pase la
borrachera.
Yo también bebía, pero no en exceso, bebía justo lo necesario para poder
aguantar todo aquello.
A.S.
¿Cómo era su relación con los órganos políticos del regimiento?
D.A.
En general, en las VVS los órganos políticos no tenían buena reputación.
Ellos tenían mucho poder, y muchos de ellos no eran inteligentes. Pero
nuestro zampolit del regimiento Guskóv no era nada estúpido, yo le
respetaba mucho en aquel entonces y lo sigo respetando ahora. Él tenia
unos cuarenta años (a nosotros nos parecía un anciano, dado que nosotros
teníamos veinte). Él siempre venia a vernos. Nos cuidaba de verdad.
Siempre se interesaba por nuestras condiciones de vida, preguntaba cómo
están nuestros familiares, preguntaba si necesitábamos algún tipo de
ayuda. Para muchos de nosotros era como segundo padre. Vigilaba que
nadie de nosotros no cometa alguna estupidez (cuando uno tiene veinte
años es capaz de cometer cualquier locura). A menudo defendía ante el
comandante a los que habían cometido alguna infracción.
Era
responsable de todo el trabajo rutinario terrestre (el comandante no
tenia tiempo para ello, dado que estaba plenamente ocupado con sus
tareas directas). Nuestro zampolit ganó mucho respeto, sobre todo
después de haber puesto en orden el archivo de documentación y la
documentación de las condecoraciones (¡había un desorden descomunal!).
Guskóv acabó rápidamente con todo este desorden, puso las pilas
rápidamente a todas las ratas del Estado Mayor. Y a pesar de que nuestro
zampolit no realizaba misiones de combate, indiscutiblemente era
respetado por nuestros pilotos. Y el hecho que él no volaba incluso era
mejor, dado que de esta forma no se distraía de su trabajo principal. En
un regimiento vecino el zampolit volaba, pero volaba mal. Por eso los
pilotos se reían de él y no lo tomaban en serio.
A.S.
¿Realizaban
alguna
preparación física, tenían equipamiento para hacer gimnasia (como por
ejemplo la barra fija, realizaban giros en barra fija)?
¿Les gustaba hacer deporte, o para esto ya no les quedaba suficientes
fuerzas? ¿Qué preparación física realizaban los pilotos?
D.A.
No, no realizábamos ningún tipo de preparación física. Cuando teníamos
algo de tiempo libre, preferíamos dormir. Procurábamos movernos cuanto
menos. Es decir, procurábamos descansar el máximo tiempo posible.
Durante un vuelo te quemas mucho. Así que ya no nos quedaban fuerzas
para realizar ejercicio físico.
Referente al nivel de preparación física, esto dependía de cada uno, de
lo que le había dado la naturaleza. Algunos de nosotros tenían unos
cuerpos atléticos, eran muy fuertes físicamente, otros eran más débiles.
Durante la operación de Lvov hubo un día cuando no hubo ningún vuelo,
había una intensa niebla. Pasamos todo el día durmiendo. Ni siquiera
fuimos a desayunar ni a comer. Alguno de nosotros ni siquiera fue a
cenar. Todos estaban durmiendo. Durante las operaciones bélicas
sufríamos una falta de sueño sistemática.
A.S.
Respecto al tabaco: ¿la mayoría fumaba o no?
D.A.
Yo no
fumaba.
En mi
familia nadie fumaba, ni mi padre, ni mis hermanos. Durante mi infancia
no vi a nadie fumando, así que no tenia “ejemplos a seguir”. Cuando
ingresé en la Academia, con el tiempo seguramente me lo hubieran
enseñado, pero comenzó la guerra y tuvimos serios problemas con el
suministro de tabaco. Allí vi los sufrimientos de mis compañeros
fumadores: fumaban el
musgo,
el papel, y vete a saber que más. Pero nada les podía quitar el vicio.
¿Para que iba a fumar yo, si esto trae tantos sufrimientos? Pero a pesar
de todo, muchos de mis compañeros eran fumadores.
A mí,
como piloto, me correspondían 500 cigarrillos mensuales. Los regalaba a
mis compañeros. Durante un tiempo recibía caramelos a cambio. Cuando
terminó la guerra, en Hungría intercambiaba estos cigarrillos por el
vino a la población local. Por los
500
cigarrillos me daban
13
litros de vino.
A.S.
¿Podrían los pilotos ponerse de acuerdo y derribar en el aire a un “mal”
comandante?
D.A.
Teóricamente si. Y en el frente corrían rumores sobre estos casos. Pero
no eran más que rumores. Jamás había oído hablar de un caso real.
A.S.
¿Había oído hablar sobre los escuadrones de penalización?
D.A.
No. Pero en nuestro frente hubo un caso, cuando enviaron a un Pe-2 en
misión de reconocimiento, cuya tripulación estaba compuesta por el
piloto y el navegante, sentenciados en un Tribunal de Guerra. Fueron
enviados de día para fotografiar la autopista Opeln-Berlín, y tenían que
seguirla hasta el mismísimo Berlín para fotografiarlo todo. Era casi una
muerte segura. Pero ellos pudieron sobrevivir, y cumplieron su misión
con éxito, así que la sentencia fué anulada.
A.S.
Si he comprendido bien, Usted mismo realizó numerosas misiones de
reconocimiento. ¿Con que aparatos de fotocontrol estaba equipado su
avión, recuerda?
D.A.
