Resistir es vencer, nada fue más cierto
Así en junio de 1941 estaba el mundo en la segunda
guerra mundial en el apogeo de los avances de la Alemania fascista y se
evidencia una vez más su ferocidad destructora, cuando en la madrugada
del día 22 y sin previa declaración de guerra ataca a la URSS en un
vasto frente que se extendía desde el mar de Barents en el norte hasta
el mar Negro en el sur. Más de 220 divisiones del ejército alemán
iniciaron el ataque frontal con la táctica de guerra relámpago, que ya
habían utilizado en el oeste con éxito contra la Europa occidental.
Planeaban que en mes y medio o dos había que ocupar Moscú, Leningrado y
Ucrania, la cuenca de Donetz y el Caucaso donde tendrían el petróleo de
Baku. Así se iniciaba la gran guerra patria soviética y el desarrollo de
la cual con más o menos veracidad esta explicada por muchos medios y
ediciones en todo el mundo. El mariscal de campo von Bock jefe del grupo
del ejército del centro dijo que tenia previsto entrar en Moscú a
finales de agosto. El pueblo soviético vio con pena que se cumplía lo
que ya veíamos venir desde hacia tiempo, la guerra con la Alemania nazi
y el tener que luchar por la subsistencia de la URSS, se iniciaba una
tragedia.
Oímos la voz de Mòlotov anunciar el ataque y escuchamos
la voz de Stalin llamando a luchar por la patria y la victoria.
Con pena y miedo por sus efectos pero con decisión el
pueblo soviético afrontó la lucha en todos los frentes, trabajando y
luchando donde fuera para defender la patria socialista. Los españoles
de la URSS refrendamos nuestra unión a la suerte de la Unión Soviética y
nos unimos más que nunca con ellos y nos ofrecimos a cumplir cualquier
tarea necesaria en la lucha por la victoria, pues la derrota de la URSS
también hubiera sido la derrota de nuestra causa y si triunfaba el
fascismo lo íbamos a pasar muy mal y podíamos despedirnos de volver a
nuestra España.
El ejercito alemán atacante tuvo bastantes éxitos
inmediatos propios de cierta sorpresa y la gran preparación y efectos
ofensivos empleados contra fuerzas 5-6 veces menores y menos preparadas.
Las previsiones que se estaban tomando contra estos ataques aun no
estaban terminadas. Los alemanes avanzaban salvajemente destruyendo todo
a su paso, pero en poco tiempo la reacción heroica del ejército
soviético y también de todo el pueblo a través de las guerrillas
empezaron a frenar el avance alemán y así aunque el 3 de julio el jefe
del estado mayor alemán general Fholder dijo que la campaña contra Rusia
ya había sido ganada en 14 días, la realidad fue que la batalla de
Smolensk y la resistencia en el avance hacia Leningrado hizo que a
finales de septiembre el avance alemán se detuvo y los objetivos de la
guerra relámpago que en occidente tanto resultado dió aquí fracasó y el
ejército alemán tuvo que detenerse en varios sectores y en algunos
incluso pasar a la defensiva. El miedo se frenó y la confianza en la
victoria mejoró. En la empresa trabajábamos con ahínco y sin descanso
PARA ayudar al frente con nuestra producción de motos M72 licencia de la
BMV alemana que era especial militar como la que empleaba el ejército
alemán.
El avance de los alemanes hizo que se decidiera evacuar
la fabrica de Jarkov a la ciudad de Gorki, a 400 Km. al este de Moscú.
Evacuarse allí era voluntario y muchos soviéticos no fueron, los
españoles en su mayoría decidimos ir allí, si bien algunos se fueron en
otras direcciones con la intención de enrolarse en el ejercito
soviético, entre ellos Pararols, Valles, Roy y otros se fueron a Moscú,
de esto habla Pararols en su libro “Un catalán en el Ejército Rojo”.
