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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

LOS PILOTOS DEL FRENTE

 

Apenas nacen los aviones, valga la expresión, los pilotos probadores de las fábricas los experimentan en los aeródromos fabriles, en la profunda retaguardia. Pero la prueba fundamental de nuestros aparatos en los aeródromos de campana la verificaban los pilotos del frente.

 

Por complicado que sea el programa de las pruebas fabriles, por mucho que estas se aproximen a las condi­ciones de combate, es imposible prever de antemano las inesperadas situaciones que surgen en el encuentro con el enemigo. Además, las pruebas fabriles las efectúan pilotos muy expertos, yo diría profesores de vuelo, mientras que en el frente el aparato cae en manos de un piloto corriente, a veces joven, recién salido de la escuela de vuelos. Por eso esperábamos siempre con impaciencia noticias de los frentes de la Guerra Patria de cómo combatían los pilotos en nuestros aviones y cómo se comportaban estos aviones en el combate.

 

Manteníamos el contacto más estrecho con el frente. Nuestros ingenieros marchaban con frecuencia a los aeró­dromos de campaña, recibíamos muchas cartas de los jefes de unidad y de los mismos pilotos en las que se calificaba el funcionamiento de los cazas Yak en combate.

 

Mis compañeros y yo seguíamos de cerca las acciones de los pilotos y sus tácticas, y nos alegrábamos del aumento de su pericia. Yo escuchaba con ansiedad a los pilotos que llegaban del frente y, como es natural, sentía particular interés por los pilotos de caza. Por sus cartas y demandas y por el contacto personal con ellos percibía que cada mes de guerra era más numerosa y fuerte nuestra guardia alada.

 

Pero lo más importante era que las numerosas indica­ciones y consejos del personal de vuelo nos permitían intro­ducir una serie de importantes mejoras en nuestros apara­tos. A veces incluso una observación insignificante en apariencia, hecha en la conversación o en una carta, puede sugerir al constructor la idea de importantes cambios en tal o cual bloque del caza.

 

Tal vez por ser constructor de cazas a mi me parece que de todas las profesiones de la aeronáutica la más sugestiva, la más heroica y, yo diría, la más romántica es la de piloto de caza.

 

Naturalmente, la aeronáutica plantea elevadas exigen­cias a todos los pilotos. Tanto el piloto de avión de bombar­deo como de reconocimiento o de asalto deben poseer bra­vura y resistencia y dominar irreprochablemente su aparato y armamento. Y, no obstante, la profesión de piloto de caza requiere cualidades especiales.

 

El piloto de caza se encuentra solo en la cabina en el transcurso de todo el combate, desde el momento que des­pega hasta que regresa al aeródromo; debe resolver, a veces instantáneamente, infinidad de problemas.

 

Primero, mantener comunicación con su pareja: los cazas rara vez despegan aisladamente.

 

Segundo, vigilar el espacio en torno suyo.

 

Tercero, descubrir al enemigo y no perderlo de vista hasta ocupar una posición ventajosa y aniquilarlo dispa­rando las ametralladoras y cañones.

 

Cuarto, vigilar los aparatos y el comportamiento del mo­tor y del avión.

 

Quinto, mantener comunicación por radio con la Tierra.

 

Y casi todo esto ha de hacerlo simultáneamente.

 

El piloto de caza se distingue no sólo por la valentía y el arrojo personal, sino también por orientarse con la cele­ridad del rayo y por su excepcional ingeniosidad. Debe poseer férrea resistencia; en ningún otro tipo de avión experimenta el piloto tal tensión física y tales aceleraciones del organismo como en el caza al ejecutar el tirón, picado, viraje y otras maniobras a grandes velocidades de vuelo.

 

A muchos pilotos con quienes tuve ocasión de conversar les pregunte;

 

- ¿Qué es lo más desagradable en la vida del frente?

 

Y casi todos, con distintas variaciones, decían lo mismo:

 

- Lo más desagradable es cuando el mal tiempo impide volar. Lo más fatigoso para nosotros son los días en que no se puede volar. Esperas a que cambie el tiempo, ansioso de lanzarte a combatir.

 

Estas contestaciones son una prueba de que nuestros pilotos no eran solamente maestros de la aeronáutica, sino también ardientes patriotas que se desvivían por salir al encuentro del enemigo aunque cada vuelo en el frente supone riesgo y la vida se juega a una carta.