Mi avión estaba dotado de una cámara aérea. Ya no recuerdo el modelo. La
instalaron detrás de la cabina, en el fuselaje (había mucho espacio
libre en esta parte del fuselaje). Hicieron una ventanilla para el
objetivo de la cámara, pasaron cables de control en la cabina. No me
gustaba realizar estas misiones. Cuando estas fotografiando, tienes que
ir recto, “sobre un hilo”, respetando rigurosamente la altitud y el
rumbo. El rumbo constante es el “sueño de un artillero antiaéreo”.
Instalaron la cámara en mi avión porque yo era el punto del comandante:
es para que el comandante pueda maniobrar durante la misión de
reconocimiento. El comandante era único, puntos como yo – muchos.
A.S.
¿Desde qué altitud máxima se puede distinguir los rastros de las orugas
de un carro de combate? ¿Desde qué altitud máxima se puede distinguir el
propio carro de combate?
D.A.
Los rastros de las orugas eran visibles
desde
una altitud máxima de
600 metros. El propio
carro de combate
desde
una altitud máxima de
1,5-2 kilómetros.
A.S.
¿Era frecuente llevar personas en el fuselaje, en el compartimiento
trasero de la cabina?
D.A.
Si, era frecuente. Llevábamos tanto a las personas como a los bienes
materiales. Yo mismo fui “de pasajero” en varias ocasiones. (Era tonto,
no tenía miedo a nada).
A.S.
¿Había muchos judíos en su regimiento?
D.A.
Pilotos judíos en nuestro regimiento no había. En el regimiento
“hermano”, GIAP N88, solamente hubo uno. Se llamaba Levitán, era Héroe
de la Unión Soviética, por cierto. En su regimiento aquel hombre tenia
fama de ser tramposo (yo tenia trato con los pilotos de aquel
regimiento).
Te lo
diré sinceramente: los pilotos no tenían buena opinión sobre los judíos.
Y te diré porque.
Por
ejemplo,
yo.
Yo
provenía de una familia campesina, vivía en una aldea, en la cual no
había ni un solo judío. Cuando yo estudiaba en el Instituto Industrial,
fui a ver la película “Profesor Mamlok”. Esta película trataba sobre el
odio de Hitler hacia los judíos. Sabes, aquella película me conmocionó
mucho, y provocó un fuerte sentimiento de compasión hacia los judíos.
Les consideraba como personas desgraciadas, de verdad. Pero cuando
comenzó la guerra, yo ingresé en la Academia, y estando allí, vi que
muchos de mis compañeros no compartían mi opinión.
Evidentemente, no hubo ningún caso de antisemitismo (provocar el odio
racial en aquel entonces era una infracción muy grave, te podían caer
una decena de años de cárcel, tranquilamente). Todo se reducía a nivel
de chistes y bromas. Cuando quise expresar mi punto de vista en defensa
de los judíos, me dijeron: “espérate, los conocerás tu mismo, y te darás
cuenta de que nosotros tenemos razón”. ¿Y qué crees que pasó después?
Cuando comenzó la guerra, todo lo que habían dicho mis compañeros era
completamente cierto. Un cargo en la retaguardia siempre era ocupado por
un judío. Venían las tiendas ambulantes a nuestro regimiento – eran
“ellos”. Cuando venia una orquesta de la División o del Ejercito para
realizar un concierto, los cantantes y los bailarines siempre eran
judíos. Los mirabas - ¡no tenían ni idea de bailar, pero intentaban
bailar como podían! En nuestro regimiento también había judíos entre el
personal técnico de rango inferior. Cuando buscaban actores para actuar
en algún espectáculo artístico, siempre se presentaban de voluntarios,
pero cuando se buscaba personal para trabajar en un aeródromo de la
vanguardia, se escondían todos rápidamente.
Aunque también he de decir que en nuestra Academia el comandante del
pelotón era un judío, de apellido Goldberg. Era muy buen tipo. Lo
recuerdo muy bien, era un tipo muy delgado. Cuando terminó la Academia
le enviaron a la división de Pokryshkin. En una ocasión se produjo un
combate aéreo justo encima el aeródromo. Era en el año 1945, pues aquel
Goldberg derribó a un famoso as alemán, condecorado con una cruz. Aquel
alemán
saltó
en
paracaídas y fue capturado. Cuando lo trajeron, él pedió que le
presentaran al piloto que le derribó. Así que le presentaron a Goldberg.
De pura casualidad en aquel momento allí se encontraba un reportero con
una camera de cine, que lo grabó todo. Así que aquella escena quedo
registrada en los archivos. Más tarde vi aquellas crónicas, y cuando vi
a Goldberg, lo reconocí enseguida.
A.S.
¿Dígame, la población civil alemana sufrió abusos por parte de nuestras
tropas?
D.A.
Si, hubo de todo. ¿Y que esperabas? Durante todos estos años nuestro
ejercito luchaba con la única
consigna:
“¡Matad a los nazis!”. Mientras tardamos en llegar hasta la frontera
alemana
enfurecimos hasta el límite.
Les odiábamos. Les odiábamos más que cualquier otra cosa en el mundo. No
hay palabras para describirlo.
¡Y
les
odiábamos
con
toda la razón
del mundo!