La odisea de llevar la producción a Gorki fue casi
dramática pues los alemanes cada día estaban más cerca y había que
llevar todas las maquinas y medios de producción al nuevo emplazamiento,
con dificultades y falta de medios y tiempo ya que teníamos bombardeos
alemanes casi cada día. Yo encabecé un grupo de trabajadores para cargar
en un tren especial todas las máquinas y medios de producción a
trasladar. Mucha gente estaba desmoralizada, pues la llegada de los
alemanes era eminente y cercana. Yo me volví en agitador en el trabajo,
pues también tenía miedo de que los alemanes me cogieran así que forcé
el trabajo y conseguí cargar todo lo necesario para la nueva fábrica en
vagones de transportes abiertos. Pusimos todo el material y en medio nos
instalamos nosotros para viajar, situación peligrosísima pues en caso de
choque quedaríamos aplastados, pero esta situación facilitó la
operación. Cada vagón era un centro de acción y responsabilidad con
toldos de lona cubrimos los vagones para guardarnos del tiempo y del
frío, pues era septiembre y comenzaba el otoño. El 8 de septiembre
salimos de Jarkov y ese mismo día era ocupado por los alemanes; cuando
nuestro tren salía de la estación los alemanes estaban en el otro
extremo de la ciudad. Así que hicimos lo justo para que no nos cogieran.
La marcha del tren se realizaba a trompicones pues tenían preferencia
los trenes militares o relacionados con sus servicios. Así que en vez de
dos días previstos tardamos diez o doce pernoctando en muchas estaciones
y procuramos que en esas paradas nos aprovisionáramos de productos e
irnos acomodando en el vagón cogiendo a donde podíamos aquello que
necesitábamos y no siempre de forma licita. Había que sobrevivir. El
viaje no sabíamos cuando duraría, nos mentalizamos y nos preparamos para
lo peor. Llegamos a Gorki allá por el 20 de setiembre y aquí ya
comenzaban a caer las primeras nieves aunque no se mantenían así que la
temperatura era fresca, fría diría yo para ir en vagones abiertos. A mi
grupo de españoles nos alojaron en un edificio de verano en medio de un
parque público en una sala de gimnasia con colchones en el suelo, sin
calefacción ni medios para cocinar y hacer vida casera. Estuvimos allí
8-10 días y después nos distribuyeron por casas particulares donde
fuimos muy bien acogidos por los ciudadanos de Gorki. Nuestra fábrica se
instaló en una nave grande que nos cedió una fabrica que se llamaba el
Etna Rojo con gran esfuerzo y dificultades descargamos nuestras maquinas
y material y en 15 días comenzamos a trabajar y producir. La gente
abnegada se esforzaba en cumplir con los planes de producción en
especial los llamados pedidos del frente. Como llegados de fuera no
teníamos previstos suministros regulares para nosotros, lo que impedía a
veces cumplimentar todo lo necesario y eso nos obligaba a trabajar sin
descanso. A mi me hicieron jefe del taller mecánico, de día dirigía el
taller y de noche trabajaba de obrero en un torno, dormía poco en un
coche viejo que había en el taller, llegue hasta tener piojos, pues la
higiene era mala e insuficiente y la alimentación escasa. Conmigo
trabajaban algunos españoles y eran abnegados y sufrían como yo toda
clase de dificultades pues al trabajar tantas horas no teníamos tiempo
para recoger los productos de razonamiento que nos daban en las tiendas.
Yo tuve suerte, como jefe de taller, sin horario de trabajo fijo, nos
daban dos comidas sin cartilla en el comedor de la fábrica. Así yo me
recuperé y volví a festejar con una chica de Leningrado también evacuada
pues al verme tan débil había dejado de salir con ella, pues no podía ni
con mis pantalones. Y por cierto que había muchos planes y los españoles
teníamos buen cartel, además la mayoría de los hombres soviéticos
jóvenes estaban en el frente y las mujeres en estos casos de guerra
querían vivir mas deprisa. La fábrica entró en el círculo de trabajo
planificado y siempre a marchas forzadas. Logramos normalizar la
producción y también el ciclo de vida personal en la nueva situación de
refugiados. Cada uno se adaptó como pudo y todos fuimos saliendo
adelante. Estábamos a finales de octubre del 41 y en los frentes se
producía una lucha encarnizada. Desde primeros de octubre los alemanes
lanzaron el ataque sobre Moscú y pusieron en marcha la operación Tifón,
operación esta que revisaba los planes anteriores fracasados de la toma
de Moscú en agosto como estaba previsto en el plan Barbaroja. Durante la
conmemoración del aniversario de la Revolución de octubre Stalin informó
al pueblo soviético de la situación en los frentes, de los problemas
existentes e informó de que el ejército alemán había sido parado en sus
avances y especialmente hacia Moscú y Leningrado y que aun con gran
inferioridad de medios el ejército soviético había logrado hacer frente
a los alemanes y que unos 80.000 guerrilleros en la zona ocupada no
daban descanso a las fuerzas ocupantes. Aunque la situación continuaba
siendo difícil los combates por Moscú daban un giro de inflexión en la
guerra y los alemanes, al principio del invierno del 41, seguían estando
a más de 300 Km. de Moscú. Ya no podían lograr ocuparla este año y como
se vio después el amigo tiempo y el amigo invierno estaban a nuestro
favor decisivamente.
