Diciembre del
1941. Los potentes golpes del Ejercito Rojo en las afueras de Moscú
fueron desastrosos para el ejército alemán. El frente comenzó a temblar,
como una ola. Los combates más duros se produjeron en las afueras de
Moscú. La ola se iba moviendo hacia el sur, poco a poco perdiendo fuerza.
Se notaba que en la zona de Orel el frente se había roto y que los
alemanes comenzaron a retirarse hacia el oeste. Hacia Orel se dirigían
numerosas columnas de vehículos alemanes con diversos cargamentos, con
infantería y diverso armamento dañado.
Nosotros
salimos en misión de “caza libre”. Mi tripulación la formábamos el
navegador Nemtsev, operador de radio Fedoseev, y yo. Nuestro aeródromo
se encontraba en la población de Hava, en la región de Voronezh. No
podíamos malgastar la munición sobre los objetivos de poca importancia,
a pesar de que teníamos libertad de acción. Teníamos mucho para elegir:
columnas de vehículos, los aviones estacionados en los aeródromos,
concentraciones de convoyes ferroviarios en los nudos ferroviarios en la
zona de Orel, y etc.
Hacia calor.
Una nubosidad continua cubría la tierra completamente. La cota inferior
se encontraba a 300-400m sobre el suelo. Por eso oscurecía antes de lo
que nosotros estábamos esperando.
Primero
estuvimos volando en vuelo rasante, periódicamente subiendo a 100-150m
de altitud. He de decir que yo en pocas ocasiones pilotaba justo debajo
de las nubes, sobre todo cuando éstas se encontraban a 200-300 del suelo,
ni me gustaban los proyectiles y balas perdidas. En aquellas ocasiones
cuando aterrizaba con impactos, ni siquiera me daba cuenta que me
estaban disparando.
Volábamos
sobre un estrecho valle. De repente descubrimos a unos 30 alemanes al
lado de un puente, que cruzaba un pequeño arroyo. Ellos nos descubrieron
cuando ya era demasiado tarde: nosotros ya estábamos a 300 metros de
ellos y el navegador ya les enviaba disparando largas ráfagas con sus
dos ametralladoras. Varios soldados enemigos cayeron muertos en el acto,
el resto se quedaron de pie sorprendidos, giraron las cabezas hacia
nuestro avión y se tiraron al suelo.
Cuando
pasamos encima del puente, vi las ráfagas de la ametralladora de mi
operador de radio. Anochecía. Algunas tardes, sobre todo en invierno,
los objetos se desvanecen. Aumenté la altura para esconderme dentro de
las nubes.
De repente
oigo la voz del navegador: “Comandante, mire, los alemanes están
retrocediendo”. Por las cinco carreteras que se dirigían hacia Orel se
movían largas columnas de vehículos con los faros encendidos.
Minutos
después salimos a la carretera central. Debajo de nosotros teníamos una
brillante banda de luces. Por lo visto, el propio ruido de la columna
les impedía oír el sonido de nuestros motores, por tanto ellos seguían
su marcha hacia la ciudad como si nada hubiera pasado y sin apagar las
luces.
Informé al
operador de radio: “Atacamos”.
Disminuí el
gas, y con un ligero descenso dirigí el avión a lo largo de la
carretera. Mi tripulación ahora no ahorraba la munición, disparando
largas ráfagas sobre los vehículos. Durante 20 kilómetros, el navegador
y el operador de radio machacaban con sus ametralladoras a los vehículos
enemigos.
Luego pasamos
encima de la estación ferroviaria. Los numerosos convoyes ferroviarios
se apilaban en un reducido espacio. Giré el avión a 90 grados, ganando
la altitud. El navegador mediante luces de dirección me corregía el
rumbo hacia el objetivo. El viento irrumpía dentro de las escotillas
abiertas, el avión temblaba, rompiendo el silencio de la noche.
La onda
expansiva de nuestras bombas hizo saltar nuestro avión. El resplandor
del incendio iluminó toda la estación.
El operador
de radio me informó: “Camarada comandante, los convoyes estaban llenos
de municiones, los proyectiles están estallando”.
Teníamos que
retirarnos del lugar cuanto antes, pero la curiosidad me hizo volver a
la estación. Desde el bosque, por la izquierda y por delante abrieron
fuego dos ametralladoras antiaéreas. Sus trazadoras pasaban cerca del
avión.
Yo tenía
muchas ganas de ver los resultados de nuestro bombardeo. Giré hacia el
bosque y grité al navegador: “¡Mételes caña!”. El navegador envió largas
ráfagas dirigidas a los lugares donde se veían las llamas de las
ametralladoras. Estos alemanes no volvieron a disparar más.
Instantes
después el avión, lanzado por una explosión, cae bruscamente del ala
izquierdo. Se despertó la artillería antiaérea.
En descenso
me dirijo hacia el este.
Al pasar un
minuto la temperatura del agua del motor derecho comenzó a ascender
rápidamente. Tuve que pararlo.
Debajo de
nosotros se movían largas columnas de vehículos, brillando con sus faros.
Pero nosotros ya no podíamos seguir atacando: una noche muy oscura y una
fuerte nevada complicaron considerablemente nuestro vuelo. A pesar de
que yo tenía mucha experiencia en pilotajes nocturnos, volar con un solo
motor en estas condiciones no era una tarea fácil. Yo no podría haber
afirmado que nosotros íbamos a volver a la base si no fuera por el
radiotransmisor.