 

A los pilotos de caza más destacados los llaman ases. Los primeros en recibir el titulo de as fueron los mejores pilotos de la guerra mundial de los años 1914-1918; este título se confería no oficialmente al piloto que hubiese de­rribado no menos de diez aviones enemigos. En los combates aéreos de la Primera Guerra Mundial fueron abatidos nueve mil aviones. Se considera que más de cinco mil de ellos fueron derribados por los ases.

 

Los ases son como francotiradores aéreos y de ahí la peculiaridad de su táctica. Tienen libertad para escoger el lugar y el objetivo. No esperan al enemigo, sino lo buscan, lo descubren y lo aniquilan.

 

La táctica del as se basa en el conocimiento irrepro­chable de los lados débiles del enemigo, en el excelente dominio de su propio avión, en la audacia personal rayana en la osadía, en el cálculo sereno que se conjuga con la astucia militar.

 

No todo piloto que domine bien su aparato puede ser as. El as se caracteriza por el espíritu deportivo, por el ansia indómita de combatir con el enemigo aéreo. El fuego del as debe ser certero, exacto, no al azar. Debe saber disparar desde cualquier posición del avión.

 

Los rasgos del as no se pueden adquirir en ninguna escuela de vuelos o academia: se adquieren en combate.

 

La aviación alemana se jactaba mucho de sus ases. Se les confiaba la misión de conquistar el dominio en el aire, eso se reflejaba incluso en las ordenanzas de la aviación alemana. Los alemanes llamaban a sus ases "caballeros del aire". Y tenían por el más famoso "caballero" al barón Richthofen que durante la Primera Guerra Mundial abatió numerosos aviones y fue derribado en el quincuagésimo nueve combate por un joven piloto inglés.

 

Los hitlerianos fanfarroneaban con sus ases, los pre­sentaban en su propaganda como superhombres. Pará que los aviones pertenecientes a los ases se distinguieran de los demás los adornaban con amuletos. Yo vi aviones alema­nes derribados que tenían pintados en los costados un as de tréboles, una pierna de mujer o la colmilluda cabeza de un dragón.

 

Entre los pilotos soviéticos se estableció otra tradición: marcar con estrellitas rojas en el costado de sus aparatos el número de aviones enemigos derribados.

 

Los ases de los ejércitos burgueses son, en el fondo, indi­vidualistas, se esfuerzan en aras de su fama personal y, en este aspecto, se parecen un poco a las estrellas de cine. Son arrogantes, altaneros y se consideran una casta de ele­gidos. Los ases soviéticos son diferentes. A pesar de sus elevadas cualidades individuales, no se sitúan por encima de la masa de los pilotos. El ambiente de colectividad en el que se educa el hombre soviético desde la infancia se deja sentir también en el comportamiento del as soviético. Nuestro as no sólo participa en la libre búsqueda, descu­briendo y aniquilando a los mejores pilotos de la aviación enemiga: se bate también en grupo, siendo el guía y mar­cando la pauta a los demás pilotos.

 

Conozco a muchos ases: Pokryshkin, Kozhedub, Kles­chev, Lavrinenkov, Pókryshev y otros. Todos tienen en su haber decenas de aviones enemigos abatidos.

 

Conocí a Alexandr Pokryshkin ya después de la guerra. Los trabajadores de una ciudad siberiana propusieron su candidatura y la mía para diputados al Soviet Supremo de la URSS. Los dos interveníamos en actos electorales, pero en distintas fechas y, aunque sentía grandes deseos de encontrarme con él, no se ofreció la ocasión de que nos viésemos en Siberia. Nos conocimos en el Kremlin, en una sesión del Soviet Supremo. Alexandr Pokryshkin era ya general con tres estrellas en el pecho, tres veces Héroe de la Unión Soviética. Es un hombretón de anchas espaldas, mediana estatura y rostro franco y bondadoso, típicamente ruso.

 

Aunque antes no nos conocíamos personalmente, nos encontramos como viejos compañeros de la profesión, muchos temas para conversar y recordar. Hablamos del nuevo apa­rato interceptor que estábamos proyectando entonces. Po­kryshkin se entusiasmó con la idea del nuevo avión. Se puso a convencerme de lo que había defendido ya en la prima­vera de 1943, en el Kubán.

 

- El caza -dijo- es altura, velocidad, maniobra, fuego.

 

Nuestro interceptor debía poseer estas cualidades.

