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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

EL AEROCLUB

 

Durante los años treinta se desarrollaron en masa en el país todos los tipos del deporte aéreo. Sus orga­nizadores eran los clubs aéreos. A través de estos clubs la juventud llegaba en torrente continuo a la aviación militar. Allí se seleccionaba a los futuros pilotos, paracaidistas, aeromodelistas y técnicos de la flota aérea.

 

Para coordinar toda esta labor, en marzo de 1935 se fundó en el aeródromo de Túshino de Moscú el Aeroclub Central, donde se desplegó una pletórica vida de deportes aéreos. El Aeroclub ostentaba el nombre de Alexandr Kó­sarev. El Komsomol estimulaba por todos los medios la atracción de la juventud por el deporte aéreo y Kósarev, secretario del Comité Central del Komsomol y en aquel tiempo líder reconocido de la juventud soviética, patroci­naba el Aeroclub.

 

El "Aeroclub de Kósarev", como lo llamaban, era el promotor de competiciones deportivas de paracaidismo y vuelo sin motor, de toda clase de raids en aviones ligeros y el iniciador del establecimiento de records de aviación.

 

La Osoaviajim respaldaba por todos los medios, y en primer termino económicamente, cualquier iniciativa en la esfera del desarrollo del deporte aeronáutico, facilitando a los entusiastas las condiciones para construir aviones de­portivos. En este terreno descollaban por sus éxitos los di­señadores Viacheslav Gribovski, Serguei Koroliov, Iván Vinográdov, Igor Tolstij y otros.

 

La comisión deportiva del Aeroclub Central registraba todos los records de aviación que establecían los pilotos deportistas soviéticos. Posteriormente el Aeroclub registró records de pilotos como Chkálov, Grómov, Kokkinaki y otros muchos.

 

He mencionado ya la atención que dedicaba el diario Pravda al fomento del deporte aéreo en nuestro país. No sólo popularizaba en sus páginas los adelantos en este de­porte, sino participaba el mismo activamente en la organiza­ción de raids deportivos, en competiciones de todo género y elogiaba a los que se distinguían.

 

EI alma del Aeroclub era su jefe Max Deich, jefe de brigada, hombre muy enérgico y enamorado apasionada­mente de la aviación, parecía que podía encontrársele en su puesto a cualquier hora del día y de la noche. Mien­tras Deich estuvo al frente del Aeroclub cundió el trabajo y la vida deportiva aérea llegó a su culminación.

 

El Aeroclub cohesionó también a los diseñadores de aviones deportivos y planeadores y muchos de ellos alcan­zaron posteriormente vasta fama.

 

A fines de los años veinte y comienzos de los treinta habíamos llegado ya de lleno a la producción planificada en serie de aviones ligeros. Contribuyeron a su amplio desa­rrollo la creación del excelente Motor soviético de avia­ción M-11, de 100 HP, modelo de A. Shvetsov, y del bi­plano escuela de dos plazas, dotado de este Motor, U-2, diseño de N. Polikárpov. El U-2 lo probó en 1927 Mijail Grómov. El aparato fue creado para el X aniversario de la Re­volución de Octubre y fue un buen presente a la aviación soviética en la que prestó sus servicios más de treinta años.

 

El U-2 había sido creado para el aprendizaje inicial de los pilotos, pero no tardó en acreditarse como avión de enlace, de transporte y de sanidad; se utilizaba también para la fotografía aérea, para la agricultura, para la protección de los bosques, etc. En los años de la guerra se utilizó muy ampliamente el bombardeo nocturno ligero U-2VS, que estaba armado con una ametralladora y levantaba hasta trescientos kilogramos de bombas. Provisto de un apaga­llamas y silenciador, se acercaba casi sin ruido a las posiciones del enemigo y atacaba con mucha eficacia a sus tropas, depósitos de combustible y municiones y me­dios de transporte. En el U-2 se volaba a la retaguardia enemiga para enlazar con los guerrilleros y se hacían reco­nocimientos tácticos. Se fabricaron en total cerca de 40.000 aparatos con distintas modificaciones. El U-2 no tenia ri­vales por lo prolongado de su producción y por su uso universal.

