La constancia tiene premio
Durante mi estancia en Moscú yo me
informé bien de la realidad de salidas hacia España y era eminente la
marcha de algunas de ellas, pregunté si podían incluirme en alguna de
ellas y me dijeron que ya estaban completas dos de ellas y que
posiblemente podía confiar en las siguientes. Como yo ya había entregado
la solicitud al volver a Gorki pregunté si podía salir en la expedición
del próximo año, me dijeron que si. Comenzamos a prepararnos y esto
consistía en deshacernos de lo que no pensábamos llevar y adquirir lo
que creyésemos útil. Yo solicité que me vendieran un camión de 3,5
toneladas para llevármelo, pero me denegaron la venta, no se porque,
entonces me compré una moto M72 con sidecar, compré varias radios,
maquinas fotográficas, dos magnetófonos, televisor, sellos filatélicos,
herramientas de medida y corte, etc. todo aquello que yo creía que podía
vender en España y hacer algún dinero, pues no nos daban dinero en
divisas para llevar; solo daban 200 dólares. Compré también discos,
toca-discos, etc. así gasté prácticamente todo el dinero recogido
incluido el de los prestamos estatales y la venta de muebles y ropa de
abrigo. También recogí muchos libros técnicos que creí que me serian de
utilidad. Así recogí unos 1500 Kg. de productos, y que me costó mucho
para embalar y empaquetar adecuadamente. Tuve que trabajar y salvar
muchos problemas para prepararlo todo y queriendo prevenirlo me
equivoqué mucho, pero a fin de año ya estábamos preparados para marchar.
Nos dijeron que saldríamos en enero de 1957. Nos quedamos con lo justo
para pasar el día a día. En el trabajo era un lío, yo quería quedar bien
y cumplir, pero era una situación difícil. La gente se portaba
magníficamente y me ayudaban a lograr cosas que yo no podía, me
fotografiaban en todas las secciones con ellos y en grupos, tengo todas
sus fotos y con grandes recuerdos. Las condiciones del viaje consistían
en que los soviéticos nos llevaban hasta un puerto español y España nos
recibía y nos llevaba a nuestras casas gratis y sin pagar aduanas. El
equipaje era considerado efectos personales y así favorecía nuestro
retorno.
Mis amigos principales, Eguiguren y
Torres, no se decidieron a venir, por el momento, no lo veían claro ni
favorable. Yo me arriesgaba y tenía confianza en mí. Prácticamente
estábamos preparados para la salida, faltaba la orden final para
despedirnos y marchar, pero al llegar la lista de los que tenían que
salir en enero, nosotros no estábamos incluidos diciéndonos que
quedábamos para la expedición siguiente. Fue un golpe bajo pues
estábamos en casa con un cajón al revés como mesa, y dos cajones más
como sillas, menos mal que el vecino de vivienda nos dejaba cosas suyas,
además la siguiente salida no se sabia para cuando pero no antes de
dos-tres meses. Mal humor, desilusión, problemas, pero había que ser
pacientes y no perder la confianza porque el movimiento de salida estaba
en auge, nos cargamos de paciencia con la esperanza de un final feliz.
Como yo ya había comunicado a mi familia
que llegaría en enero ellos se enteraron de la fecha y sitio de la
prevista llegada y fueron a recibirnos a Castellón con el consiguiente
disgusto del fracaso. Fueron tres hermanos y una hermana a recibirnos
con grandes problemas económicos por su parte, pues venían de Aragón y
de Barcelona. La información de mi retraso les llegó tarde y así
esperamos 4 meses más hasta mayo que fue posible la marcha. Fueron 4
meses largos y difíciles por la provisionalidad de nuestra situación en
el trabajo especialmente. Yo intentaba esforzarme al máximo y aunque mis
jefes se portaban bien mi creatividad, que era mi fuerte, estaba herida
y no fluía como debía. Yo transmitía mi trabajo a los nuevos
responsables que llevarían mi tarea después de mi marcha y en la forma
que podían continuarla sin problemas, es decir, les entregaba mis
experiencias e ideas y documentación de cada caso para realizarla con
éxito. Creo que lo hice bien y a conciencia, deseaba que me recordaran
como un español positivo para la URSS, mi voluntad la ponía en ese
resultado y así pagaba también lo que aquí me habían enseñado, para
formarme profesional y personalmente que creo que fue bastante si
comparamos el Altemir que llegó y el Altemir que marchaba que además de
adquirir conocimientos, conciencia y sabiduría también adquirí confianza
en mi mismo que es el mejor bien necesario en cada uno.