Nosotros, los pilotos, seguíamos los pasos de las tropas terrestres que
iban recuperando los territorios. Literalmente andábamos sobre
cadáveres. Cuando tomábamos algún aeródromo alemán, todo estaba repleto
de cadáveres de soldados alemanes, de personal de mantenimiento y de los
refugiados. A los alemanes no les daba tiempo a evacuar a todo su
personal, y parecían nuestros carros de combate. Luego cuando andabas
por allí, encontrabas cadáveres por todas partes: en los hangares, en
los cuarteles… Matábamos a todos los nazis, no dejábamos a nadie con
vida. A veces cuando cruzábamos alguna ciudad alemana, y en las calles
había cadáveres tirados por el suelo (sobre todo cuando en aquella
ciudad se libraron combates). Cuando se retiraban las tropas de
vanguardia y el territorio quedaba controlado por nuestras tropas de la
retaguardia, evidentemente ya no había tanto descontrol.
Pero
de todas formas te diré que los nuestros “no andábamos con hostias” con
los alemanes, y en ocasiones se comportaban de forma muy violenta.
Piensa tú mismo: cuando los alemanes ocupan la ciudad de un soldado y
matan a toda su familia, hasta el último miembro, no esperes que éste
soldado trate a los alemanes con cariño. Empezará a vengarse, y lo hará
con toda la crueldad, y estará convencidísimo de que esta haciendo es lo
más correcto del mundo, y no tendrá ningún sentimiento de culpabilidad.
Y al principio todos estos casos de venganza prácticamente no se
castigaban, dado que durante primeros días de ocupación del territorio
alemán los tribunales de guerra trataban estos casos de venganza sin
demasiada implicación. Por matar a un alemán daban 30 días de calabozo.
Pero nada podía haber parado nuestra furia.
Yo no
podría afirmar que los casos de venganza eran sistemáticos, pero tampoco
diría que eran casos muy aislados
(incluso
hubo
un caso en nuestro regimiento también).
A.S. ¿Me podría contar sobre aquel caso?
Y la mató allí mismo. De una ráfaga. Luego escupió y se fue. La anciana
se fue corriendo a nuestra comandancia y dentro de 3 horas nuestro
técnico quedó arrestado.
Hubo un tribunal de guerra publico, en el mismo regimiento (Lobanov, por
cierto, fue uno de los integrantes).
El caso fue estudiado al mínimo detalle. Por un lado, hubo el asesinato
(la anciana fue interrogada como testigo, le fue asignado un traductor,
el juicio fue celebrado como es debido). Pero por otro lado, fue la
alemana quien insultó primero con un insulto gravísimo. Además, los
nazis mataron a toda la familia del técnico: a su mujer y a sus dos
hijos.
La sentencia fue la siguiente: un mes de arresto.
A.S. ¿Y el personal de vuestro regimiento que pensaba al respecto,
consideraban que el técnico realmente era culpable?
D.A.
¿Estas loco? ¡Nosotros ni siquiera podíamos entender por qué lo estaban
juzgando! Estábamos convencidos que aquel hombre metió la pata por tener
un gran corazón. En aquellos tiempos el técnico debió matar a todos los
que estaban allí y prender fuego a la casa.
No te puedes imaginar nuestro odio. ¡Cuando liberábamos Ucrania, no
quedaba ni una sola aldea! Solamente quedaban restos de los incendios y
tubos de las chimeneas. Cuando los alemanes retrocedían, prendían fuego
a todo lo que podían, mataban a población civil. Cuando escuchábamos lo
que decían los supervivientes, los que lograron sobrevivir la ocupación
alemana, el llamado “nuevo régimen”, estábamos dispuestos matar a los
putos nazis con las uñas y dientes. ¡Yo también estaba dispuesto! Te lo
digo de todo corazón.
Incluso un mes de arresto era considerado por nosotros como una
injusticia sin precedentes. Luego comprendimos que aquel técnico tuvo
mucha suerte. Si esto hubiera ocurrido un mes más tarde, la sentencia
seria mucho más dura: lo hubieran fusilado o en mejor de los casos
enviado a un batallón de castigo.
Muchos de
nosotros estaban dispuestos a matar a los alemanes con cualquier excusa,
solo por el hecho de ser alemanes.
Por
esto salió la famosa orden, según la cual “La muerte de un civil alemán
se castigará mediante fusilamiento”. No existía otro medio de parar
aquella violencia.
Pero
lo peor de todo no era esto. Algunos militares trataban de la misma
manera a la población civil de Checoslovakia, donde la población nos
recibía muy bien. Sobre todo “destacaron” los soldados del frente que
estaba bajo mando de Malinóvskiy. Los checos les llamaban así:
“la
armada de Malinovskiy”.
Hay
que decir que esta violencia fue cortada por nuestros mandos de forma
muy cruel, y en cuestión de meses. Los violadores y ladrones eran
fusilados por el propio personal de cada destacamento. En aquellos
tiempos aplicaba la famosa sentencia: “fusilamiento ante la formación”.
Yo mismo estuve presente en uno de estos fusilamientos. Y te diré
sinceramente: era un espectáculo repugnante, pero enseguida paraba los
pies a los violentos.
A.S.
¿Había pilotos ucranianos en su regimiento?
D.A.
En el
nuestro no había.
En
los regimientos “hermanos” había muchos ucranianos. En nuestra división
había pilotos de nacionalidades muy diversas. Los más numerosos después
de los rusos y ucranianos eran los kazajos, tártaros y georgianos. Todos
ellos luchaban muy bien. También hubo pilotos de otras nacionalidades,
pero pocos. En nuestro regimiento estaba Kardanov, Héroe de la Unión
Soviética. Pues él era kabardino (pueblo caucásico). Lo llamábamos
“Águila
de montaña”.
Luchaba ferozmente.
A.S.
¿Metían a los pilotos a las celdas de arresto?
D.A.
