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Diario de Valentin Akkuratov (extractos)

 

Extractos del diario de Valentin Ivanovich Akkuratov, famoso navegante de la Aviación Polar, que voló en el ANT-42 “dubler” (el segundo prototipo, que se usó en combates, alcanzando el record de número de vuelos. Este avión se usaba normalmente como iluminador del objetivo).

 

No era fácil detectar los objetivos, sobre todo por la noche. No en vano, a la tripulación del avión iluminador se asignaba a mas expertos los navegantes, que siempre encontraban con exactitud el objetivo y “colgaban” sobre él las “lámparas de araña”, compuestas por decenas de bombas de iluminación de 100kg. Gracias a su luz los demás bombarderos encontraban los objetivos para las bombas de alto explosivo e incendiarias.

 

El enemigo utilizaba numerosos trucos para esconder sus objetivos de nuestros bombarderos. Antes de la Batalla de Kursk, cuando oía el ruido de nuestros motores, abría un denso fuego antiaéreo y activaba decenas de reflectores antiaéreos (¡lo que ayudaba a localizar el objetivo!), pero ahora los nazis se ocultaban hasta que el avión comenzaba a lanzar las bombas de control. Entonces les fallaban los nervios, y comenzaban a disparar a discreción. Mientras tanto, el avión-iluminador, tras asegurarse de que había localizado el objetivo, daba vuelvas por encima de él, realizando maniobras de evasión de la AAA y de los reflectores antiaéreos, lanzando metódicamente y a intervalos temporales estrictos las series de hasta 40 bombas de iluminación que era suficiente para ayudar a los demás bombarderos a cumplir su misión. Tras finalizar el bombardeo, la tripulación del avión iluminador tenia que registrar los resultados del bombardeo, fotografiando el objetivo atacado (lanzando aviafotobombas, nota mía).

 

Mientras los bombarderos restantes se encontraban dentro del alcance de la AAA enemiga durante 1,5-2 minutos, el avión-iluminador permanecía sobre el objetivo hasta 45 minutos. Estaría mintiendo si dijera que las tripulaciones recibían la llegada del navegante-iluminador con entusiasmo. No hay que olvidar que una misión como esa era equivalente a 10-15 misiones de combate “rutinarias”. Pero por otro lado este tipo de misiones para nosotros eran honorables, y los pilotos estaban orgullosos de cumplirlas, ya que esto era considerado como una confirmación de su alto nivel de preparación y coraje.

 

Los pilotos experimentados estaban acostumbrados al fuego antiaéreo y maniobraban con seguridad entre las explosiones de los proyectiles antiaéreos. Pero cuando de repente el enemigo paraba de disparar y sus reflectores antiaéreos comenzaban a buscar a nuestros bombarderos con  mayor intensidad, nos alertábamos más, dado que era  indicio de que entraban  en combate sus cazas. Para retirarse de los cazas, nuestros pilotos lanzaban sus pesados aviones en picados, destrozando nuestros tímpanos con los cambios de presión, o en giros de combate muy pronunciados, hasta que parecía que las alas o la cola estaban a punto de partirse. Parece increíble pero el bombardero de treinta toneladas, vibrando y sacudiéndose a causa de las bruscas evoluciones y las ráfagas de nuestros cañones y ametralladoras aguantaba todas esas enormes sobrecargas y escapaba para ocultarse en la oscuridad.

 

Unas escenas horribles pero emocionantes se producían durante los combates aéreos entre nuestros bombarderos y los cazas enemigos, que se acercaban por la cola. El fuego de nuestros cañones de alta cadencia y ametralladoras de gran calibre obligaba a los pilotos enemigos a retirarse, o a ser derribados.

 

Durante las cortas noches veraniegas, durante la vuelta a casa, nosotros habitualmente ascendíamos a una gran altitud y tras activar el piloto automático observábamos a los pilotos de la Luftwaffe que intentaban alcanzarnos. Por norma general, estando a 8.000-8.500m de altitud ellos caían en barrena por el enrarecimiento de la atmósfera. En aquel entonces no teníamos trajes para vuelos a gran altitud, sin los cuales hoy en día seria impensable realizar un vuelo a gran altitud. Nos salvaban los gruesos monos de vuelo y las mascaras de oxigeno, pero cualquier movimiento cortaba la respiración, la vista se oscurecía y, comenzaba la apatía. Los pilotos alemanes estaban en la misma situación, y en ocasiones cuando detectábamos aviones enemigos, hacíamos apuestas, apostando cada uno por una altitud a la que los cazas iban a caer en barrena.

