Por aquel
entonces el Ejercito Soviético estaba realizando la ofensiva en la
Prusia Oriental.
Los que
participaron en la toma de Kenigsberg, la capital de Prusia Oriental, de
sobra saben que clase de fortaleza representaba aquella ciudad. Estaba
dotada de fortísimas fortificaciones, dotadas del armamento más avanzado.
El 27.01.45,
nuestro regimiento recibió órdenes de realizar la siguiente misión:
ayudar a nuestras tropas terrestres a tomar la ciudad y la fortaleza de
Kenigsberg, bombardeando y asaltando las posiciones enemigas para
neutralizar su potencial defensivo.
El primer
vuelo de combate fue realizado por tres grupos de IL-2, con 6 aviones en
cada uno de ellos. El intervalo de tiempo entre cada grupo era de 10-12
minutos. El tercer grupo era liderado por mí.
Antes del
comienzo de la operación, el personal de vuelo estudió al mínimo detalle
las defensas enemigas, con especial atención al estudio de las
posiciones de artillería de campo y los antiaéreos de pequeño y gran
calibre. La defensa enemiga contaba con miles de piezas de artillería.
Debido a la
enorme cantidad de antiaéreos de pequeño y gran calibre, decidimos
adoptar la siguiente táctica que al comienzo de la operación nos pareció
la más apropiada: hasta el objetivo volábamos en formación de escalón
derecho a 1000-1200 metros de altitud. Realizamos una pasada sobre el
objetivo sin atacar para analizar la situación y precisar la posición
exacta de los objetivos, estableciendo la comunicación por radio con el
puesto de guiado. Posteriormente realizamos un giro a izquierdas y uno
por uno atacamos con las bombas, picando en un ángulo de 30-40° hasta
alcanzar los 300-600 metros de altitud y al salir del picado nos
poníamos en círculo para realizar posteriores ataques con cañones y
ametralladoras.
Esta táctica
era adecuada mientras nosotros atacábamos las posiciones enemigas de
fuera de la ciudad, pero cuando entramos en la zona urbana, comenzamos a
sufrir importantes bajas a causa de la artillería antiaérea de pequeño y
gran calibre.
Este hecho
nos obligó a cambiar la altitud de nuestros ataques.

Fig. 50
Las
siguientes misiones serian realizadas de modo diferente: nos acercábamos
a la zona del objetivo a 600-800 metros de altitud y primero lanzábamos
las bombas en planeo con un ángulo de 20-30°. Posteriormente nos
poníamos en “circulo” y realizábamos posteriores ataques comenzando
desde los 300 metros y acabando a 50-100 metros de altitud.
Esta táctica
resultó ser muy efectiva, tanto para causar el mayor daño al enemigo
como para reducir nuestras bajas. En los ataques posteriores no perdimos
ni un solo avión.
El origen de
la reducción de nuestras bajas era el siguiente:
En una gran
ciudad con un elevado numero de edificios de varias plantas, torres y
otros tipos de edificaciones de gran altura, la artillería antiaérea
tiene un sector de tiro muy limitado (ver Fig.50).
En la figura
podemos observar que mientras los Shturmovik trabajan desde una gran
altitud, la probabilidad de acierto de la artillería antiaérea es muy
elevada, dado que el sector de tiro de cada cañón es amplio debido a que
los edificios altos no obstaculizan el tiro de precisión.
Pero si los
Shturmovik disminuyen la altitud de vuelo, los edificios se convierten
en un obstáculo para la artillería antiaérea.
Solamente la
artillería de pequeño calibre instalada en los techos de los edificios
podría abrir fuego, y solo en aquel caso cuando el Shturmovik se
encuentra justo encima de esta batería en concreto.
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