No. Pero existía un castigo llamado “arresto domiciliario”. Se aplicaba
con bastante frecuencia. La celda de arresto era para los cadetes.
Cuando yo era cadete, también me metieron allí, pase allí una noche
entera.
Pasó
lo siguiente. Antes de cada vuelo había que pasar una prueba de
aeronavegación. Aprobé la prueba, me acerqué al instructor y le dije que
estaba listo para el despegue. Pero instructor tuvo algún problema (creo
que no suministraron a tiempo combustible y lubricante), así que me
dijo: “Vete con el navegante para realizar otra prueba del siguiente
ejercicio, y luego realizaremos dos vuelos seguidos”. Así que fui hablar
con el navegante, pero él no era tonto y me pilló enseguida (llevaba un
riguroso control sobre cada cadete: después de cada prueba teórica el
cadete tenia que realizar el ejercicio práctico). Así que por intentar
engañar al navegador, me castigaron y me metieron en celda de arresto.
Pase allí prácticamente la noche entera.
Nuestra celda de arresto en realidad era un agujero cavado en la tierra
y cubierto de
juncos.
Era verano, las noches eran calidas, así que dormí en el aire fresco. El
instructor vino a verme por la noche para preguntar cómo estaba. Le dije
que “todo esta bien, no se preocupe”. (No delaté a mi instructor).
Después de aquel incidente nos hicimos amigos, incluso me escribía
cartas cuando yo estaba en el frente.
Cuando estaba en el frente, en una ocasión estuve cinco días bajo
arresto domiciliario. Fue el castigo personal de Lobanov. En este caso
la culpa era mía, sin ninguna duda. Se planificaba realizar un vuelo a
gran altitud, en formación de dos parejas, y utilizando inhaladores de
oxigeno. Yo iba de punto. Durante la preparación prevuelo me despisté (y
por cierto, el punto de la segunda pareja también) y no verifiqué el
correcto funcionamiento del inhalador. Pero lo más importante, se me
olvidó ajustar la mascara de oxigeno.
Cuando estábamos en el aire sobre seis mil metros, empezamos a
ahogarnos. Intentamos poner las mascaras, pero no había manera de
ponerlas. Mientras ajustábamos las mascaras y mientras luego
respirábamos para recobrar el conocimiento, perdimos a nuestros lideres.
Cuando aterrizamos, nuestros líderes no estaban. Lobanov enseguida nos
preguntó:
-
¿Dónde están vuestros lideres?
- Les
hemos perdido.
- ¡Si
no vuelven – tu y tu iréis al tribunal de guerra!
¡Madre mía!... Jamás en la vida esperaba con tanta impaciencia la vuelta
de mi líder. Cuando volvieron ambos, se nos quitó un peso encima.
Lobanov nos dijo: “Dado que ambos volvieron sanos y salvos, el tribunal
se suspende. Pero os castigo a cada uno con cinco días de arresto
domiciliario”. En aquel entonces había una regla: a cada arrestado se le
quitaba un 25% del sueldo, así que Lobanov dio la orden al encargado de
finanzas para restarme del sueldo el 25% por los cinco días del arresto
domiciliario.
A.S.
¿Cómo aguantaban sin mujeres? Comprendo que es una pregunta intima, pero
me da mucha curiosidad saberlo.
Era
muy duro.
Nos
buscábamos la vida como podíamos.
Esta
claro que cuanto más alto era tu cargo, mas fácil era resolver este
problema. Cuando aparecía una chica guapa en el regimiento, puedes estar
seguro: “se la quedaban” los altos mandos, y los militares de rango
inferior se comían los mocos. Por esto para nosotros, los rangos
inferiores, era muy duro. Sobre todo en nuestro regimiento, donde todo
el personal femenino (las técnicas de armas, las plegadoras de
paracaídas, y etc.) en su mayoría no estaba compuesto (digámoslo de esta
forma) por las chicas más guapas del mundo. Solamente más tarde me
enteré de que esto era el “trabajo” de nuestro zampolit. El zampolit era
un hombre con mucha experiencia en la vida, y muy sabio en estos
asuntos. Él sabía perfectamente que una mujer guapa en el frente es el
origen de todas las “situaciones de emergencia”. Así que para evitar de
entrada todas estas “situaciones de emergencia”, seleccionó
personalmente todo el personal femenino, eligiendo a las “menos
llamativas”, y siempre cuando fuera posible, a las casadas. Y nuestro
comisario tenía toda la razón del mundo. En otros regimientos, donde
había chicas guapas, surgían todo tipo de incidentes: los pilotos se
ponían celosos, se peleaban, incluso se pegaban tiros.
Así
que satisfacíamos nuestras necesidades reproductivas como podíamos.
Había de todo. Recordar algunas cosas me da vergüenza.
A.S.
¿Cómo trataba nuestra infantería (artillería, carros de combate y etc.)
a los pilotos? ¿Os querían y respetaban, o consideraban que ustedes
lucháis mal y “malgastáis el chocolate”?
D.A.
Después de sufrir aquel accidente (cuanto destrocé la frente durante el
aterrizaje) fui enviado a un hospital en la ciudad de Zhitómir. Por
alguna razón no fui enviado a un hospital de las Fuerzas Aéreas (que se
encontraba en Zhitómir) sino en uno del Ejército de Tierra. Y acabé en
la misma habitación con los tanquistas, que por cierto eran militares
muy destacados (uno incluso era Héroe de la Unión Soviética). Pues ellos
me trataron muy bien y con mucho respeto. En el año 1944 nuestra
aviación era muy respetada. En aquel entonces nosotros dominábamos por
completo el espacio aéreo, por eso nuestras tropas de tierra no temían
en absoluto a la aviación alemana. De allí
viene
este respeto.