 

Pokryshkin es un siberiano enamorado de su tierra. Pero está enamorado también de su profesión de piloto de caza que eligió bajo la influencia de los vuelos de Chkálov. Pokryshkin salió de Siberia para una escuela de aviación. Hizo su primer vuelo en octubre de 1937, en un avión U-2.

 

Al comenzar la guerra, la unidad donde servía Pokrysh­kin se encontraba en la frontera soviético-rumana. En la inolvidable noche del 21 al 22 de junio de 1941 su regi­miento fue alertado. Al amanecer empezó la guerra.

 

Pokryshkin se enfrentó al enemigo al segundo día de la guerra, el 23 de junio, en el sector de Jassy. En este primer combate aéreo derribó un Messerschmitt, pero también incendiaron su avión.

 

Desde Jassy hasta Krasnodar Pokryshkin cursó todas las universidades de los combates aéreos. En el Kubán era ya un maestro consumado.

 

También en el Kubán ganó fama de as otro destacado piloto de caza: Dmitri Glinka, maestro de la llamada candela.

 

En el curso de los combates del Kubán se utilizó am­pliamente la maniobra vertical de cooperación de los cazas, propuesta ya al comienzo de la batalla del Volga por los pilotos del XVI Ejercito Aéreo. Consiste en que los cazas se disponen en parejas a distinta altura en varios escalones, una pareja más alta y la otra más baja, con el cálculo de que si el enemigo elude el ataque de una pareja no escapará al fuego de la segunda.

 

Esta táctica se llamaba "la estantería aérea".

 

La maniobra vertical había sido antes la táctica pre­ferida de los ases alemanes, pero en la nueva etapa de la guerra ya no les servía: en los cazas soviéticos perfeccio­nados la maniobra vertical resultaba mejor que en los ale­manes.

 

En cierta ocasión Glinka logró en un solo combate de­rribar tres bombarderos enemigos. La cosa fue así: Dmitri Glinka al frente de seis cazas penetró en una armada de bombarderos enemigos formada per sesenta Junkers. Los ocho Messerschmitt que protegían a los bombarderos se esforzaron por no permitir que se les acercasen los cazas soviéticos. Los Messerschmitt trataban por todos los medios de atraer la atención de nuestros cazas para dar la posi­bilidad a sus bombarderos de arrojar las bombas. Pero en­tonces sucedió algo increíble. Nuestros cazas, a pesar de la enorme superioridad numérica del adversario en este com­bate, llegaron hasta los bombarderos y literalmente en pocos minutos Glinka derribó tres Junkers. Es difícil hasta imaginarse el cuadro de este combate. Porque los sesenta y ocho aviones enemigos apuntaban con más de ciento cin­cuenta cañones a nuestros seis cazas. Había que poseer una bravura loca y una fe sin límites en la técnica aviadora soviética para lanzarse al combate y conquistar la victoria.

 

En el mismo regimiento que Dmitri Glinka servía su hermano menor Boris, también magnifico piloto. Para hacer más cómoda su comunicación en el aire y la dirección del combate los hermanos Glinka adoptaron breves designa­ciones, tomando para ello las iníciales de su nombre y patronímico. Desde entonces les llamaban así: "DB" y"BB" (Dmitri Borisovich y Boris Borisovich). En los fuselajes de los aviones de combate del primer teniente Dmitri Glinka y del teniente Boris Glinka había dibujadas treinta y una estrellas que indicaban el número de aparatos alemanes derribados por los hermanos.

 

Dmitri recibió el bautismo de fuego en Crimea. En su primer duelo abatió tres bombarderos enemigos, pero fue alcanzado en el aire. Dmitri recobró el conocimiento en brazos de unos soldados de infantería sin recordar cómo había descendido en paracaídas. La contusión fue tan seria que los médicos le prohibieron categóricamente volar. Pero Dmitri volvió al regimiento y había días en que hacía cuatro o cinco vuelos. Dmitri Glinka se convirtió en el primer as del regimiento y le confiaron el mando en combate de una escuadrilla especial.

 

Cuando dirigía el combate por radio, Dmitri Glinka transmitía breves señales: "¡Soy DB! ¡Soy DB!" Los pilotos tenían fe en su jefe y estas señales les infundían fuerzas.