 

En los años treinta obtuvieron gran desarrollo también los vuelos sin Motor, el deporte paracaidista y aerostático y el aeromodelismo. Este movimiento social fue una especie de cantera de cuadros, pues todos los tipos del deporte aéreo son la mejor escuela de educación de especialistas. A través del deporte aéreo llegaron a la aviación profesional los insignes diseñadores de aviones Serguei Iliushin y Oleg Antónov, el notable profesor de Aerodinámica Vladimir Pyshnov y otros muchos. Los conocidos aeromodelistas soviéticos Gaevski, Málik, Sokolov y Petujov trabajaron también posteriormente en la aviación profesional.

 

EI famoso piloto probador Serguei Anojin, Héroe de la Unión Soviética, fue en el pasado un conocido deportista, piloto de vuelos sin Motor y paracaidista.

 

En la esfera de la aviación ligera los grupos de proyec­tistas que obtenían mejores resultados eran el de Gribovski y el mio.

 

Yo no me limitaba al diseño de distintos tipos de avio­nes deportivos y trataba de popularizar por todos los medios la aviación ligera. Escribía artículos en los periódi­cos y revistas, sobre todo en Samoliot, tratando de desper­tar el interés por el aeroplano ligero como uno de los tipos más sugestivos del deporte aéreo y uno de los canales para atraer a la juventud a la aviación militar.

 

Figuraban entre los entusiastas y activistas del Aeroclub Grómov, Chkálov y Kokkinaki, destacadas personalidades de la aviación, así como los corresponsales de Pravda, Izvestia y Komsomólskaya pravda Boris Gorbátov, Yuri Zhúkov, Yuri Korolkov, Evgueni Riábchikov y Elena Ko­nonenko, posteriormente conocidos escritores y periodistas. Se les podía ver a menudo en el campo de aterrizaje del Aeroclub, ellos mismos aprendieron el arte del vuelo y, como es natural, escribían en las páginas de sus diarios como los propagandistas más fervientes de la aviación en general y del deporte aéreo en particular.

 

Entre los adeptos y propagandistas de la aviación y del deporte aéreo había periodistas de tanto renombre como Mijail Koltsov, David Zaslavski y Alexei Garri.

 

No pasaba ni un día sin que en las páginas de los pe­riódicos y revistas centrales no apareciese alguna información sobre las realizaciones de los paracaidistas, pilotos de vuelos sin motor y de la aviación ligera.

 

En 1935 Pravda y la Osoaviajim organizaron un raid de aviones escuela y deportivos. En el programa del vuelo, publicado en el número del periódico del 18 de abril de 1935, se decía:

 

"El raid y las competiciones organizadas con este mo­tivo tienen por objeto:

 

a) fomentar la aviación ligera como el medio más im­portante del deporte aéreo de masas, postal y de comuni­cación local.

 

b) impulsar la labor científica y proyectista para crear los tipos más perfectos de aviones ligeros.

 

c) fortalecer los clubs aéreos, mejorar su trabajo de preparación de cuadros, entrenar los clubs aéreos y aeró­dromos en el servicio de vuelos en masa deportivos y turís­ticos.

 

d) realizar pruebas técnicas de vuelo y explotación, tanto de nuevos tipos de aviones como de los fabricados en serie.

 

e) entrenar a los cuadros de pilotos de las organizacio­nes deportivas soviéticas.

 

El raid y las competiciones relacionadas con el tendrán lugar del 15 de julio al 10 de agosto y consistirán en:

 

a) pruebas técnicas en tierra.

b) pruebas de vuelo

c) tra­vesía en circuito.

 

Se admitirá para el concurso de vuelo nuevos modelos de aviones (sin limitar su número) que hayan pasado las pruebas fabriles y hayan sido presentados para las pruebas de Estado no más tarde del 1 de junio de 1935.

 

Serán admitidos en las competiciones aviones con motor de potencia no superior a 250 HP. Los pilotos deberán tener no menos de 300 horas de vuelo y saber volar guián­dose por los aparatos (vuelo ciego)".

 

Se establecieron premios para las mejores marcas en to­dos los tipos de competiciones.