A.S.
¿Entonces los aviones alemanes en ocasiones podían atacar a nuestras
tropas de tierra?
D.A.
¿Me preguntas sobre las investigaciones “¿Cómo es posible que nuestros
cazas lo permitieron?”? Te lo diré sinceramente: no recuerdo ningún caso
de esta investigación en nuestra división.
A.S.
¿Cómo os alimentaban en el frente?
D.A.
Comparando con la comida en la Academia y en el ZIAP – excelente.
Recuerdo el día cuando llegamos al regimiento. Todos éramos muy jóvenes.
Llegamos justo a la hora de cenar. Entramos en el comedor, nos sentamos,
viene la camarera y nos dice: “¿Qué desean? De primer plato tenemos
borsh y sopa”. Nos quedamos muy sorprendidos. Uno de nosotros dijo:
-
¿Podemos pedir ambos?
-
Por
supuesto.
Nos
trajo dos platos para cada uno (por cierto, los platos eran grandes,
como en el pueblo). Nos pusimos a comer como locos. Luego la camarera
vino otra vez: “¿Tomarán el segundo?” –“Si”. Pero ya no nos atrevimos a
pedir la segunda ración del segundo. Aun así, nos hinchamos de comida.
Luego vimos que otros pilotos pedían “repetir” el segundo plato.
“¡Que
chollo!
Se
puede repetir el segundo”.
O
sea, nos cansamos de comer en pocos días.
A.S.
¿Tenían miedo al osobíst (agente
de
NKGB)?
D.A.
No hay palabra para describirlo. ¡Temblábamos de miedo! Los osobíst
tenían mucho poder, eran capaces de convertir en polvo a cualquiera.
A.S.
¿Los osobíst (en su opinión) eran necesarios?
D.A.
Lo más seguro es que si. El Ejercito Rojo no era aquella organización
donde una persona (incluso un osobíst) podía estar sin hacer nada.
Siempre había trabajo para todos, y mucho. En nuestro regimiento, en el
año 1942, incluso capturaron a un espía (me lo contaron). Era piloto.
Pero no era un piloto de combate, era piloto de comunicaciones. En el
regimiento había aviones de comunicación Po-2. Transportaban diversa
documentación, ordenes de combate y etc. En el año 1942, cuando los
alemanes se acercaron a Stalingrado y cuando se entregó Vlásov, aquel
piloto de comunicaciones “se retrasó” en uno de sus vuelos. Comenzaron a
interrogarle, y él dijo que el retrasó se debió a la perdida de
orientación en el aire. Le creyeron.
Luego
se retrasó por segunda vez.
Y es
cuando los osobíst “le agarraron por el cuello”. Y él finalmente
reconoció que aterrizaba en el territorio alemán. Les entregaba
información, es decir, se sacaba un sueldecillo extra. Lo juzgaron y lo
fusilaron ante de nuestra formación.
A.S.
Supongamos que uno de los pilotos escribe una denuncia a los osobíst.
¿Cómo
le tratarían luego sus compañeros?
D.A.
Matar – no le hubieran matado. Pero este tipo no duraría ni un solo día
en el regimiento. El comandante del regimiento intentaría desprenderse
de él por todos los medios. Y el osobíst no se hubiera opuesto. En el
aire los pilotos deben tener la plena confianza en sus compañeros. Tal y
como pasaba en nuestro regimiento. Nosotros confiábamos plenamente unos
en otros. Era una confianza absoluta.
A.S.
¿Y que pasaría si uno de los pilotos “hubiera firmado” para ejercer de
“chivato” y los demás se enterarían?
D.A.
No pasaría nada, dado que todos los pilotos en teoría éramos “chivatos”,
sin ninguna excepción.
¿No
lo sabias?
Escúchame. Cuando estábamos en la Academia en el año 1942, todos los
cadetes sin excepción fueron invitados al despacho para “charlar” con el
osobíst de la Academia. Nos hacia una breve entrevista, y luego nos daba
firmar un documento, el cual te obligaba a informar a los órganos
competentes sobre cualquier sospechoso. La regla era bien sencilla: si
firmas, puedes continuar siendo cadete, de lo contrario te vas a la
infantería, con una anotación de
“políticamente dudoso”
en tu expediente personal. Nadie de nuestra Academia fue expulsado, por
tanto deduzco que este documento lo firmaron todos. Yo también lo firmé.
Seguramente incluso hoy en día este documento aun permanece depositado
en mi expediente personal. Firmar y
“chivarte”
son
dos cosas muy distintas.
A.S.
¿Un comandante podía pegarle un tiro a su subordinado?
D.A.
Coger y pegarle un tiro, sin más – no. Pero llevar a un piloto al
Tribunal de guerra – si.
Recuerdo que después de la guerra nos reforzaron con un escuadrón entero
procedente de uno de los regimientos
disueltos.
Pues en aquel regimiento, durante la guerra hubo un caso de fusilamiento
de un piloto por cobardía mostrada en el combate. Le llevaron a un
Tribunal de Guerra, cuya sentencia fue contundente: “fusilamiento ante
la formación”. Así que lo pusieron delante de todos y lo fusilaron. Y
los ejecutores fueron del personal de su propio regimiento. Cuando ante
sus compañeros leyeron la sentencia, preguntaron: “¿Quién se ofrece de
voluntario para ejecutar la sentencia?”. Se ofrecieron seis personas.