 

Uno de los famosos pilotos de caza era el comandante de la Guardia Pókryshev. En el otoño de 1943 contaba en su haber treinta aviones derribados. Cuando los trabaja­dores de nuestro país empezaron a adquirir material bélico con sus propios ahorros, yo, con el Premio Stalin que me habían adjudicado entonces (150.000 rublos) adquirí un Yak último modelo y se lo entregue a Pókryshev. El había combatido en Yaks y yo quería que tuviera en sus manos un nuevo aparato. En el Aeródromo Central de Moscú hice entrega del avión a Pókryshev y le desee nuevos éxitos en el combate. Directamente del Aeródromo Central Pókry­shev puso rumbo al Oeste, al frente.

 

Conocí también a Iván Kleschev, jefe de un regimiento de cazas. No resisto a la tentación de recordar cómo traje­ron del frente a nuestra Oficina de Diseños el avión Yak-9 de Kleschev con catorce estrellitas en el costado. En este avión el jefe del regimiento había aniquilado a catorce pi­ratas fascistas. Conservamos hasta ahora esta preciosa reli­quia de combate.

 

EI comandante Iván Kleschev nació en una familia mi­nera y fue primero ajustador. A los 24 años mandaba un regimiento de cazas de la Guardia, armado en un principio con cazas Yak-1 y luego con Yak-9. En su regimiento no había piloto que no tuviera en su haber varios aviones ene­migos destruidos.

 

Como jefe del regimiento Kleschev mandaba con fre­cuencia desde el aeródromo por radio las escuadrillas. Pero si la situación en el aire lo exigía y el enemigo presionaba, Kleschev montaba inmediatamente en su caza y su aparición en el aire y participación en el combate, como regla, conducían a la victoria. Hubo un caso en que el comandante Kleschev en su Yak trabó combate con siete Messerschmitt. En este combate abatió dos aviones enemigos y ganó la batalla. En otro combate derribó tres aviones alemanes.

 

Iván Kleschev, intrépido combatiente que había salido vencedor de ardientes encuentros, sucumbió en circunstan­cias absurdas. Había recibido un breve permiso para ver a su novia y voló del frente a Moscú en un avión de transporte. Hacia mal tiempo, el avión iba en vuelo rasante y se estrelló.

 

Entre los pilotos de caza de este frente se encontraba Volodia Mikoyán, hijo de Anastás Mikoyán. A pesar de su juventud, Volodia se distinguía por su pericia poco común como piloto de caza, por su audacia y valor. Pereció heroi­camente combatiendo con un as alemán.

 

Uno de los regimientos de bombarderos en picado Pe-2 lo mandaba Marina Raskova, Heroína de la Unión Soviética. Todo el personal de vuelo de este regimiento -pilotos, navegantes y tiradores-radiotelegrafistas- eran mujeres.

 

Yo conocía bien a Raskova. En 1934 tomó parte como navegante en un avión Ya-6 en el vuelo de aviones deportivos Moscú-Sebastopol-Moscú y en 1936 esta modesta y sim­pática joven que nadie conocía, junto con Valentina Grizodúbova, en un avión Ya-12, realizó la travesía record sin escala Moscú-Aktiúbinsk. Por ahí empezó nuestro cono­cimiento.

 

Marina Raskova sucumbió en el avión cumpliendo una misión de combate. Con honda aflicción dimos sepultura a la intrépida aviadora en la Plaza Roja de Moscú, en enero de 1943.

 

Me causó profunda satisfacción una carta del general Ibraguim Dzúsov, recibida durante los combates finales por Berlín. He aquí lo que me escribió en aquellos días inol­vidables:

 

"En las inmediaciones de Berlín dominamos en el cielo. Le envió una foto de dos números de una patrulla, los camaradas Velichko y Andrienko, que en siete minutos de combate aéreo en aparatos Yak-3 ("Yaquecitos") derriba­ron a mi vista cuatro Fockers de los ocho con que se enfren­taron. No es un caso aislado entre los pilotos.

General mayor Dzúsov".

 

Inmediatamente después de la guerra Dzúsov vino a verme a la fábrica. Yo vi un rostro viril. Adornaban el pecho de Dzúsov numerosas condecoraciones. Nuestro en­cuentro fue muy cordial. Conversamos como viejos amigos aunque nos conocíamos sólo por correspondencia.

