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SEBASTIÁN ALTEMIR ALTEMIR
 

VIVENCIAS DE UN MAÑO EN LA URSS STALINIANA

 

 

XVIII. REGRESO A ESPAÑA

 

La constancia tiene premio

Durante mi estancia en Moscú yo me informé bien de la realidad de salidas hacia España y era eminente la marcha de algunas de ellas, pregunté si podían incluirme en alguna de ellas y me dijeron que ya estaban completas dos de ellas y que posiblemente podía confiar en las siguientes. Como yo ya había entregado la solicitud al volver a Gorki pregunté si podía salir en la expedición del próximo año, me dijeron que si. Comenzamos a prepararnos y esto consistía en deshacernos de lo que no pensábamos llevar y adquirir lo que creyésemos útil. Yo solicité que me vendieran un camión de 3,5 toneladas para llevármelo, pero me denegaron la venta, no se porque, entonces me compré una moto M72 con sidecar, compré varias radios, maquinas fotográficas, dos magnetófonos, televisor, sellos filatélicos, herramientas de medida y corte, etc. todo aquello que yo creía que podía vender en España y hacer algún dinero, pues no nos daban dinero en divisas para llevar; solo daban 200 dólares. Compré también discos, toca-discos, etc. así gasté prácticamente todo el dinero recogido incluido el de los prestamos estatales y la venta de muebles y ropa de abrigo. También recogí muchos libros técnicos que creí que me serian de utilidad. Así recogí unos 1500 Kg. de productos, y que me costó mucho para embalar y empaquetar adecuadamente. Tuve que trabajar y salvar muchos problemas para prepararlo todo y queriendo prevenirlo me equivoqué mucho, pero a fin de año ya estábamos preparados para marchar. Nos dijeron que saldríamos en enero de 1957. Nos quedamos con lo justo para pasar el día a día. En el trabajo era un lío, yo quería quedar bien y cumplir, pero era una situación difícil. La gente se portaba magníficamente y me ayudaban a lograr cosas que yo no podía, me fotografiaban en todas las secciones con ellos y en grupos, tengo todas sus fotos y con grandes recuerdos. Las condiciones del viaje consistían en que los soviéticos nos llevaban hasta un puerto español y España nos recibía y nos llevaba a nuestras casas gratis y sin pagar aduanas. El equipaje era considerado efectos personales y así favorecía nuestro retorno.

Mis amigos principales, Eguiguren y Torres, no se decidieron a venir, por el momento, no lo veían claro ni favorable. Yo me arriesgaba y tenía confianza en mí. Prácticamente estábamos preparados para la salida, faltaba la orden final para despedirnos y marchar, pero al llegar la lista de los que tenían que salir en enero, nosotros no estábamos incluidos diciéndonos que quedábamos para la expedición siguiente. Fue un golpe bajo pues estábamos en casa con un cajón al revés como mesa, y dos cajones más como sillas, menos mal que el vecino de vivienda nos dejaba cosas suyas, además la siguiente salida no se sabia para cuando pero no antes de dos-tres meses. Mal humor, desilusión, problemas, pero había que ser pacientes y no perder la confianza porque el movimiento de salida estaba en auge, nos cargamos de paciencia con la esperanza de un final feliz.

Como yo ya había comunicado a mi familia que llegaría en enero ellos se enteraron de la fecha y sitio de la prevista llegada y fueron a recibirnos a Castellón con el consiguiente disgusto del fracaso. Fueron tres hermanos y una hermana a recibirnos con grandes problemas económicos por su parte, pues venían de Aragón y de Barcelona. La información de mi retraso les llegó tarde y así esperamos 4 meses más hasta mayo que fue posible la marcha. Fueron 4 meses largos y difíciles por la provisionalidad de nuestra situación en el trabajo especialmente. Yo intentaba esforzarme al máximo y aunque mis jefes se portaban bien mi creatividad, que era mi fuerte, estaba herida y no fluía como debía. Yo transmitía mi trabajo a los nuevos responsables que llevarían mi tarea después de mi marcha y en la forma que podían continuarla sin problemas, es decir, les entregaba mis experiencias e ideas y documentación de cada caso para realizarla con éxito. Creo que lo hice bien y a conciencia, deseaba que me recordaran como un español positivo para la URSS, mi voluntad la ponía en ese resultado y así pagaba también lo que aquí me habían enseñado, para formarme profesional y personalmente que creo que fue bastante si comparamos el Altemir que llegó y el Altemir que marchaba que además de adquirir conocimientos, conciencia y sabiduría también adquirí confianza en mi mismo que es el mejor bien necesario en cada uno.

