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Pilotos españoles en la guerra aérea en el frente del este

 

Escrito por Mikel Rodríguez 


Fue la campaña de la URSS la única en la que combatió un número importante de españoles por ambos bandos. Más de 40.000 en la División Azul y 749 con los soviéticos. Estos últimos tuvieron 204 muertos y se les concedieron más de 70 condecoraciones al valor. Procedían de los 3.000 niños evacuados
durante la guerra civil, sus 122 maestros y personal de asistencia, los 900 cuadros de PCE exiliados, los 69 marinos mercantes... La mortalidad se cebó sobre todo con los "niños de la guerra" residentes en Leningrado. De los 74 que se alistaron, generalmente mintiendo sobre su edad, sólo sobrevivieron 7.

Si quizá se produjo algún combate fratricida entre españoles, hubo de ser entre los aviadores. En la URSS vivían 157 aviadores republicanos, antiguos cadetes que no habían finalizado su instrucción de 75 horas de vuelo en la base aérea de Kirovabad o pilotos evacuados del campo de Gurs antes de la ocupación de Francia. Formaban un grupo de lo más heterogéneo, desde
universitarios políglotas, como José María Bravo o Andrés Fierro, a miembros de la clase más popular. En un principio no se requirieron sus servicios, pese a la escasez de pilotos con experiencia, por miedo a que desertasen.

 

Trabajaban en la industria, combatían en diferentes regimientos, en el maquis organizado por el coronel Starinov o en la 4ª Compañía Motorizada del NKVD. Además de hombres, en estas unidades servían en primera línea mujeres: María Pardina, África de las Heras, María Fortús... Desde el verano de 1942 unos 70 españoles se incorporaron a la fuerza aérea tras las gestiones del general Ossipenko, veterano de la guerra de España. Pese a su ilusión por luchar agrupados en una sola unidad, se les dispersó entre diferentes regimientos aéreos. Volaron aviones rusos e ingleses y norteamericanos proporcionados como ayuda de guerra. Las primeras reticencias desaparecieron y la escolta aérea que protegió al desconfiado Stalin en su viaje a Teherán estaba mandada por un español. Nueve alcanzaron la categoría de ases (3) y más de una decena cayeron en diversos frentes: Stalingrado, Cáucaso, Ucrania, Crimea, Gorki, el Báltico... En 1948 fueron desmovilizados todos los pilotos españoles que quedaban en la aviación militar soviética.

En el bando alemán también volaron españoles: la 15 escuadrilla del 27 Jagdeschwader, el Spanische Jagdstaffell o "Escuadrilla Azul". Esta unidad de caza y cazabombardeo rotaba a menudo sus componentes, sirviendo cinco escuadrillas de 12 aparatos desde el 2 de octubre de 1941 hasta abril de 1944. Sus 89 pilotos lograron un buen palmarés: 170 victorias a costa de 19 muertos y desaparecidos, 5 heridos y un prisionero. Dieciséis pilotos
alcanzaron la categoría de ases.

Progresivamente a los aviadores veteranos de la guerra civil se les sumaron varios "niños de la guerra", procedentes sobre todo de la casa de acogida de Kiev. Cuando esta residencia fue evacuada, por lo menos cuatro lograron ingresar en la academia aérea: José Luis Larrañaga, Antonio Lecumberri, Ramón Cianca e Ignacio Aguirregoicoa. Tres no sobrevivirían a la contienda,
entre ellos Larrañaga, que con cinco victorias fue el único as entre los niños evacuados.

Ignacio Aguirregoicoa Benito nació en Placencia en 1923. Tenía un maestro republicano, Ramiro Munilla, que les hablaba de la ideología socialista y sacó a sus alumnos para que aplaudiesen a Alcalá Zamora cuando visitó la zona. En 1937 fue evacuado de Bilbao con destino a Leningrado. Tras pasar por la academia de aviación, en julio de 1943 se presentó en su nueva unidad
del frente Báltico. La mandaba el as Pokrishev, con 23 victorias en su haber. En algún libro puede leerse que a su superior le llamó la atención su pelo negro y rizado, sus ojos oscuros y ese toque de altanería que el tópico ruso espera del español. Debe de tratarse de una licencia literaria, porque quienes lo conocieron lo recuerdan como un niño muy rubio. Con el nombre de guerra de Benito Aguirre, al confundir el segundo apellido con el nombre y acortar el impronunciable Aguirregoicoa, combatió 8 meses, bastante más del promedio de supervivencia de un piloto novato en Rusia. El 9 de marzo de 1944 despegó del aeródromo de Gdov, una base avanzada junto al lago Peipus.

 

Probablemente formaba parte de la escolta de los bombarderos que ese día atacaron Tallin. La versión oficial es que vio como un caza enemigo se pegaba a la cola de su pareja, Alexander Pristupa, se abalanzó sobre el alemán y logró derribarlo. Pero la maniobra lo puso al alcance del resto de la escuadrilla enemiga, que lo abatió en llamas. Por esta valerosa acción obtuvo la orden de la Estrella Roja. En realidad sobrevivió al combate, pero perseguido por la policía letona, colaboradora de los nazis, prefirió pegarse un tiro antes de la captura. Tenía 21 años. Enterrado en Mustvee, ciudad del este de Letonia, en 1965 dieron su nombre a una calle de esta ciudad a instancia de las Juventudes Comunistas (...)

La guerra aérea de los Aldecoa El 25 de noviembre de 1943 el 55º Group del VIII Mando de Caza estadounidense operaba sobre la región de Hazebrouck-Lille. Un área de máximo riesgo pues era la base del Jagdgruppen 26, una de las mejores unidades alemanas. Los aviadores norteamericanos se las veían con pilotos
más expertos y mejores máquinas, pero eran optimistas: habían recibido un completo entrenamiento, les cuidaban bien en su base de Nuthampstread, resultaban muy populares entre las chicas locales y su motivación era alta.


Uno de estos pilotos era el teniente Manuel Aldecoa, un vasco de Idaho, hijo de emigrantes de Mutriku y Ea. Su familia había prosperado en el Nuevo Mundo y sentía muy dentro la bandera de las barras y estrellas. Pero ese día se le acabó la suerte a la familia Aldecoa. Se toparon con cazas enemigos y Manuel
se enzarzó con el comandante del Gruppe, el experten Johannes Seifert, un as con 56 victorias en su haber. Durante el combate chocaron y ambos aviones cayeron cerca de Merville. El teniente Aldecoa no pudo lanzarse en paracaídas, la configuración del fuselaje de su bimotor P-38 hacía casi imposible saltar en una barrena. Cuando el telegrama con la luctuosa noticia llegó a Idaho, su hermana Maurina decidió continuar la lucha de Manuel e ingresó en los servicios secretos norteamericanos.

No era Manuel el único Aldecoa que pilotaba un caza en 1943. Vicente Aldecoa Lecanda, de Bilbao, había tenido su bautizo de fuego en febrero.


Sobrevivía y se había convertido en todo un experten: llevaba en su cuenta 8 cazas enemigos y entró en el escogido grupo de los ases aéreos. Pero el alférez Aldecoa volaba con los nazis en la Escuadrilla Azul y sus víctimas eran los soviéticos. De vuelta a España, sirvió como piloto de pruebas hasta que se mató en un accidente durante una exhibición acrobática en 1954.

 

 

 

 

© Mikel Rodríguez