 

Ibraguim Dzúsov me contó que nació en la aldea de Zamankul, a orillas de un rio montañoso de Osetia del Norte. De muchacho soñaba ser dzhiguit (intrépido y consumado jinete del Cáucaso.), terminó una escuela de caballería y sirvió tres años en este arma. Dzúsov vio por primera vez aeroplanos en unas maniobras militares cuando la aviación abría camino a la caballería. Desde entonces, según decía, "se apasionó por la aviación": resolvió hacerse dzhiguit aéreo. De la caballería pasó a la aviación. Terminó la escuela de vuelos con el título de piloto observador, pero pronto aprendió a conducir el avión de caza. En 1937 Dzúsov era ya jefe de un regimiento de cazas.

 

La guerra sorprendió al regimiento de Ibraguim Dzúsov en Crimea. Y en cuanto se atrevió a aparecer sobre el aeró­dromo del regimiento el primer avión enemigo Dzúsov ganó veloz las alturas y lo destruyó.

 

El regimiento del osetio Ibraguim Dzúsov defendió Seba­stopol en los días más duros del asedio.

 

Tenía su base en el sector del faro de Jersones. Los aviones se guarecían en caponeras abiertas en las rocas.

 

A Dzúsov y su regimiento les tocó en suerte participar en la batalla aérea sobre el cielo de Berlín. Peleaban en aviones Yak-3, dominaban a la perfección la nueva técnica aeronáutica y asestaban despiadados golpes a los hitleria­nos.

 

Los ingenieros diseñadores recibíamos con frecuencia cartas colectivas de las unidades de aviación. A veces eran mensajes emocionantes. Por ejemplo, fue muy agradable para el personal de nuestra oficina de diseños recibir en vísperas del año nuevo una carta de los pilotos de caza de la unidad del coronel Tatanashvili. Escribían:

 

"En aviones Yak-9, con potente armamento de primera clase, peleamos por el Dnieper, Sozh, Gómel y Rechitsa, teniendo, por regla general, superioridad sobre el enemigo en los combates aéreos. Solamente en dos meses y medio hemos derribado 106 aviones enemigos. Entre nosotros se repiten con orgullo los nombres del capitán Kuznetsov, que derribó 14 aviones, del comandante Rudenko que abatió 10 y de una serie de otros pilotos de nuestra unidad cuya auda­cia y bravura en los combates aéreos pusieron más de una vez en fuga al enemigo o lo condenaron al exterminio en el aire con el fuego de los cañones y ametralladoras. He aquí un brillante ejemplo que lo demuestra:

 

“Cuatro Yak-9 se encontraron con cuatro Focke-Wulf-190 que iban a un ataque frontal. Nuestros cazas (dirigidos por el primer teniente Nechipureuko) aceptaron el ataque y abrieron fuego a la distancia de 400 metros. Como resultado del ataque un avión enemigo se hizo pedazos en el aire. El pilotado por el subteniente Moskalets disparó dos ráfagas contra el segundo F-W-190 observando cómo este se incendiaba y estrellaba. La segunda pareja de aviones nuestros atacó a la pareja de FW-190, que iban a la dere­cha y más bajos.

 

Como resultado del ataque el teniente Kurdiúmov dió alcance a un avión enemigo y a 300 metros de distancia lo derribó. Nuestros aviones no sufrieron bajas ni deterio­ros".

 

O veamos otra carta que recibí en 1943 de un grupo de pilotos de la Guardia. Me pedían que les "facilitase cua­tro aparatos de último tipo para dar quince y raya, según su expresión, a los decantados cazas alemanes, sobre todo, a los “Messerschmitt".

 

Que el lector no me reproche inmodestia si cito estas palabras de los pilotos: "Todos, sin excepción, estamos enamorados de su aparato", pues sinceramente atribuyo esta alabanza a los miles y miles de trabajadores de las fábricas que producían nuestros cazas.

 

Para dar peso a sus palabras, los autores de la carta escribían:

 

"Le comunicamos al mismo tiempo los resultados que hemos obtenido:

 

1. Capitán de la Guardia Gorbunov: combate desde el mes de agosto de 1942. Ha derribado 19 aviones del ene­migo; de ellos, 15 cazas tipo Messerschmitt con perfeccio­namientos de toda clase. Es el primer piloto que ha emplea­do el Yak-1 contra los Messerschmitt en la vertical, de lo que se ha escrito varias veces en la prensa.

 

2. Primer teniente de la Guardia Kankóshev: pelea desde el mes de marzo de 1943. Ha derribado 12 aviones del enemigo, 10 de los cuales son cazas Messerschmitt.