Para organizar la travesía y las competiciones se for­mó un comité.

 

Era una seria emulación. Además de los aeroplanos AIR-6 ya aprobados e incluidos en el programa, debía par­ticipar mi nuevo avión UT-2. El 11 de julio de 1935 Yulián Piontkovski elevó por primera vez el aparato, que alcanzó la velocidad máxima de 210 kilómetros por hora.

 

Cuando aterrizó, Piontkovski dijo entusiasmado:

 

- Esto es lo que hace falta para preparar pilotos de la aviación moderna! El aparato es estable, maniobrable y de fácil manejo. Yo le auguro un gran porvenir.

 

Piontkovski no se equivocó. Este avión se produjo en serie desde 1936 hasta 1946. En 1946 UT-2 fue sustituido por el Yak-1B, pero de eso hablaremos más adelante.

 

En aquel tiempo el Comité Central del Partido dedi­caba una gran atención a la preparación de cuadros para la aviación, se interesaba en particular por cómo y en que enseñar, estimulando por todos los medios las iniciativas de la Osoaviajim en el terreno de la aviación deportiva. Y así el 12 de julio de 1935 se organizó para los dirigentes del Partido y del Gobierno una exhibición de los progresos de los deportistas aéreos del Aeroclub Central.

 

Todos nosotros - diseñadores, aviadores, paracaidistas y aeromodelistas - nos congregamos en el aeródromo de Túshino mucho antes de la llegada de los invitados. Nos concentramos con nuestra técnica - aeroplanos, planeado­res y modelos - en el sector occidental del campo de Tú­shino, junto a un meandro del rió Moscova. Todos mirába­mos fijamente hacia las puertas del aeródromo, en la carre­tera de Volokolamsk. En espera de los visitantes lanzába­mos recelosas miradas al cielo encapotado y a las bajas nubes que podían aguarnos la fiesta.

 

Por fin apareció a lo lejos la columna de pesados auto­móviles negros, escarabajeando por las anfractuosidades del terreno. No sabíamos exactamente quien debía llegar, pero cuando se apearon de los autos Stalin, Voroshilov, Kósarev y otros los recibimos con ruidosos aplausos.

 

Los recién llegados nos saludaron afablemente. Vi por primera vez de cerca a Stalin, de mediana estatura, con una gabardina gris de paño inglés, una gorra de la misma tela y unas botas blandas de cabritilla. Al Comisario del Pue­blo de Defensa Voroshilov lo había conocido ya en 1933, en el chalet de Rudzutak.

 

Se entabló una animada conversación. De pronto co­menzó a gotear y temimos que suspendieran el programa, pero la lluvia duró poco y se realizó la exhibición de todos los tipos del deporte aéreo.

 

La iniciaron los vuelos sin motor.

 

Los mejores maestros de este deporte mostraron de ma­nera muy impresionante con varios vuelos de planeadores individuales y en grupo su virtuosismo en el dominio de aparatos sin motor.

 

Después el piloto Alexeev ejecutó en un avión U-2 un número llamado "primer vuelo independiente de un apren­diz de aviador". Era una parodia aérea. Alexeev cometía adrede errores garrafales de pilotaje, obligaba al avión a adoptar en el aire las posiciones más absurdas, como si se tratase de un aprendiz inexperto. A un novato le habrían costado muy caras, pero en manos del consumado piloto el aparato ejecutaba dócilmente las escapadas aéreas más estúpidas y acabó por aterrizar dando tan grandes saltos y cabriolas que podía creerse de veras que se iba a hacer pedazos.

 

El vuelo gustó mucho a todos. Los invitados se rieron y aplaudieron.

 

A continuación, el piloto Alexeev debía mostrar en el mismo aparato una entrada en barrena y el aterrizaje del avión al salir de la última espiral. Este número había sido ensayado una infinidad de veces. Pero Alexeev se entu­siasmó y, cuando debía salir ya de la barrena, decidió por lo visto seguir acercando el aparato a tierra y todos vimos horrorizados cómo desapareció barrenando tras la abrupta orilla del rio Moscova. La muerte del piloto era inevitable. Un surtidor de salpicaduras mostró que el U-2 había caído al río. Los automóviles corrieron en aquella dirección. To­dos aguardábamos expectantes, pero no hubo que esperar mucho. Una ambulancia llegó del lugar del suceso a toda velocidad y de ella, en medio del asombro general, el piloto Alexeev se apeó sano, salvo y sumido en un mar de con­fusiones. Dio la novedad a Voroshilov:

 

- ¡Camarada Comisario del Pueblo! El piloto Alexeev ha sufrido un accidente.