 

Otra razón por la que subíamos a gran altitud era debida a que el fuego de la AAA de pequeño calibre, que nos acompañaba hasta la primera línea del frente, a estas altitudes  era ineficiente, mientras que las baterías de gran calibre eran flanqueadas.

 

 … En este caso, nos poníamos las máscaras de oxígeno. En la cabina había la misma temperatura que en el exterior, es decir -20°C o incluso -40°C. Cuando ascendíamos a 7.000 metros, el termómetro marcaba -55 ºC. Las máscaras, que ya eran incómodos por si mismas, se cubrían rápidamente de carámbanos que nosotros teníamos que romper constantemente para que no impidieran respirar, y eso nos distraía de la observación de la situación en el aire. Además, el navegante y el copiloto tenían que gritar de vez en cuando los artilleros, para que no se duerman por la falta de oxígeno en sus estrechas cabinas.

 

Otros extractos del diario, año 1943.

 

12 de abril. Hoy fuimos a Koenigsberg. Pudimos penetrar con normalidad las defensas antiaéreas, pero a 100km del objetivo de repente nos encontramos un ciclón frontal. Desde una altura de 7.000 metros descendimos sobre el objetivo hasta los 500m, pero no logramos atravesar las nubes. Al parecer, la nubosidad se extendió hasta el suelo, y el calibre de nuestras bombas no permitía bombardear por debajo de 500m, ya que existía el riesgo de recibir daños por nuestras propias bombas. El fuego antiaéreo era débil y los cazas no volaban en esas condiciones meteorológicas. Fuimos hacia el objetivo secundario, donde lanzamos nuestras bombas. Todos los aviones regresaron a la base.

 

13 de abril. De nuevo recibimos la orden de bombardear los objetivos militares de Konigsberg. El ciclón ya había pasado. El fuego de los antiaéreos de gran calibre era intenso. El objetivo fue alcanzado. El vuelo duró 9 horas y 20 minutos. Volvimos sin pérdidas.

 

14-15 de abril. Bombardeamos  objetivos en Danzig: puerto y fábricas. Hubo  gran cantidad de reflectores antiaéreos lo que significaba que el aire se encontraban sus cazas. Dos veces caímos dentro de lo rayos de los reflectores, y nuestros artilleros, tanto en las torres como en las góndolas del tren tuvieron que trabajar duro para rechazar los ataques del enemigo. Todos los aviones regresaron a la base. Volamos alrededor de 10 horas, de las cuales 6 a una altitud de 6.000 metros".

 

20 de abril. Bombardearon las instalaciones militares y concentraciones de tropas en Tilsit. En tierra había un mar de fuego, explosiones de los trenes con municiones, las trazadoras de los cañones antiaéreos automáticos, rayos deslumbrantes de los reflectores – todo un infierno. Todos los aviones regresaron a la base.

 

22 de abril. Continuamos eliminando los objetivos militares en Prusia Oriental. Hoy bombardearon Insterburg. El ataque fue masivo, aparte de por nuestra división el objetivo fue bombardeado por 200 bombarderos medianos. Debido a los numerosos incendios la tierra estaba iluminada como si fuera de día: se veían con claridad la estación de trenes incendiada, las calles y las fábricas. El olor a quemado penetraba incluso en la cabina de nuestro avión... Un bombardero no regresó a la base.

 

28 de abril. Hoy de nuevo fuimos a Koenigsberg. Nuestro avión, apodado  “Barba” (por la cabina inferior del navegante en la primera versión, ya que era el segundo prototipo que posteriormente fue modernizado), aunque era de serie (porque lo modernizaron), era mas rápido y mas ligero que los demás, llegó 20 minutos antes de sus compañeros, para detectar el objetivo y “colgar” sobre el las bombas de iluminación.

 

29 de abril. Tras el ataque sobre Königsberg fuimos atacados por un grupo de cazas. Disparándoles con el armamento de abordo, nos retiramos a las nubes, donde ellos no se atrevían a entrar, seguramente por temor a colisionar entre ellos. Estando a punto de sobrevolar a la línea del frente, descendiendo entre las nubes, de repente nos encontramos con el fuego de barrera de la artillería antiaérea. Salimos de allí, variando bruscamente el rumbo y la altitud, pero aun así recibimos varios impactos de los fragmentos de la AAA. Me da lástima el libro, “la epopeya Kalevala”, el cual yo estaba leyendo a ratos durante el camino de regreso: los fragmentos del proyectil lo atravesaron en varias partes, y uno de ellos me desgarró la piel en la frente y dañó el casco de vuelo (el libro fue dado de baja de la biblioteca de división, pero aún lo sigo guardando hasta hoy en día, ya que me salvó la vida).