 

3. Primer teniente de la Guardia Pávlov: se bate desde agosto de 1941. Ha derribado 15 aviones del enemigo, 14 de los cuales son cazas Messerschmitt.

 

4. Primer teniente de la Guardia Kaluguin: combate desde el mes de agosto de 1941. Ha derribado 15 aviones del enemigo, de ellos 11 cazas Messerschmitt".

 

El personal de las fábricas de cazas Yak recibía con alegría las buenas nuevas del frente. También nosotros, los constructores, cantábamos victoria: en esta confrontación sin precedente de los dos mundos – el socialismo y el fas­cismo - triunfaba la escuela soviética de construcción de aviones. Por supuesto, no olvidábamos ni un instante que esta victoria era debida, en primer lugar, al abnegado soldado, al piloto soviético. El dominio del aire había sido conquistado con su arrojo.

 

En el periodo inicial de la guerra nuestros pilotos, que habían combatido primero en aviones anticuados, incluso cuando recibían nuevos aparatos Yak o LaGG seguían com­batiendo en los virajes. Sin aprovechar como era debido las ventajas de los nuevos aparatos, los utilizaban en una maniobra táctica desventajosa. Y sólo cuando nuestros pilotos dominaron la maniobra vertical fueron aprovecha­das íntegramente las ventajas de nuestros aviones en com­paración con los alemanes.

 

A mediados de la contienda oí en más de una ocasión que los pilotos del frente decían:

 

- El hitleriano ya no es el del comienzo de la guerra. Es más fácil pegarle.

 

A lo que yo respondía:

 

- No se trata solamente de que el hitleriarro no es el mismo; en efecto, no es el mismo, pero el quid está en que también vosotros habéis cambiado. En primer lugar, disponéis de nuevos aparatos mejores que los alemanes y, en segundo lugar, habéis adquirido una riquísima experiencia en el sostenimiento de combates aéreos.

 

Recuerdo una entrevista con el magnifico piloto La­vrinenkov, Héroe de la Unión Soviética. Me acuerdo que me sorprendió extraordinariamente al ver que este vence­dor del aire era muy tímido en tierra. Al principio su tur­bación nos impedía conversar, pero logre que venciera su timidez y me hablara con desenvoltura, y mis esfuerzos se vieron recompensados con creces. Frente a mi estaba sen­tado no sólo un valiente, sino un hombre con conocimien­tos, muy pensador y que sabia analizar los fenómenos y hacer deducciones exactas. Me hizo un relato muy intere­sante de su primer combate aéreo, que luego describió bien, y yo me permito reproducir aquí este relato:

 

"Yo volaba con una patrulla de seis aparatos Yak-1 a la altura de 3.000 metros. Más abajo iban los LaGG y en vuelo rasante los IL. Avizoraba los espacios aéreos con la esperanza de ver por lo menos un avión adversario. Era un primer servicio y sentía impaciencia por combatir con el enemigo aéreo. Pero todo el cielo estaba limpio. Los IL emprendieron su faena, asaltando el objetivo, pero yo no tenía nada que hacer. Me sentía molesto, me tenía por un desdichado y pensaba que tendría que volver al aeródromo con las manos vacías. De pronto repare que en el primer piso se había armado jaleo entre los LaGG y unos Messer­schmitt que llegaron sin ser vistos. Abajo se armó la de San Quintin. Por falta de costumbre, me costaba trabajo dis­tinguir a nuestros aviones de los enemigos. Acá y allá caían los aviones embalados a tierra como antorchas encendidas con largas estelas de humo. Y de súbito muy cerca de mí se elevó raudo un Messerschmitt; en la cola distinguí la negra esvástica sobre fondo blanco. Inesperadamente des­cubrí también mi soledad. En las cercanías asomó un Yak-1 y desapareció en una nube. Tenía que vérmelas cara a cara con el Messerschmitt. En este momento el Messerschmitt saltó de una nube y "picó" derecho hacia mí. Delante cortó el aire la andanada de fuego del cañón del fascista. La espalda se me mojó de sudor frio. Por suerte, el Messer­schmitt erró el tiro. Imprimí un brusco viraje al aparato y el Messerschmitt pasó como un meteoro a mi lado. Ganó de nuevo altura y ocupó la posición de partida para el ata­que. Mire en derredor y descubrí que yo continuaba solo, en las inmediaciones no había nadie de los nuestros, pero en cambio otros dos Messer se acercaban en ayuda del ene­migo. Si, pensé, Lavrinenkov está perdido, ha perdido en la primera partida sin haber hecho nada. Repare que por todos lados se acercaban aviones alemanes. Conté unos diez. No quedaba otro remedio que retirarse. Sin perder ni un segundo más, me zambullí en la nube más próxima. Pero la nube no me salvó. Después de dos minutos de vuelo a ciegas, salí a una faja despejada e inmediatamente distin­guí a tres Messerschmitt que me acechaban. Intente zafarme de ellos varias veces, pero eran tozudos. Se me termi­naba la bencina. Me quedaba una salida. Metí bruscamente el aparato en picado y salí de el casi a ras del suelo. Eso me salvó. Volví decepcionado de mi primer combate aéreo, con una gran amargura en el alma. Juré en mi fuero in­terno vengarme por este primer revés.