 

Explicó que en el último instante, cuando iba a salir de la barrena, perdió el pedal.

 

Claro, la explicación era muy ingenua. EI piloto, saltán­dose todas las normas, había cometido un burdo error. Pe­ro todos se alegraron mucho de que quedara con vida. Stalin se le acercó, le estrechó la mano y le dio un abrazo.

 

Luego se exhibieron nuevos aviones escuela y deporti­vos. Despegaron uno tras otro -entre ellos nuestro UT-2­  en dirección a la aldea de Pávshino. Sobre Pávshino, a la altura de 150 a 200 metros, formaron en línea, se acer­caron al límite del aeródromo y allí los pilotos metieron de pronto todo el gas. Los aparatos empezaron a adelan­tarse unos a otros, aumentando vertiginosamente la velocidad. El primero en rezagarse fue el viejo avión escuela U-2. Luego empezaron a quedarse atrás otros aparatos. EI UT-2 se adelantó y pasó el primero sobre el centro del aeródromo.

 

Stalin preguntó quien era el diseñador del aparato. Le respondieron que Yákovlev. Y en el acto Voroshilov me presentó a Stalin.

 

Después de aterrizar, Piontkovski condujo el aparato hasta donde se encontraban Stalin y Voroshilov y nosotros, contentos y emocionados, empezamos a hablar del avión y de sus particularidades.

 

Stalin se acercó al aeroplano, dio unos golpecitos con el dedo en el ala.

 

- ¿Es de madera? -preguntó.

- En lo fundamental es de pino y chapa de abedul - respondí.

- ¿Cuál es la velocidad máxima?

- Doscientos kilómetros a la hora.

- ¿Y la del avión U-2?

- Ciento cincuenta.

- ¿Y en que aparato se puede preparar mejor a los pilotos para los cazas I-16?

- ¿En el U-2 o en este? - pre­guntó Stalin a los aviadores que se agrupaban en torno.

- En este, naturalmente - exclamaron todos a una.

- ¿Y por que?

- Pues porque desarrolla más velocidad y es mono­plano, lo mismo que el I-16, mientras que el U-2 es bi­plano.

- Entonces ¿debemos pasar a estos aparatos, que son más modernos?

- Si, si - respondieron a coro los aviadores.

-¿Y en que fábrica han construido su aparato? - me preguntó Stalin.

- En el taller de camas de la carretera de Leningrado.

- ¿Cómo?... ¿En un taller de camas?

 

Y entonces conté en pocas palabras nuestras dificulta­des y cómo nuestro grupo de proyectistas había ido a parar al taller de camas.

 

Stalin aprobó nuestro trabajo. Luego se interesó por la potencia del motor, inquirió si se podía aumentar la ve­locidad del aeroplano y lo que se requería para ello. In­dicó que los aviones escuela deben ser de tal genero que los puedan dominar fácilmente los pilotos.

La fiesta terminó con saltos de paracaidistas.

 

Fue una exhibición afortunada. Tanto nuestros visitan­tes como los participantes y organizadores de la fiesta esta­ban muy contentos y decidieron fotografiarse como recuer­do de este día, que desempeñó un gran papel en el desa­rrollo del deporte aéreo de masas en nuestro país. Se formó un numeroso grupo que los fotógrafos y camarógrafos en­focaron con sus objetivos. Recuerdo que me retrase un poco cerca de mi aeroplano y cuando llegué me desconcerté al ver que todo el grupo estaba ya formado. Stalin me hizo una seña con el dedo, invitándome a sentarme cerca de él y puso su mano sobre mi hombro. Así nos sacó el fotógrafo en aquel memorable momento de mi vida.