Los españoles de las zonas ocupadas eran evacuados hacia
la retaguardia y en su mayoría hacia las republicas asiáticas del sur,
pasan las calamidades del transporte ya que tiene preferencia el
militar, también hay falta de suministros ya que la guerra provoca un
caos y el frente es de prioridad, pero es de admirar la capacidad humana
para afrontar situaciones difíciles y salir airosas de ellas. Nuestra
producción de motos mejoró sustancialmente y aun con faltas de
suministro cumplíamos los planes de producción que eran de unas 200
motos diarias. Además cumplíamos encargos de urgencia del ejército a los
cuales prestábamos especial atención y esfuerzo, los llamaban pedidos
del frente. Yo como jefe del taller mecánico general de piezas
especiales y mantenimiento me pedían cosas muy diferentes y sin tener
encuentra ni los medios ni el material necesario, nunca me negué a
hacerlo ni cumplirlos. Estábamos enclavados en otra fábrica más grande
que la nuestra y mejor equipada y abastecida y, como tenía muy buenas
relaciones con sus jefes ellos a menudo me sacaban de apuros y me
ayudaban a cumplir mis pedidos, pero ellos no sabían que antes de
ayudarme voluntariamente ya lo hacían involuntariamente, pues yo les
robaba materiales que ellos tenían y a mi me faltaban. Me paseaba por
sus talleres y miraba donde había lo que yo necesitaba y por la noche
enviaba a gente mía para cogerlo y así cumplir mis pedidos. Después use
la amistad y el objetivo colectivo. Las 24 horas trabajábamos con luz
artificial y las lámparas eléctricas duraban muy poco ya que estaban
hechas con volframio malo. Las fábricas de la zona Europea que las
fabricaban fueron evacuadas y las nuevas no podían dar abasto. Yo por la
noche robaba las lámparas del departamento de producción, el cual se
abastecía con regularidad. A mi me abastecían cuando podían y así no
podía trabajar y cumplir con los pedidos. Estos son ejemplos parciales,
pero eran más importantes los trabajos generales que había que aplicar
para salir adelante en las tareas y planes de producción. En el plan
general yo me integré personalmente a esas tareas de hacer frente a los
alemanes desde la retaguardia ayudando a garantizar el suministro al
ejército que luchaba, daba la cara y moría por nosotros. Yo tenía y
tengo grabada en la mente una frase que un instructor de vuelo de
pilotos le dijo a un alumno al ver que este iba desaliñado, indiferente
aprendiendo a volar, le dijo “Tú gobierno te ha enviado a esta escuela
que tanto dinero cuesta para que aprendas a pilotar un avión y vayas a
luchar por la victoria en España, y se espera de ti que te comportes
como un soldado republicano, tus compatriotas luchan y mueren por ello y
tu no te esmeras lo suficiente para ser digno de ellos. Tu debes luchar
para aprender como ellos para vencer”. Esta conducta tan patriótica
hacia España de los soviéticos yo la hice mía para con ellos.
Normalizada la vida dentro de las dificultades regulé mi plan
alimenticio, cogí fuerza para atreverme sentimentalmente. Así hice muy
buena amistad con la secretaria de mi jefe, casi me enamoré de ella,
pues me hacia feliz estar con ella y creo que yo también le
correspondía. Tuve medio lío con mi primera novia y la dejé y me lié
sentimentalmente con la secretaria del secretario del partido de la
fábrica. Esta quería divorciarse de su marido para casarse conmigo. Le
encantaba los quijotes españoles que había leído. No tuve tiempo, pues
le hubiera demostrado que yo de Quijote nada. Mi amigo madrileño Luís de
la Torre se ligó a una magnífica mujer jefa del departamento de
distribución de cartillas de racionamiento. Ella alimentó bien a mi
amigo y yo también me aprovechaba para completar mi relación de calorías
al nivel necesario para aguantar el esfuerzo del trabajo y las
necesidades amatorias tan importantes cuando tienes 23 años.