 

No hubo que esperar mucho tiempo. Pronto me desquite con los fascistas, abriendo mi cuenta de combate. La cosa fue así. Nuestra patrulla de Yak-1 regresaba de cumplir un servicio. Estábamos casi en nuestro aeródromo cuando de pronto tres Messerschmitt, que habíamos dejado pasar por distracción, se abalanzaron sobre nosotros desde arriba. Uno de nuestros pilotos, Kozlov, que distinguió más tarde que los demás la proximidad del enemigo, fue abatido en el acto. El aparato se incendió y Kozlov se arrojó con paracaídas. Aprovechando mi ventaja de altura, perseguí a uno de los Messerschmitt atacantes. Yo sentía grandes deseos de abrir fuego cuanto antes, pero el avión enemigo tan pronto aparecía en el colimador como se escabullía. Me arme de pa­ciencia y resolví esperar el momento propicio para disparar sobre seguro.

 

A los pocos instantes colime al Messer en el centro y apreté el gatillo. El Messer se inflamó, viró sobre un ala y fue a estrellarse contra el suelo. Abrí la cuenta: ¡uno a cero a mi favor!"

 

Luego se aclaró que el piloto del primer Messer derri­bado por Lavrinenkov era un as del famoso grupo Richt­hoffen, un ober-leutenant condecorado con tres cruces de hierro.

 

La cuenta "deportiva" de Lavrinenkov aumentó con bastante rapidez.

 

A propósito, pregunte a Lavrinenkov si no se había encontrado en el aire con la última modificación del Messer­schmitt: el Me-109G, del que tanto hablaba la propaganda enemiga. Quería conocer la opinión de los pilotos de caza sobre este avión del adversario y si nuestros pilotos podían combatirlo con éxito en los Yak.

 

- Sabe, Alexandr Sergueevich -dijo Lavrinenkov-, voy a responder a su pregunta con palabras del jefe de mi regimiento, Shestakov. Cuando apareció en el frente el avión Me-109G algunos pilotos nuestros temían encontrarse con él. Hasta nosotros llegó también el rumor de las portentosas cualidades de este avión, rumor que era difun­dido por la propaganda enemiga. Shestakov dijo así: "Que no se vuelva a hablar del avión Me-109G, es un caza de tantos. Arde normalmente, como todos los demás Messer­Schmitt, ¿está claro?"

 

La conversación con Lavrinenkov me agradó mucho. Lavrinenkov recibió un Yak nuevo y emprendió el vuelo para el frente. Al cabo de varios meses me entere de que Lavrinenkov, que se había quedado sin municiones en un combate, embistió a un caza alemán Focke-Wulf-190, ave­riando también su aparato y viéndose obligado a lanzarse con paracaídas. Lo capturaron en territorio ocupado por el enemigo y lo condujeron a un interrogatorio. Al registrarlo en el Estado Mayor le encontraron el talonario de suministros, por el cual se enteraron de que era Héroe de la Unión Soviética.

 

- ¿Por qué lucha usted? -le preguntó un oficial alemán.

 

- Por mi tierra, por mi Patria -respondió Lavrinen­kov.

 

- ¿Quien cree usted que vencerá?

 

- Nosotros.

 

- ¿Por qué lo cree usted?

 

- Todo nuestro pueblo lo cree así -repuso Lavrinenkov, y no pronunció una palabra más.