 

En está exhibición fue donde converse por primera vez con los dirigentes del Partido y del Gobierno y conocí a Stalin.

 

Poco después de la fiesta de Túshino el avión UT-2 pasó las pruebas de Estado y fue adoptado para el arma­mento de las Fuerzas Aéreas como aparato de aprendizaje inicial para las escuelas de aviación y los clubs aéreos.

 

Entre tanto, seguíamos preparándonos enérgicamente para un raid en masa de aviones escuela y deportivos en el que el UT-2 debia pasar una nueva y responsable prueba. Teníamos en puertas una seria competición de una trein­tena de aparatos de distinto modelo por un complicado iti­nerario y en las condiciones nada favorables del otoño.

 

El raid fue un éxito. Los aparatos volaron exactamente según el horario trazado por el circuito Moscú, Gorki, Ka­zán, Sarapul, Perm, Sverdlovsk, Orenburgo, Kúibyshev, Sarátov, Stalingrado, Lugansk, Stálino, Dniepropetrovsk, Kiev, Bezhitsa y Moscú. De los treinta y cuatro aparatos que tomaron parte en el vuelo llegaron a la meta treinta y dos, tripulados en su mayor parte por jóvenes pilotos que habían sido preparados en los clubs aéreos sin abandonar su trabajo fundamental.

 

Piontkovski conquistó el primer premio. Yo fui recom­pensado con un reloj de oro por el UT-2 como el mejor mo­delo de avión deportivo.

 

Aquel mismo verano del año 1935 terminamos el apa­rato de una plaza, deportivo y de entrenamiento AIR-14, llamado más tarde UT-1 (monoplaza de aprendizaje y entre­namiento). Es un monoplano con motor M-11 especialmente para adquirir pericia de vuelo y entrenamiento de los pilo­tos de los clubs aéreos y también para las escuelas de las Fuerzas Aéreas.

 

EI avión pasó bien las pruebas y con gran rapidez se montó su producción en serie. Además del programa oficial de las pruebas de este aparato, se encomendó a Piontkovski la misión de realizar en el tiempo más corto el mayor nú­mero posible de despegues y aterrizajes para comprobar la solidez y seguridad del tren de aterrizaje del avión.

 

El 6 de agosto de 1935 al amanecer Yulián Piontkovski subió a la carlinga del UT-1 y, dando un mínimo de vueltas sobre el aeródromo, efectuó 305 vuelos. Para llevar a cabo tal número de despegues y aterrizajes Yulián tuvo que volar hasta el anochecer sin salir de la cabina. Gastó muy pocos minutos en ingerir alimento. Esta prueba fue una verifi­cación segura de la solidez y resistencia del mecanismo de aterrizaje del avión, que más tarde gozó de gran popula­ridad entre los aviadores.

 

Resumiendo, la aviación ligera disfrutaba su luna de miel. Los nuevos aparatos, los raids y la apertura de nue­vos clubs aéreos con acceso para las más vastas masas tra­bajadoras despertaban en numerosos muchachos y muchachas el deseo de aprender a volar.

 

Y fue en este ambiente, que yo llamaría de entusiasmo de la juventud por la aviación, cuando apareció en el diario Izvestia un artículo del ingeniero Vorobiov. Este artículo llamaba a nuestra juventud a improvisar aparatos volantes denominados la "pulga aérea".

 

El artículo causó una impresión deprimente a los espe­cialistas. En efecto, si era necesario "un aeroplano de ma­nejo al alcance de todo el mundo, sencillo y barato de construir y explotar", como escribía Vorobiov, ¿por que el "consumidor" debía construirlo con sus propias manos?

 

Todo avión, lo mismo la "pulga aérea" que cualquier otro debe ser sólido y seguro. Con mayor razón tratándose de la explotación masiva de un aparato volante sobre todo por pilotos jóvenes, inexpertos.

 

La "facilidad" de la construcción del aeroplano descrita en el articulo del ingeniero Vorobiov y la animación del interés por la "pulga" en Izvestia, que informaba sistemá­ticamente de las improvisadas "pulgas aéreas", construidas en distintas organizaciones de diversos puntos del país (iy en Arjánguelsk hasta en la administración de una casa!), sólo desorientaba a muchos que se fiaban sinceramente volar en un aeroplano improvisado.