Esto quiere decir que aquel piloto era un cobarde de verdad. En nuestras
Fuerzas Aéreas
la cobardía
era imperdonable.
Recuerdo un único caso de uso de armas personales por parte de un
comandante. Fue en la Academia. Yo mismo lo vi. Todos nosotros acabamos
teniendo
piojos, así que el comandante del pelotón dio la orden: todos a
cortar el pelo. Uno de los cadetes se negó. El comandante enseguida dio
la orden: “¡Todos a formar filas!
¡El
cadete…
(tal)
dos
pasos hacia delante!
¡Le
repito mi orden!”. El cadete se negó por segunda vez. Y no solo esto:
salio de la formación y se fue corriendo. El comandante sacó la pistola
y pegó un tiro en el aire. El cadete se tiró al suelo y se quedo quieto
como un conejo. El comandante: “¿Esta clara la orden?”. El cadete,
totalmente frustrado: “Si, a s-us or-de-nes, esta claaa-ro”. “¡Al
peluquero, ahora mismo!”. Fue corriendo, como un cordero…
A.S.
El miedo en la guerra. ¿Qué era lo más temido? ¿El cautiverio alemán, el
osobíst, la muerte, la invalidez, alguna otra cosa?
D.A.
Lo más temido era una falsa acusación de ser un cobarde. Incluso el
osobíst no era nada comparado con esto.
Yo
puedo decirte que me acostumbré al miedo a la muerte. Al fin y al cabo,
yo era un piloto de guerra y me encontraba continuamente a dos pasos de
la muerte. Pero si la gente de tu entorno te acusa de ser un cobarde, ya
no queda ninguna esperanza. Nadie se pondría a defender a un cobarde.
¿Como
ibas
a demostrar tu inocencia?
En
una ocasión, en nuestro regimiento el comandante del escuadrón acusó de
cobarde a uno de los comandantes de la escuadrilla (estaban “en
caliente”, pero…). Pues acabaron sacándose las pistolas.
Les
separaron a fuerza.
No
había una acusación más grave que la acusación de ser un cobarde. Dios
te salve de que te acusen de esto, no te dejarían vivir. Yo tenía
mucho miedo a semejante acusación.
En
nuestro regimiento hubo otro caso, aun cuando pilotábamos los I-16 (me
lo contaron). Durante un combate al piloto se le paró el motor. Aterrizó
sobre la panza en un campo. Recuperaron el avión y arrancan el motor:
funciona como un reloj. Comenzaron a sospechar de él. Aquél piloto
seguía volando. Dentro de poco tiempo tuvo otro parón del motor, y otro
aterrizaje sobre la panza. Otra vez probaron el motor: funcionaba
perfectamente. El piloto fue castigado en el acto, pero lo peor de todo
es que dejaron de confiar en él. Al muchacho no le dejaban vivir. Días
después por alguna causa se necesitó desmontar de su avión el depósito
de combustible. Y cuando lo desmontaron, dentro encontraron un tapón del
cubo de transporte de combustible. El depósito del I-16 tenía una
boca
ancha, y sin ningún tipo de protección, así que el tapón del cubo por
alguna razón acabó dentro del depósito. (En aquel entonces el
combustible normalmente se cargaba en los depósitos mediante cubos).
Durante las maniobras en el aire, aquel tapón obstruía el paso del
combustible, y el motor se paraba. Yo temía hasta temblores en el cuerpo
de tener una falsa acusación como esta.
A.S.
¿Qué era lo más temido en el aire?
D.A.
Despistarte y no detectar a tiempo un ataque sorpresa. Era lo único que
me daba miedo. Pero cuando comenzaba la “pelea de perros”, ya no tenias
tiempo para sentir miedo. Además, teniendo en cuenta el hecho que yo no
dudaba ni un instante en la superioridad de mi La-5 a la hora de llevar
a cabo un combate maniobrable.
A.S.
¿Cómo realizaban la limpieza de la cabina en el frente?
D.A.
La regla era bien sencilla: sentarse en la cabina solamente con el
calzado limpio. Es decir, no puedes entrar en la cabina hasta que no
limpies tus botas.
Cuando despegábamos en el barro, nuestras botas se desgastaron por
completo. De pronto vino alguien y dijo que nuestras tropas capturaron
un almacén repleto de botas de goma. Convencimos al comandante del
regimiento para que nos permita coger un vehiculo e ir a buscar estas
botas. Nos llevamos un montón, para todo el personal del regimiento.
Cuando me las puse, me puse muy contento. Seguí volando con estas botas
hasta el último día de la guerra. Primero porque las botas garantizaban
que los pies estén siempre secos. Segundo porque mientras vas andando
por el barro hasta tu avión, las botas se ensuciaban. Buscas un charco
al lado del avión, limpias tus botas y ya puedes sentarte en la cabina.
Aquellas botas nos vinieron de fabula. Todo nuestro regimiento calzaba
aquellas botas, incluso el propio comandante del regimiento.
A.S.
¿Partían la cara al personal técnico por un mal mantenimiento de los
aviones?
D.A.
No.
Los aviones siempre estaban bien preparados.
A.S.
¿Podían romper la cara a otro compañero por el comportamiento indebido
durante el combate? ¿Por ejemplo, por abandonar a un compañero, por
cobardía, y etc.?
D.A.
Si alguien abandonaba a su compañero en un combate, o por actos de
cobardía, no le partían la cara. Lo llevaban al Tribunal de Guerra.