La vida continuaba pero con cierta inquietud ya que nadie decía nada. Recibí noticias de la llegada a España de la expedición anterior y de la desilusión de mi familia, yo me inquieté más y esperaba con inquietud la llegada del permiso de salida, pero me sentía mal por querer marchar, pues como buen soviético,  que tan a gusto me encontraba, estaba al mismo tiempo esperando con ahínco el marcharme. No era normal y si lo hiciera otro seguro que lo criticaría, pero se ve que así es la vida. Una vez girada la página de estar aquí, la página de marchar coge su fuerza y pierde valor la primera. Son procesos emocionales de cada situación que hay que intentar dominar. Yo lo comprendí y puse freno a mis inquietudes y dando a la paciencia la fuerza de la esperanza.

Así llegó el mes de mayo y llegó la lista de salida para la segunda mitad. Nosotros estábamos incluidos, junto con Soler y Sevilla de nuestro colectivo. Yo también llevaba conmigo a la mujer de mi amigo Roy, Svetlana y una hija. Estaba previsto que el 20 de mayo saldríamos de Gorki para Moscú y allí nos juntaríamos con otros grupos y juntos iríamos en tren hasta Odessa, que era el puerto de partida. Fue terrible el tener que cargar todo el equipaje en Gorki y pasarlo de estación en Moscú al otro tren para Odessa, pero como el problema era colectivo se pasó como se pudo y el 24, si no recuerdo mal, embarcamos en Crimea rumbo a Castellón. Las emociones, sentimientos y pensamientos eran torbellinos de recuerdos y esperanzas de miedo y confianza de acierto o de equivoco que entroncasen con lo que habíamos logrado hasta entonces. Lo incierto provocaba inquietud y la patria esperanza.

Embarcamos por la tarde y partimos de noche, al amanecer estábamos en alta mar y salimos a cubierta para mirar al horizonte y ver si se veía España, ilusión falsa. Respirando el aire de la nueva aventura, que aventura era por el desconocimiento que se afrontaba. Íbamos hacia la patria, esa desconocida que nuestra atención fraguaba y buscar en ella la suerte completa que antes nunca nos llegaba. Cada uno hacia sus planes de lo que España deparaba a cada uno de nosotros por separado y no juntos como antes siempre pasaba. Cada uno por su lado saldrá por la escalinata y nos diremos adiós deseándonos suerte otra vez aquí en mi madre patria.

El camino fue vistoso, tranquilo y alargado con charlas y planes de recuerdos pasados, en los 20 años de emigración, de vivencias buenas y malas pero satisfactorias por poder hoy explicarlas, de muchachos que hombres somos, de solteros o parejas sanas que creamos los retoños que continuaran la hazaña de vivir y trabajar en la España renovada. Los seis días de navegación fueron buenos, el tiempo apacible, la mar calmada, fueron seis días de conversación animada, de emigrantes huidos aunque siempre amigos aunque ahora se separarían y otra vez volvían a donde no debían haber marchado o que habían sido expulsados. Que felices lo componíamos en ilusiones deseadas de lo que queríamos que nos pasara, pero con grandes dudas de la situación esperada, pues aunque la familia nos esperara, la situación real era desconocida  y se podía dudar de que nos aceptaran después de los cambios  sufridos en 20 años del alma. El 30 de mayo atracó nuestro barco en Castellón con una multitud esperando, nuestros familiares otra vez vinieron a esperarnos con angustias de unos encuentros que muchos años soñaron, que algún día llegaría el retorno a la familia que hace tiempo se quebrara. El barco amarraba lentamente pero a distancia los familiares se miraban y se reconocían de nuevo como si no fuera mucho tiempo que los separaba. Yo reconocí a mis hermanos pero no a una muchacha joven, guapa y alegre que también me esperaba, y era mi hermana pequeña que nació cuando yo no estaba para recibirla de mi madre como siempre pasaba, pues cuando nacía un nuevo hermano o hermana lo primero que mi madre pedía que yo a su cama me acercara para presentarme a mi hermanito que a este mundo llegaba. Ella quería que aceptara a mi hermano tomando junto con ella un tazón de caldo y a mi hermano me presentaba para que yo lo abrazase fuerte y nunca jamás lo olvidara.