 

Decidieron enviarlo a Berlín para que prosiguieran allí el interrogatorio. Fue en tren, custodiado por un piquete de alemanes. Acechó un momento propicio y saltó por la noche del vagón. Al recobrarse del golpe, miró y compren­dió que se encontraba en territorio soviético ocupado por los fascistas. Unos rusos lo encontraron, le ayudaron a ocultarse de los hitlerianos y llegar al destacamento guerrillero Chapáev. Lavrinenkov empezó a hacer la guerra de gue­rrillas, volando puentes, atacando a tropas y convoyes del enemigo, hasta que el destacamento se unió a las fuerzas del Ejercito Soviético.

 

Cuando volví a encontrarme con Lavrinenkov ostentaba ya en el pecho la segunda estrella de Héroe de la Unión Soviética.

 

Nosotros, los constructores, comprendíamos que en ma­nos de semejantes pilotos nuestros aviones eran un arma temible.

 

En el vigésimo aniversario de la Victoria recibí una car­ta de felicitación de Vladimir Prozor, ex piloto del frente, que me alegró mucho y me sorprendió un poco. No era sólo una felicitación, sino también un eco a mi libro ante­rior. Prozor escribía:

 

"El caso es que el avión de su diseño UT-1 (no el UT-2, sino precisamente UT-1) combatió en el periodo de la Guerra Patria. Estaba armado con dos ametralladoras SHKAS (por encima del plano) y cuatro proyectiles RS*.

 

Estos aviones eran el armamento del 46 Regimiento de Aviación que operó en 1942 formando parte de las Fuer­zas Aéreas de la Marina del Mar Negro.

 

El personal estaba constituido por los mejores alumnos ingresados de la escuela de aviación de Eisk. Se formó en poco tiempo en el Cáucaso (mayo de 1942). Mandaba el regimiento el camarada Mijáilov. El ingeniero era el ca­marada Kofikov.

 

Es una gran pena que no se diga nada de eso en su libro.

 

Usted, naturalmente, conoce la precisión que requiere el gobierno del avión; sin embargo, se hicieron muchas cosas. Se asaltaron aeródromos, la primera línea, las embarcaciones, se protegían los desembarcos, etc.

 

Yo, uno de los pocos pilotos supervivientes de la gue­rra, tengo la alegría de comunicarle que un avión tan "gran­dote" también peleó en la guerra y usted tiene derecho a considerarlo aparato de combate.

 

Vladimir Prozor, coronel de la reserva".

 

En el UT-1 llevó a cabo 140 asaltos. Debo reconocer que me entere por primera vez a los veinte años de termi­nada la guerra de que el avión monoplaza de entrenamien­to UT-1 también había combatido.

 

En el proceso de la contienda se forjaron en nuestra flota aérea no sólo magníficos pilotos, sino también exce­lentes cuadros de mando. Nuestros oficiales y generales eran al propio tiempo pilotos, navegantes e ingenieros de aviación.

 

EI mariscal principal de Aviación Alexandr Nóvikov, comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas durante toda la guerra, comenzó su servicio como piloto observador. EI mariscal principal de Aviación K. Vershinin, comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas en el periodo de la posguerra, fue en el pasado piloto y durante la contienda mandó un ejercito aéreo. El mariscal de Aviación S. Rudenko era en 1941 piloto, jefe de un regimiento de cazas y ya en el periodo de la batalla del Volga y hasta la toma de Berlín mandó el famoso 16° Ejercito Aéreo. A. Golovánov, piloto que inició su ruta de vuelo en la Flota Aérea Civil, du­rante la guerra encabezó La aviación de gran radio de acción. Le fue conferido el grado de mariscal principal de aviación. El mariscal de Aviación E. Lóguinov, piloto, uno de los veteranos de las Fuerzas Aéreas, combativo general de la Gran Guerra Patria, es hoy ministro de Aviación Civil de la URSS.

 

Igual de glorioso es el camino de combate recorrido por otros mariscales y generales de Aviación: V. Sudets, F. Astá­jov, P. Zhigarev, F. Agaltsov, E. Savitski, S. Krasovski, N. Skripkó, F. Falaleev, G. Vorozheikin, S. Judiakov, S. Zhávoronkov y otros.

 

Los éxitos de nuestra aviación militar son fruto de los esfuerzos conjuntos de los combatientes del frente y de los trabajadores de la retaguardia.

 

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El texto original en ruso se encuentra aqui

 

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