La vida continuaba pero con cierta
inquietud ya que nadie decía nada. Recibí noticias de la llegada a
España de la expedición anterior y de la desilusión de mi familia, yo me
inquieté más y esperaba con inquietud la llegada del permiso de salida,
pero me sentía mal por querer marchar, pues como buen soviético, que
tan a gusto me encontraba, estaba al mismo tiempo esperando con ahínco
el marcharme. No era normal y si lo hiciera otro seguro que lo
criticaría, pero se ve que así es la vida. Una vez girada la página de
estar aquí, la página de marchar coge su fuerza y pierde valor la
primera. Son procesos emocionales de cada situación que hay que intentar
dominar. Yo lo comprendí y puse freno a mis inquietudes y dando a la
paciencia la fuerza de la esperanza.
Así llegó el mes de mayo y llegó la lista
de salida para la segunda mitad. Nosotros estábamos incluidos, junto con
Soler y Sevilla de nuestro colectivo. Yo también llevaba conmigo a la
mujer de mi amigo Roy, Svetlana y una hija. Estaba previsto que el 20 de
mayo saldríamos de Gorki para Moscú y allí nos juntaríamos con otros
grupos y juntos iríamos en tren hasta Odessa, que era el puerto de
partida. Fue terrible el tener que cargar todo el equipaje en Gorki y
pasarlo de estación en Moscú al otro tren para Odessa, pero como el
problema era colectivo se pasó como se pudo y el 24, si no recuerdo mal,
embarcamos en Crimea rumbo a Castellón. Las emociones, sentimientos y
pensamientos eran torbellinos de recuerdos y esperanzas de miedo y
confianza de acierto o de equivoco que entroncasen con lo que habíamos
logrado hasta entonces. Lo incierto provocaba inquietud y la patria
esperanza.
Embarcamos por la tarde y partimos de
noche, al amanecer estábamos en alta mar y salimos a cubierta para mirar
al horizonte y ver si se veía España, ilusión falsa. Respirando el aire
de la nueva aventura, que aventura era por el desconocimiento que se
afrontaba. Íbamos hacia la patria, esa desconocida que nuestra atención
fraguaba y buscar en ella la suerte completa que antes nunca nos
llegaba. Cada uno hacia sus planes de lo que España deparaba a cada uno
de nosotros por separado y no juntos como antes siempre pasaba. Cada uno
por su lado saldrá por la escalinata y nos diremos adiós deseándonos
suerte otra vez aquí en mi madre patria.
El camino fue vistoso, tranquilo y
alargado con charlas y planes de recuerdos pasados, en los 20 años de
emigración, de vivencias buenas y malas pero satisfactorias por poder
hoy explicarlas, de muchachos que hombres somos, de solteros o parejas
sanas que creamos los retoños que continuaran la hazaña de vivir y
trabajar en la España renovada. Los seis días de navegación fueron
buenos, el tiempo apacible, la mar calmada, fueron seis días de
conversación animada, de emigrantes huidos aunque siempre amigos aunque
ahora se separarían y otra vez volvían a donde no debían haber marchado
o que habían sido expulsados. Que felices lo componíamos en ilusiones
deseadas de lo que queríamos que nos pasara, pero con grandes dudas de
la situación esperada, pues aunque la familia nos esperara, la situación
real era desconocida y se podía dudar de que nos aceptaran después de
los cambios sufridos en 20 años del alma. El 30 de mayo atracó nuestro
barco en Castellón con una multitud esperando, nuestros familiares otra
vez vinieron a esperarnos con angustias de unos encuentros que muchos
años soñaron, que algún día llegaría el retorno a la familia que hace
tiempo se quebrara. El barco amarraba lentamente pero a distancia los
familiares se miraban y se reconocían de nuevo como si no fuera mucho
tiempo que los separaba. Yo reconocí a mis hermanos pero no a una
muchacha joven, guapa y alegre que también me esperaba, y era mi hermana
pequeña que nació cuando yo no estaba para recibirla de mi madre como
siempre pasaba, pues cuando nacía un nuevo hermano o hermana lo primero
que mi madre pedía que yo a su cama me acercara para presentarme a mi
hermanito que a este mundo llegaba. Ella quería que aceptara a mi
hermano tomando junto con ella un tazón de caldo y a mi hermano me
presentaba para que yo lo abrazase fuerte y nunca jamás lo olvidara.