La multitud nos aplaudía y algún grito suelto de alegría. Íbamos bajando y encontrándonos con nuestros parientes y los amigos que ya te olvidaron porque se cambiaron los intereses por los abrazos y lágrimas de los seres y familiares lejanos de muchos años de ausencia y añoranza aguantada. En Castellón ya habían anclado tres barcos soviéticos en expediciones anteriores. Era muy agradable ver como nos recibieron con alegría multitudinaria a parte de nuestra familia. Como era natural el encuentro de amigos y familiares era espectacular, emotivo y muy agradable. Bajamos del barco con el equipaje de mano, maletas sencillas, el equipaje facturado quedaba en depósito para enviarlo posteriormente a domicilio. Yo traía la moto que quedaría en aduanas, según acuerdo todo debería ser gratis (después hubo lo que hubo). Pasados los trámites de pasaportes y aduanas nos reunimos con nuestros familiares y cada familia y grupo se fue por su cuenta sin esperar que nos llevasen, y así cada uno inició su marcha por tierras desconocidas de la española patria. La llegada fue sencilla, el recibimiento emotivo en la población y familia, las autoridades austeras y legales pues nuestra llegada no les causaba la alegría de la liberación repatriada sino la de personas formadas, hombres hechos y derechos, conscientes patriotas, españoles buenos que el nombre de España nombraron y honraron donde fueron y donde estaban sin perder el horizonte de una España mejor entre todos lograda. Yo con mi familia del Volga llegaba y con dos familias juntas hacia el Cinca, hacia Alins, hacia Fonz me encaminaba para abrazar a mis padres que con mis otros hermanos con brazos abiertos allí nos esperaban.

Allí en la URSS deje muchos de mis amigos, de mis mejores amigos, soviéticos unos y españoles otros, muy duraderos así como mis amigos Eguiguren, Torres, Vallés, etc. Otros vinieron a España como yo pero casi todos se volvieron atrás ya que sus familiares no se adaptaban bien aquí. Torres fue enviado a Cuba como ayudante del jefe ruso de los misiles, estuvo allí 10 años y volvió a la URSS. Eguiguren, Vallés y otros también fueron enviados a Cuba como técnicos de diversas especialidades, estuvieron bastante tiempo y volvieron a la URSS. Después Eguiguren vino a España  a su Bilbao natal, murió el 1986 a los 81 años. Torres volvió a España a jubilarse y se instaló en Alicante, murió en noviembre de 2004 a los 82 años. Vallés volvió en 1985 y murió en Madrid el 2005 a los 84 años. Que en paz descansen y lo merecen porque cumplieron como magníficos españoles, fieles a la causa de su pueblo y dignidad patria. Ahora con 39 años vuelvo a mi casa con la esperanza de recobrar el calor perdido, de la familia apartada, de la patria derrotada que nunca estuvo en el olvido. Lucharé como aprendí, me entregaré con voluntad, recibiré lo que me merezca y gozaré como el que mas de la familia retrobada, de la España en paz, aportaré lo que sepa para poder mejorar y unir nuestra patria a Europa, a una Europa comunal, y que no más guerras tenga por no tener que luchar y destruirnos tantas veces y otra vez a comenzar. Así que con la llegada a España acaban mis vivencias en el Volga 1938-1957, son años vividos en mi edad mas fructífera, creo que cumplí con mi deber como Altemir, como Aragonés, como español como persona de forma correcta y aceptable. He obedecido con esmero las ordenes recibidas, he aplicado mis conocimientos donde y como he sabido y a todos con los que he tratado que han sido muchos y me han ayudado a crecer y ser; mi reconocimiento más sincero, espero que me recuerden también por las buenas voluntades que siempre he aplicado y que si en algo fallé mi perdón os pido que no fue por no querer sino por no haber sabido.

Y aquí acaba mi historia de la ida y de la tornada de una ilusión, de una aventura vivida por la lucha por la patria y la dignidad del hombre siempre querida y nunca lograda. Si la madre fue buena, regular o mala eso sería otra historia y ver si vale la pena contarla, preguntaré a mis amigos si quisieran escucharla.

Valls 23 de febrero de 2006

 

SEBASTIÁN ALTEMIR ALTEMIR

 
 

 

 

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