 

Las conferencias y artículos sobre la "pulga aérea", la elaboración de las condiciones y los requisitos "técnicos" y, por último, hasta un concurso de "pulgas" soviéticas -todo esto se presentaba como una lucha por el desarrollo de la aviación ligera masiva en nuestro país- en realidad no hacían otra cosa que desacreditarla.

 

Naturalmente, no podía ni hablarse de vuelos en apara­tos improvisados y las "pulgas" terminaron por ser prohi­bidas.

 

¿De dónde apareció esta afición en nuestro país?

 

El ingeniero francés Henri Mignet construyó un avión pequeño, de modelo original con un motor de motocicleta. Le puso el nombre de La Pou-du-ciel (la pulga del cielo) e hizo en el varios vuelos públicos.

 

La hábil publicidad, el atinado nombre y el aspecto in­sólito del aparato, que era como una caricatura de un avión normal, hicieron en muy poco tiempo de "la pulga del cielo" una novedad muy popular en Francia.

 

El emprendedor Mignet publicó un libro en el que describía detalladamente la estructura y particularidades de la "pulga" con esquemas de las piezas y refería sugestivamente que todo aquel que supiera "tener un martillo en la mano y hacer un simple cajón" podía construirse un aeroplano.

 

La cosa tomó un giro puramente mercantil.

 

Interesado por la posibilidad de construirse uno mismo un aeroplano, usted compraba el libro que era más que su­ficiente para hacer la "pulga del cielo" con los materiales más simples y aprender a volar en ella.

 

Sin embargo, a pesar de la abundancia de dibujos y las detalladas instrucciones resultaba imposible prescindir de los planos de trabajo. Entonces usted adquiría los planos. Y, por último, embarcado ya en esta empresa, pagaba va­rios miles de francos por los materiales y por un motor especial (pues en el libro de Mignet se hacia una insinua­ción bastante clara: aunque para la "pulga del cielo" sirve un simple motor de motocicleta, para mayor seguridad es deseable instalar un motor especial).

 

Esa es, a grandes rasgos, toda la historia de la "pulga del cielo".

 

¿Cómo se explica el éxito publicitario de este aborto de avión que conquistó tan rápidamente popularidad?

 

No se debe solamente, claro está, a la campaña sensa­cionalista y al ingenioso nombre. Lo principal reside en que, a pesar del elevado desarrollo de la aviación depor­tiva ligera, en los países capitalistas el deporte aéreo se hallaba al alcance exclusivo de los ricos. Y la "pulga del cielo" estaba calculada para aquellos que querían volar, pero careciendo de la posibilidad de incorporarse al depor­te aéreo a través de los clubs aristocráticos, se construirían su propio aeroplano por procedimientos artesanos y por cuatro cuartos.

 

Varios centenares de aficionados, individualmente o en grupos, valiéndose de las herramientas más rudimentarias, construyeron en Francia "pulgas del cielo". Mientras era sólo construir la cosa marchó bien. Pero en cuanto los aeroplanos salían de la fase de la construcción, la realidad, hacía valer sus derechos. Resultó, ante todo, que la "pulga del cielo", con sus ciento cincuenta metros de recorrido de arranque, también necesitaba para el despegue un aeródro­mo y no "cualquier trozo de tierra". Pero lo principal es que por inexperiencia de los constructores los vuelos en la artesana "pulga" no eran inofensivos ni mucho menos. Sucedieron varias catástrofes con víctimas humanas y los vuelos en "pulgas" fueron prohibidos en Francia.

 

A mí personalmente la campaña en pro de la "pulga" soviética me indignaba porque desviaba la atención de los problemas apremiantes, de cuestiones candentes que aguar­daban solución. Aunque después de la exhibición de Túshino ante el Gobierno y del afortunado raid las cosas de nuestra aviación ligera marchaban favorablemente, existían sin embargo grandes dificultades. El eslabón más débil continuaba siendo el motor de aviación de poca poten­cia. Este problema hubo de ser resuelto en el seno del Gobierno.