 

3 de mayo. Fuimos a Brest, donde nuestro servicio de reconocimiento detectó la concentración de tanques y artillería pesada. Evidentemente los alemanes no esperaban  la aparición de nuestros aviones de largo alcance, ya que sus cañones antiaéreos y reflectores estaban inactivos. Tras efectuar un ataque masivo, los convoyes ferroviarios se convirtieron en una montaña de de fuego y humo que nosotros veíamos a 120-140km durante nuestra retirada.

 

El 4, 5, 10 y 12 de mayo durante todas las noches bombardeamos los convoyes en los nudos ferroviarios. No hay que ser un estratega para ver la ubicación de estos objetivos y entender que se está preparando una gran ofensiva. En vano los fascistas intentan ocultar su maquinaria: la encontrabamos en cualquiera de las condiciones.

 

El secreto era simple: ellos mismos nos conducían al objetivo. Una vez, durante una noche clara pero sin luna, íbamos sobre territorio enemigo y detectamos en la oscuridad de la tierra  luces intermitentes. Mirando con atención, nos dimos cuenta de que los parpadeos eran en realidad código Morse. Estas luces estaban en los principales centros urbanos y en las referencias del terreno. Cada uno de estos faros daba señales que significaban dos letras determinadas, que se modificaban cada diez días. Tras haber colocado esos datos en el mapa, los navegantes rápida y precisamente guiaban sus aviones hacia un objetivo dado. Las luces enemigas también nos ayudaban durante el regreso, sobre todo eran útiles para un avión dañado, cuando los navegantes tras el combate aéreo nocturno perdían la orientación. Buscando a través de las nubes las luces del código Morse uno se aclaraba de donde se encontraba y cuánto faltaba hasta la línea del frente.

 

Con cada nueva misión de combate aumentaba nuestra pericia y comprensión de las tácticas del enemigo. Por ejemplo, si hace tan solo un año estábamos pensando con preocupación en cómo evitar los globos cautivos sobre el objetivo, ahora, tras lanzar las bombas, buscábamos esos globos para “quemarlos” con el fuego de nuestras ametralladoras pesadas. Estos globos eran una amenaza grave para nosotros: por lo general estaban emparejados, y arrastraban el cable de acero hasta los 6 mil metros. Eran invisibles durante la noche, y encima estaban dotados de minas electromagnéticas a distancia, y eran mucho más peligrosos para nosotros que la artillería antiaérea. Es por eso que nuestros artilleros  masacraban despiadadamente sus cuerpos plateados.

 

El éxito de un vuelo de combate dependía en gran medida del conocimiento por parte los navegantes de las condiciones meteorológicas reales sobre el territorio enemigo. En particular, era necesario tener información sobre la cota inferior de la nubosidad sobre el objetivo. Sin embargo, los mapas que recibíamos de los meteorólogos eran unos pronósticos, previsiones. Antes de la guerra eso era diferente: los informes sobre las condiciones meteorológicos se recibían por los meteorólogos desde toda Europa, y sus predicciones eran más o menos precisas.

 

Durante la guerra el intercambio de  información meteorológica se interrumpió. La situación empeoraba por el hecho de que las condiciones meteorológicas en Europa sobre el territorio ocupado por los nazis estaban bajo la influencia de las masas de aire que se desplazaban desde el oeste y el noroeste (desde Bélgica, Holanda y Noruega, que los nazis ocuparon en 1940). Por lo tanto, el reconocimiento de las condiciones meteorológicas tuvo que efectuarse por la tripulación del avión-iluminador. Cuando el avión llegaba al objetivo media hora antes de la llegada del grupo principal de los bombarderos, el navegante enviaba el informe a la base, la cual a su vez informaba a los navegantes de los demás aviones que se dirigían hacia el objetivo con intervalos de 5-10 minutos. El enviar al avión de reconocimiento meteorológico con una antelación mayor no era buena decisión, dado que en este caso se perdía el factor sorpresa y el enemigo tenia tiempo para poner en alerta a su defensa aérea.

 

De nuevo en este caso nos ha ayudaba la confianza de los nazis. El hecho es que sus estaciones de aeródromo enviaban metódicamente informes meteorológicos a los pilotos de la Luftwaffe, usando ondas de radio ultracortas (UHF) y empleando el código internacional. Y este código era perfectamente conocido por los pilotos de aviación polar, que antes de la guerra realizaban misiones de reconocimiento de la situación de los hielos en el Ártico. Aunque el alcance de estas radios era pequeño, no nos impedía obtener un panorama completo de las condiciones meteorológicas sobre el objetivo.

 

HR_Crash / HR_Torero

 

 

 

 

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