La multitud nos aplaudía y algún grito
suelto de alegría. Íbamos bajando y encontrándonos con nuestros
parientes y los amigos que ya te olvidaron porque se cambiaron los
intereses por los abrazos y lágrimas de los seres y familiares lejanos
de muchos años de ausencia y añoranza aguantada. En Castellón ya habían
anclado tres barcos soviéticos en expediciones anteriores. Era muy
agradable ver como nos recibieron con alegría multitudinaria a parte de
nuestra familia. Como era natural el encuentro de amigos y familiares
era espectacular, emotivo y muy agradable. Bajamos del barco con el
equipaje de mano, maletas sencillas, el equipaje facturado quedaba en
depósito para enviarlo posteriormente a domicilio. Yo traía la moto que
quedaría en aduanas, según acuerdo todo debería ser gratis (después hubo
lo que hubo). Pasados los trámites de pasaportes y aduanas nos reunimos
con nuestros familiares y cada familia y grupo se fue por su cuenta sin
esperar que nos llevasen, y así cada uno inició su marcha por tierras
desconocidas de la española patria. La llegada fue sencilla, el
recibimiento emotivo en la población y familia, las autoridades austeras
y legales pues nuestra llegada no les causaba la alegría de la
liberación repatriada sino la de personas formadas, hombres hechos y
derechos, conscientes patriotas, españoles buenos que el nombre de
España nombraron y honraron donde fueron y donde estaban sin perder el
horizonte de una España mejor entre todos lograda. Yo con mi familia del
Volga llegaba y con dos familias juntas hacia el Cinca, hacia Alins,
hacia Fonz me encaminaba para abrazar a mis padres que con mis otros
hermanos con brazos abiertos allí nos esperaban.
Allí en la URSS deje muchos de mis
amigos, de mis mejores amigos, soviéticos unos y españoles otros, muy
duraderos así como mis amigos Eguiguren, Torres, Vallés, etc. Otros
vinieron a España como yo pero casi todos se volvieron atrás ya que sus
familiares no se adaptaban bien aquí. Torres fue enviado a Cuba como
ayudante del jefe ruso de los misiles, estuvo allí 10 años y volvió a la
URSS. Eguiguren, Vallés y otros también fueron enviados a Cuba como
técnicos de diversas especialidades, estuvieron bastante tiempo y
volvieron a la URSS. Después Eguiguren vino a España a su Bilbao natal,
murió el 1986 a los 81 años. Torres volvió a España a jubilarse y se
instaló en Alicante, murió en noviembre de 2004 a los 82 años. Vallés
volvió en 1985 y murió en Madrid el 2005 a los 84 años. Que en paz
descansen y lo merecen porque cumplieron como magníficos españoles,
fieles a la causa de su pueblo y dignidad patria. Ahora con 39 años
vuelvo a mi casa con la esperanza de recobrar el calor perdido, de la
familia apartada, de la patria derrotada que nunca estuvo en el olvido.
Lucharé como aprendí, me entregaré con voluntad, recibiré lo que me
merezca y gozaré como el que mas de la familia retrobada, de la España
en paz, aportaré lo que sepa para poder mejorar y unir nuestra patria a
Europa, a una Europa comunal, y que no más guerras tenga por no tener
que luchar y destruirnos tantas veces y otra vez a comenzar. Así que con
la llegada a España acaban mis vivencias en el Volga 1938-1957, son años
vividos en mi edad mas fructífera, creo que cumplí con mi deber como
Altemir, como Aragonés, como español como persona de forma correcta y
aceptable. He obedecido con esmero las ordenes recibidas, he aplicado
mis conocimientos donde y como he sabido y a todos con los que he
tratado que han sido muchos y me han ayudado a crecer y ser; mi
reconocimiento más sincero, espero que me recuerden también por las
buenas voluntades que siempre he aplicado y que si en algo fallé mi
perdón os pido que no fue por no querer sino por no haber sabido.
Y aquí acaba mi historia de la ida y de
la tornada de una ilusión, de una aventura vivida por la lucha por la
patria y la dignidad del hombre siempre querida y nunca lograda. Si la
madre fue buena, regular o mala eso sería otra historia y ver si vale la
pena contarla, preguntaré a mis amigos si quisieran escucharla.
Valls 23 de febrero
de 2006