 

Sin entrar en pormenores, diré que gracias a la inter­vención y al apoyo del Gobierno se consiguieron en 1937 grandes progresos en el desarrollo de la aviación ligera en nuestro país. Vino a confirmarlo elocuentemente la exhi­bición de nuevos aviones deportivos de motor liviano, ofre­cida a los moscovitas el 6 de mayo de 1937 en el aeródromo de Túshino.

 

Era un esplendido día de sol. En el césped del aeró­dromo se congregó un gran gentío. Llegaron el secretario del Comité Central del Komsomol Kósarev, el Vice-Comi­sario del Pueblo de la Industria de Defensa M. Kaganóvich, el jefe de la Flota Aérea Civil Unshlijt, el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Aereas Jripin y el presidente del Consejo Central de la Osoaviajim, Eideman. Entre los espectadores había científicos, arquitectos y artistas; uno de ellos era Iván Moskvin, famoso artista del Teatro de Arte.

 

Todos examinaban con interés los nuevos aparatos UT-1, UT-2, AIR-11, AIR-6, G-22, G-23 y otros.

 

Daban explicaciones los constructores de aviones y pilotos.

Después de enseñar los aparatos en tierra, fueron mos­trados en vuelo. Primero despegó el capitán Alexeev en un avión AIR-6. Una patrulla de estos aviones participó en el vuelo Moscú-Irkutsk-Moscú. En este mismo aparato el piloto Pismenni había establecido el record internacional de distan­cia de vuelo para hidroaviones deportivos.

 

Tras Alexeev se elevó Yulián Piontkovski. Luego los pilotos Stefanovski, Gotgart, Dymov, Fedoseev y Malájov tripularon los restantes aviones. Causó la mayor impresión el vuelo de Piontkovski en un nuevo avión deportivo y de entrenamiento UT-1. A muy poca altura y a la vista del público el piloto ejecutó toda una serie de complicadísimas evoluciones acrobáticas, sacando el avión de estas figuras casi a ras del suelo.

 

Despertó gran interés el aparato G-23 con un motor de automóvil de la fábrica de Gorki. Su constructor, el piloto Gribovski, exhibió el mismo en aeroplano en vuelo.


La fiesta de la aviación deportiva fue llevada a cabo de un modo ejemplar, sin ningún percance y causó gran impresión. Los presentes dieron las gracias con atronadores aplausos a los pilotos, diseñadores y organizadores de la fiesta.

 

Está puso de relieve que la aviación ligera había alcanzado notables éxitos en nuestro país y se hallaba en el buen camino.

 

Poco después de esta fiesta se decidió probar los apa­ratos en condiciones más complicadas, fuera de los aeró­dromos. Con este fin se organizaron unas carreras aéreas por el itinerario Moscú-Sebastopol-Moscú.

 

En la madrugada del 25 de julio de 1937 diecinueve aviones ligeros se prepararon en el aeródromo de Túshino para el despegue. Cerca de cada aparato se afanaban los pilotos, los mecánicos y los constructores. Para despedir a los aviadores llegaron el secretario del CC del Komsomol Kósarev, el comandante en jefe de las Fuerzas Aereas Alksnis, numerosos amigos y entusiastas de la aviación ligera.

 

En cuanto empezó a clarear los aparatos arrancaron uno tras otro, con un intervalo de un minuto, en el orden esta­blecido por el sorteo de la víspera.

 

En estas carreras participaron varios aviones de mi diseño. El piloto Stefanovski tripulaba un UT-2, el piloto Hin un aeroplano azul UT-1 y el piloto Gotgart un AIR-6. Pero el que más me interesaba a mi era Dymov, que volaba en un UT-1 rojo. Depositaba en el grandes esperanzas. Despegó el último, a las cuatro y diez. No tardó en desa­parecer cerrando la columna.

 

El estado del tiempo a lo largo de la ruta no era muy favorable y, naturalmente, exigía de los pilotos de estos pequeños aparatos deportivos una gran pericia al atravesar el frente de tormenta y lluvias. No hay que olvidar que en aquel tiempo los aviones no tenían radiocomunicación ni otros medios de navegación aérea que las brújulas más elementales. Los pilotos tenían que rodear los sectores de tormenta y cambiar la altura de vuelo para sortear el viento contrario.