A los
pilotos jóvenes les mantenían con “guantes de acero”. La jerarquía era
muy definida. La obediencia a los superiores era absoluta. Nada de
familiaridades.
Después de cada vuelo de combate comenzaba el análisis de comportamiento
de cada uno. ¡Agarrate! Pero por otro lado los órganos políticos siempre
estaban controlando, para que este proceso no salga de los “limites”.
Referente a las “partidas de cara”, cuando había motivos, nosotros
mismos “ejecutábamos el castigo”. Hubo un loco, se emborrachó y salio a
la calle, pilló a un anciano que para su desgracia llevaba una pequeña
bolsa de sal. El tipo aquel agarró al viejo y se puso a chillarle:
“¿¡Dónde vas con el ammonal, canalla!? ¡Eres un terrorista!”. Por
suerte, en aquel momento por el lugar pasaba un comandante del
“regimiento hermano”, y vio cómo el piloto esta sacudiendo al anciano.
“¿Qué esta pasando aquí?”. El tipo aquel (contento) responde: “¡Mire, he
capturado a un espía!” El comandante del regimiento soltó al anciano, se
disculpó. Luego cogió a aquel tipo, lo llevo a su puesto de mando y le
metió de hostias hasta tal punto que luego lo tuvieron que ingresar en
un hospital.
Recuerdo cómo estábamos dando “lecciones de comportamiento” a uno de
nuestros pilotos. Todo el grupo estaba implicado. Teníamos a un tipo que
cuando se emborrachaba se volvía completamente chalado. Una vez se
emborrachó y se puso a pegar al coronel del servicio médico. ¡Un
leytenant pegando a un coronel! Esto significa el Tribunal de Guerra.
Pues el zampolit Guskov le salvó la vida, no dejó que le juzguen en un
tribunal. Habló con aquel coronel “de forma adecuada”, le explicó que
“el chaval estuvo bajo fuerte presión, se le fue la cabeza” y le pidió
que no informe sobre este asunto a las instancias superiores. Aquel
coronel resultó ser una buena persona, y decidió a no destrozarle la
vida. Pero podía haberlo hecho perfectamente. Luego nosotros le
explicamos muy bien a aquel tipo, como, cuando y donde el “no tenia
razón”. Luego durante mucho tiempo estuvo “brillando” con unos “faroles”
debajo de los ojos.
A.S.
¿Hubo algún encuentro con los pilotos de las fuerzas aéreas aliadas?
A.S.
Con
los checos.
Pasó
de forma muy curiosa. Un día en nuestro aeródromo aterrizó un piloto
checo. Llegó pilotando a un avión alemán ligero. Lo recuerdo muy bien,
estuvo en nuestro puesto de mando expresando su inmensa alegría, como si
fuera un niño. Estaba tan contento porque no le llegaron a derribar ni
los alemanes ni los nuestros. Según sus palabras, los pilotos de caza
checos que estaban luchando en Luftwaffe decidieron pasar a nuestro
bando. Y lo decidieron hacer con sus propios aviones, con los
Focke-Wulf. Pero alguno de sus compañeros les delató, y cuando ellos
llegaron al aparcamiento, todos sus aviones estaban con las ruedas
cortadas. Así que tuvieron que coger cualquier avión que quedaba en
servicio.
Luego
formamos un regimiento de caza checo compuesto por aquellos pilotos.
Nuestros pilotos recibieron la orden de trasladar los cazas para armar
aquel regimiento. Yo también estuve formando parte del “comando de
traslado”. Lo hicimos sin incidencias.
En
otra ocasión asignamos una escuadrilla (yo no estuve formando parte)
para encontrarse en el Elba con los aliados. Asignaron a cuatro cazas, y
les dieron una orden muy estricta: “¡No cruzar el Elba bajo ninguna
circunstancia!”. Pues ellos volaron hasta allí, al parecer vieron “algo”
en la orilla opuesta (los aliados tampoco cruzaron el río para no entrar
en nuestro territorio). Así que
nosotros
consideramos que el encuentro del
Elba
tuvo lugar
por
nuestra parte.
En
una ocasión nos visitó un
Lightning,
un caza de doble cola. No aterrizó, simplemente realizó un pilotaje
sobre nuestro aeródromo. Al parecer, la iniciativa fue tomada por el
propio piloto americano. Decidió hacer la visita a sus aliados, para
verlos de cerca, y por su puesto para mostrar su maestría de pilotaje.
A.S.
¿Y que le pareció el Lightning?
D.A.
Como avión, era un aparato interesante. ¿En cuanto al pilotaje? Como
cualquier otro, nada en especial. Nosotros teníamos pilotos que lo
hacían mejor (yo mismo, si quieres).
A.S.
¿Os enseñaban las características de los aviones aliados? ¿Las siluetas,
sus características táctico-técnicas básicas?
D.A.
Por su puesto. Conocíamos el aspecto de los principales cazas y
bombarderos aliados. Disponíamos de los planos y de carteles. Y lo
curioso es que cuando nos trajeron estos postes, resultaron ser de
fabricación alemana. Eran trofeos.
Pero
la mayor parte del tiempo, evidentemente, era dedicada en estudiar las
características táctico-técnicas de los aviones alemanes. Aquí es donde
empollábamos todo, empezando por el aspecto físico y acabando por los
sectores de tiro de su armamento defensivo. Aquí nuestros mandos estaban
muy puestos en el tema, no nos dejaban olvidar ningún detalle, nos
examinaban continuamente.
Tengo
que decir que aparte del Bf-109 y FW-190 también vi a un Messerschmitt a
reacción. Y no solamente lo vi, sino que fui atacado por él.
