En la Gran
Guerra Patriótica el enemigo defendía sus sectores estratégicos de los
ataques de la aviación nocturna mediante una gran cantidad de artillería
antiaérea, cazas nocturnos y reflectores antiaéreos. Todos estos
elementos eran coordinados entre si.
Los
reflectores antiaéreos capturaban con sus rayos a nuestros aviones. De
esta forma daban la posibilidad de abrir fuego de precisión a la
artillería antiaérea y facilitaban la búsqueda a los cazas de patrulla.
Un bombardero
suele ser atrapado por los rayos de los reflectores cuando se pone en
rumbo de combate, cuando deja de realizar maniobras de esquivación de
los antiaéreos.
Si el avión
es capturado por los focos, su tripulación tiene que prestar la máxima
atención a la hora de observar el espacio aéreo, y una vez lanzadas las
bombas, intentar salir de la luz de los reflectores cuanto antes.
Durante la
guerra en numerosas ocasiones yo terminaba siendo capturado por los
reflectores antiaéreos. El modo de actuar depende mucho de la velocidad
y de la maniobrabilidad del avión, así como de las habilidades del
piloto a la hora de escapar de los rayos de los reflectores.
El día 4 de
junio de 1942 yo realizaba el bombardeo sobre el nudo ferroviario de
Bryansk con el avión TB-3. Cuando me puse en rumbo de combate, mi avión
fue captado por 18 reflectores simultáneamente.
A causa de la
baja velocidad y mala maniobrabilidad del avión estuve expuesto a la luz
de los reflectores durante un tiempo bastante prolongado. Como
consecuencia, la artillería antiaérea tenía la posibilidad de realizar
tiro con eficacia. Mi avión quedó fuertemente dañado.
Posteriormente estuve pilotando el bombardero IL-4. Con este avión
también era atrapado por los reflectores en numerosas ocasiones, pero
siempre conseguía ocultarme de ellos en poco tiempo.
En una
ocasión me encargaron la misión de iluminar el objetivo con las bombas
de iluminación. El objetivo era la ciudad de Budapest. El sistema de
defensa antiaérea de esta ciudad contaba con más de 60 reflectores
antiaéreos.
Cuando me
puse en rumbo de combate, mi avión fue atrapado por los reflectores. El
avión fue acompañado por los focos hasta el momento del lanzamiento de
las bombas.
Una vez
lanzadas las bombas, pique bruscamente mi avión, y seguidamente ascendí
bruscamente desviándome de rumbo entre 12 y 20°. De esta forma pude
salir de los rayos de los reflectores.

Fig. 42
A causa de
mis bruscas e inesperadas maniobras los reflectores no eran capaces de
seguirme y me perdieron.
En numerosas
ocasiones me acercaba al objetivo de forma oculta, con los motores a
mínima potencia, por el método de pérdida de exceso de altitud. En la
mayoría de los casos obtenía resultados satisfactorios. Los reflectores
comenzaban a buscarme cuando yo ya estaba a punto de salir de la zona de
su alcance.
Cuando había
nubosidad, yo iba por debajo de las nubes sin ninguna preocupación, dado
que en el supuesto caso de ser detectado por los reflectores, con un
ligero movimiento de la palanca me ocultaba dentro de las nubes. Además,
los cazas enemigos no podrían volar encima de mi, dado que enseguida
serian detectados al ser perfectamente visibles con el contraste blanco
de las nubes.
En los vuelos
nocturnos la observación del espacio aéreo es plena responsabilidad de
los artilleros, sobre todo durante el rumbo de combate, dado que el
navegante esta ocupado realizando cálculos de la deriva y apuntando al
objetivo, y el piloto esta ocupado realizando las maniobras entre los
focos, estando toda la atención de ambos completamente ocupada.
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