 

Desde Járkov comunicaron por teléfono que Dymov había sido el primero en aparecer sobre la ciudad, adelan­tando a todos los demás aparatos, y ya a las nueve horas cincuenta y dos minutos había descendido en el aeródromo de Kacha, cerca de Sebastopol, punto final de la primera etapa.

 

Después de Dymov aterrizaron otros aviones. En poco tiempo fueron revisados y repostados de combustible. Los pilotos descansaron y emprendieron la segunda etapa de la carrera.

 

El tiempo era más favorable. Con viento en cola los pilotos -unos a mil metros de altura como, por ejemplo, Dymov y Stefanovski y algunos en vuelo rasante- se diri­gieron raudos hacia Moscú, hacia Túshino, donde se había congregado una gran multitud para recibirlos.

 

En Moscú el cielo estaba nublado, lloviznaba de cuando en cuando, plomizos nubarrones bajos encapotaban el cielo. Todos temían mucho que el tiempo se estropease del todo. Pero por fin, a las dieciséis horas cincuenta minutos, apa­reció muy bajo sobre el horizonte el primer punto, acer­cándose rápidamente al aeródromo. Al pronto resultaba difícil determinar quién era. La tensión nerviosa llegó al colmo.

 

Se apoderó de mí un sentimiento indescriptible de alegría cuando ya no cabía la menor duda de que era Dymov en el UT-1 rojo. Pasó en vuelo rasante sobre la meta, ate­rrizó y el aparato se acercó rodando al gentío. Todos co­rrimos hacia él. Los fotógrafos, camarógrafos y reporteros, como es de rigor en tales casos, dispararon sus objetivos.

 

Dymov, sonriendo, se levantó de la cabina y saludó a todos los que le felicitaban por la victoria. Nadie advirtió que Hin en el UT-1 azul pasó rugiendo sobre el aeródromo a muy poca altura. Cruzó la meta a las diecisiete horas diecisiete minutos. Al cabo de quince minutos tomaron tierra el piloto Stefanovski y el capitán navegante Niki­tin en un UT-2. Tras ellos aterrizaron otros varios aviones.

 

La verdad es que casi la mitad de los aparatos que par­ticiparon en la carrera por distintas causas técnicas se retrasaron en el trayecto o realizaron aterrizajes forzosos y por las condiciones del concurso fueron eliminados. Lamentablemente, el no haber seleccionado con suficiente rigor los aparatos tuvo por consecuencia que un gran por­centaje de aeroplanos no llegasen a la meta.

 

No obstante, las carreras aéreas fueron un serio examen y una comprobación del estado de nuestra aviación ligera y sirvieron de criterio seguro para elegir los mejores aviones deportivos con el fin de montar su producción en serie.

 

El raid Moscú-Sebastopol-Moscú suponía una distancia de 2.815 kilómetros. De los nueve aparatos que regresaron en el mismo día a Túshino, cinco soportaron plenamente las condiciones de la competición. EI jurado falló que los mejores resultados en aeroplanos monoplazas los habían conseguido el piloto Dymov en el UT-1 rojo con motor M-11 de postcombustión y el piloto Ilin en el aeroplano azul UT-1. Los mejores resultados en aparatos biplazas los alcan­zaron el piloto Stefanovski con el navegante Nikitin en un aeroplano UT-2, los pilotos Gotgart y Rasstriguin en un AIR-11, el piloto Malájov y el técnico Volokitin en un G-20. Los resultados de esta prueba fueron magníficos para mi ofi­cina de proyectistas.

 

La gran producción en serie de aparatos U-2, UT-2 y UT-1 permitió a centenares de miles de jóvenes a través del deporte aéreo incorporarse a nuestra aviación de guerra. La afluencia a las escuelas técnicas y de vuelo de la avia­ción era enorme, ingresaban en ellas los mejores entre los mejores.

 

Gracias a http://militera.lib.ru

El texto original en ruso se encuentra aqui

 

HR_LeNoir / HR_Ootoito / HR_Grainovich

 
 

 

 

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