Realizando la
inspección pos-vuelo, descubrí que la metralla del proyectil antiaéreo
había impactado en el radiador del motor derecho, destrozando las
celdillas y en consecuencia todo el agua se había perdido. Pero toda la
tripulación estaba sana y salva.
CONCLUSION:
Todo
“bombardero-cazador” a la hora de realizar sus misiones normalmente ha
de volar en vuelo rasante, pero al mismo tiempo ha de tener en cuenta
que el lanzamiento de bombas desde vuelo rasante no garantiza buenos
resultados de lanzamiento dado que las bombas lanzadas rebotan del
suelo. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la visibilidad
desde bajas altitudes no es buena.
En esta
misión cometimos varios errores que nos impidieron aprovechar el
factor-sorpresa:
- A 20
kilómetros de Orel nosotros atracamos la columna de transporte, sabiendo
que no podíamos causar un daño significativo con las ametralladoras.
Hubiera sido más conveniente realizar el ataque directamente en la
región de Orel, donde todas las carreteras coinciden en un solo punto.
- Disparando
durante todo el camino hasta llegar a Orel, nosotros descubrimos nuestra
presencia, dando una oportunidad a la artillería antiaérea para detectar
nuestra posición.
- Intentando
causar algún daño a la columna de transporte, yo iba a baja altitud y al
salir a la estación ferroviaria decidí bombardearla de entrada. Pero
realizar el bombardeo a baja altitud no era posible, lo que me obligó a
realizar un viraje adicional para volver a ganar la altitud.
Como
consecuencia de todos estos errores, perdimos las principales ventajas
de un “cazador”: el factor-sorpresa, la rapidez del ataque-relámpago y
la rapidez de la retirada, por lo que tuvimos que pagar un precio en
cierta medida bastante elevado.
En las
posteriores misiones estos errores fueron tenidos en cuenta, pero a
pesar de todo, en ocasiones yo seguía arriesgando sin ninguna necesidad
a causa de mi entretenimiento en el momento de estar sobre el objetivo.
Por otro
lado, la “caza libre” ayudó a desarrollar la iniciativa y la creatividad
a mis subordinados.
Por ejemplo,
uno de los pilotos de mi escuadrón, leytenant Sivoldaev, realizó una
brillante misión de reconocimiento. Aquella misión fue encomendada por
los mandos del 8º Ejercito del Aire.
En abril del
1944, antes del comienzo de la operación de Crimea, me llamó el
comandante del regimiento y me ordenó realizar una misión de
reconocimiento visual sobre las posiciones alemanas en Perekopskie.
Realizar una
misión de reconocimiento de forma visual de las fortificaciones
preparadas para largos periodos de tiempo es una tarea muy complicada.
Las altitudes idóneas para este tipo de misiones son entre 400-800m,
pero hay pocas posibilidades para el éxito, dado que existe una gran
probabilidad de que el avión este derribado.
Sin dudar
mucho, llamé al joven piloto Sivoldaev. Era un hombre de gran coraje y
de una mente muy creativa. No tenía mucha experiencia, pero en aquella
misión la experiencia no era un factor determinante: se necesitaba sobre
todo a un hombre muy decidido y con un gran coraje.
Le expliqué
los objetivos de la misión y le dejé tiempo para pensar y para que pueda
asimilar la importancia de aquella tarea. Posteriormente le pregunté
sobre su propuesta para el plan de la misión.
Me dijo:
“Camarada comandante, creo que la mejor forma de cumplir esta misión es
volando en vuelo rasante. Propongo despegar, dirigirme en vuelo rasante
hasta llegar al puente Goncharskiy, y luego dirigirme a lo largo del
istmo hacia el mar abierto, ganando altitud hasta llegar a 7000 metros,
luego realizar el giro y volver hacia atrás.
Le dije:
“Esta bien pensado. Pero seria mejor comenzar por la parte final de su
plan. Usted volará hasta la línea del frente, alcanzará 7000m, saldrá en
el mar abierto y desde allí se dirigirá en descenso hacia el istmo”.
Durante el
primer vuelo de reconocimiento, Sivoldaev solamente pudo cumplir parte
de la misión, dado que altos juncos y una espesa hierba ocultaban las
fortificaciones. Al día siguiente la tripulación de Sivoldaev pudo
completar la misión con éxito, aportando todos los datos restantes que
servían de complemento a los datos obtenidos durante las misiones de
fotografía aérea realizadas previamente.
ALGUNOS CONSEJOS PARA LOS “CAZADORES”
El “cazador”
aéreo tiene que ser audaz, pero a la vez tiene que ser cauteloso; tiene
que ser impertinente pero no imprudente; tiene que tener iniciativa,
pero también conocimientos suficientes; tiene que ser motivado, pero
hasta cierto limite.
La táctica de
combate del cazador aéreo – es una ofensiva impertinente y muy agresiva.
Todas las
cualidades mencionadas pueden ser logradas mediante un trabajo continuo
y la auto superación, estudiando la teoría y llevándola a la práctica.
Una buena preparación física ayuda a superar todas las dificultades.
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