Nosotros estábamos en Alemania, relativamente cerca de la ciudad de
Drezden. Un avión apareció por encima de nuestro aeródromo. Cuando lo
vimos de cerca, resultó ser un avión hasta ahora desconocido por
nosotros, y además iba muy rápido. El avión se dirigió a la autopista y
empezó a atacar los vehículos que circulaban por ella (decían que aquel
alemán prendió fuego a muchos automóviles nuestros). Luego cuando el
alemán iba de vuelta, pasó otra vez por encima de nuestro aeródromo.
Recibimos la orden de escoltar la zona del aeródromo, por si se nos
presenta la ocasión de atacar a ese alemán. Por su puesto que un
“Lávochkin” seria incapaz de alcanzarlo en velocidad, esto esta claro.
Pero si el alemán se despistara en picado, podríamos haberlo alcanzado.
Al menos,
para
darle un susto.
Hice
varios vuelos de estos, evidentemente no derribé a nadie, pero el alemán
dejó de volar.
Estuvo un tiempo sin aparecer. Pero un día lo volvimos a ver otra vez.
Paso por encima de nuestro aeródromo, dio la vuelta y se dirigió en
dirección contraria. Vimos que se puso a picar, incrementando el ángulo
de picado. Luego disparó una salva de cohetes contra nuestro
aparcamiento. Explosiones, ruido… Estábamos ya en primavera, todo estaba
seco, la hierba comenzó a arder. Hizo solamente un ataque y se retiró.
Nosotros fuimos corriendo hacia nuestros aviones, estábamos preocupados
por ellos. Resulta que todos los aviones estaban intactos, pero murió mi
mecánico Kovalénko. Tenía la cabeza literalmente destrozada.
A.S.
¿Usted esta seguro que eran cohetes?
D.A.
Cerca de nuestro aparcamiento encontraron una chatarra humeante en forma
de tubo. Al principio incluso nos daba miedo acercarse a ella. El
ingeniero del regimiento estuvo entre nosotros. Le dijimos: “vete a ver
que carajo es esto”, por lo que él nos contestó: “¡vayan ustedes mismos,
yo mejor me quedo por aquí¡”. Cuando el tubo se enfrió, dejo de soltar
humo, lo levantamos para ver que era. Parecía
un proyectil a reacción.
A.S.
¿Cómo reaccionaron ante la apertura del Segundo Frente en Normandía, en
el año 1944?
D.A.
De ninguna forma. En el año 1944 nosotros sabíamos perfectamente que
íbamos a vencer sin la ayuda del Segundo Frente. El Segundo Frente era
necesario en el año 1942. Era entonces cuando lo estábamos deseando de
verdad. Pero en el año 1944 nos daba absolutamente igual, si lo hay o si
no lo hay. El desembarco aliado no tuvo ninguna repercusión en absoluto
en nuestro frente. Al menos nosotros, los pilotos de rango bajo y medio,
no notamos ningún cambio.
A.S.
¿Qué tipo de relojes de mano llevaban?
D.A.
La
mayoría
de los pilotos no tenía
reloj.
Yo no
tenía.
Tuve
mi primer reloj en el año 1945. Era un reloj alemán,
un
trofeo.
A.S.
¿Cuándo empezaron a creer en nuestra victoria, que expulsaremos a los
nazis de nuestras tierras?
D.A.
Desde el primer día de la guerra nunca habíamos dudado en nuestra
victoria. A pesar de que aquellos tiempos eran durísimos. Los alemanes
iban avanzando hacia el Caucaso, a los cadetes nos trasladaron al quinto
pino, teníamos
piojos, no había nada para comer, los aliados no querían
abrir el Segundo Frente (nosotros confiábamos mucho en el Segundo Frente
en aquel entonces). Pero aguantamos, puede que gracias a nuestra
educación, o puede que teníamos muy claro que había que aguantar todas
las dificultades y que no había otra alternativa, o puede que vivíamos
de un solo día, pero en cualquier caso nunca habíamos dudado de nuestra
victoria.
Luego
las cosas comenzaron a ponerse en su lugar: nos desprendimos de los
piojos, comenzaron a entregarnos ropa de cama, derrotamos a los alemanes
en Stalingrado, nuestra alimentación mejoró, luego derrotamos a los
alemanes en Kursk, a la Academia empezaron a suministrar el La-5 – y en
aquel momento comprendimos que llegó el final para los alemanes. Que
estamos venciendo.
Tu me
estas haciendo preguntas, me estas grabando. Esto me sorprende: yo no
soy ningún héroe, y no he cometido ninguna hazaña.
Yo
tuve mucha suerte. Yo llegue al frente cuando nuestra aviación dominaba
el espacio aéreo. Yo pilotaba unos excelentes cazas, que no eran nada
inferiores a los cazas enemigos, de lo contrario, eran mejores en
ciertos aspectos. En el combate me cubrían las espaldas excelentes
pilotos, y estuve cumpliendo órdenes de unos experimentados y talentosos
comandantes. Yo no soy ningún héroe, yo simplemente estaba haciendo mi
trabajo. Los auténticos héroes eran aquellos que luchaban con los
alemanes en los años 1941-1943. Eran ellos los que reventaron a la
Luftwaffe, yo solamente tuve que terminar su trabajo. No era más que
terminar lo empezado por ellos, y era lo que yo estaba haciendo,
aplicando todos mis esfuerzos. Por eso te digo que yo no soy ningún
héroe, y no cometí ninguna hazaña.
Julio de 2004.