A.S. ¿Grigóriy Maksimovich, donde y cuando nació, quienes eran sus
padres, donde estudió, cuando quiso ser piloto? ¿Usted empezó a volar
directamente en la academia, o primero pasó por un club aeronáutico?
G.R.
Nací el 6 de marzo del año 1922, en una familia de campesinos, en la
aldea de Olginskoye, en la región de Stávropol. Nuestra familia no era
rica. Mi padre participó de forma activa en la Revolución de Octubre en
el bando “rojo”, a pesar de que los padres de mi padre eran sacerdotes.
El padre de mi madre, Duganets Iván Vasílievich, era marinero del
acorazado “Potyómkin”, cuando empezó la revuelta. Pero posteriormente
durante la 1-a Guerra Mundial luchó valientemente “por la Fe, por el
Tsar y por la Patria” y fue Caballero de la orden de San Geórgiy.
También sobrevivió toda la Gran Guerra Patria. Nos encontramos después
de la guerra, celebramos nuestro encuentro, y luego él me hizo una
pregunta curiosa: “Grísha, tu eres el Héroe; yo por mi parte estaba
condecorado con la Cruz de Geórgiy. Así que se puede considerar que
estamos empatados. Pues a mi, como caballero de la Orden, me
correspondían 32 desiátinas de tierra (antigua medida rusa de
superficie, 1 desiátina equivalía aprox. 1,09 ha. Nota de HR), libre
de impuestos y para el uso perpetuo. ¿Pero a ti te van a dar estas 32
desiátinas?” Así era la forma de pensar de los campesinos. No le pude
contestar nada razonable.
Nuestra familia vivía del campo hasta el año 1932. En el año 1932 mi
familia se trasladó a Stávropol – aquellos años eran los mas duros para
nuestros campesinos. Mi padre se puso a trabajar, mi madre y yo nos
encargábamos de todas las tareas de casa. Yo era el hijo mayor, por
tanto era el principal ayudante. Yo tenia dos hermanos – Nikolay e Iván,
y una hermana – Maria.
Cuando nos trasladamos a Stávropol, primero nos alojamos en un piso,
luego construimos una casa. Empecé a estudiar en la escuela. Por cierto,
esta escuela aun esta funcionando, actualmente se llama “Liceo N10”.
Cuando estudiaba en el 9-o grado, siguiendo el llamamiento del Komsomol
(Unión de Juventudes Comunistas. Nota de HR) decidí ser piloto,
como la mayoría de mis compañeros. Soñaba ser
piloto desde
pequeño.
Así
que decidí ingresar en el Club Aeronáutico de Stávropol. Justo antes de
pasar los exámenes médicos me asusté: no tenía la típica pinta de un
piloto, era delgado, y no era fuerte físicamente. Pero tuve suerte – la
comisión medica me consideró como apto para ser piloto. Así que a partir
de entonces empecé a asistir a las clases del Club.
En
el club aeronáutico aprendíamos a pilotar el U-2. Aprendimos a pilotarlo
en un año, nos enseñaron a dominar los siguientes ejercicios: “nudo
muerto”, barrena, virajes y etc. Realizamos vuelos con instructor y por
nuestra cuenta - unas 16 horas de vuelo en total pilotando el U-2. En
otoño del 1940 recibimos los certificados de finalización del curso de
vuelo. Ya estaba cursando el 10-o grado de escuela. Al terminar el curso
en el Club aeronáutico, decidí ingresar en la escuela militar de pilotos
de caza, en la ciudad de Krasnodár (justo la acababan de abrir). Me
enteré de esto cuando estudiaba en el club. (La verdad es que al
principio quería ingresar en la escuela de vuelo de Stalin, pero no me
dio tiempo; mientras, en la escuela de Krasnodár aun quedaban plazas).
En
abril del año 1941 me llegó la notificación para presentarme en la
ciudad de Krasnodár para el ingreso en la Escuela de Pilotos de Caza de
Levanevskiy.
En
abril yo estaba inmerso en la preparación para los exámenes de
graduación de mayo, para terminar mis estudios en la escuela secundaria.
Fui hablar con el director de la escuela y le pregunté si había alguna
manera de presentarme a los exámenes de forma anticipada para aprobar el
10-o grado. Me miró fijamente y me dijo: “sabes que, Grísha, esto es tu
futuro. Vete a ingresar en esta escuela de vuelo, y si te piden el
certificado de aprobación de exámenes de graduación de nuestra escuela,
te lo expediremos, ya que sabemos que eres un buen estudiante”. Yo
estudiaba bien en la escuela – sacaba notables y sobresalientes. Así que
fui a graduarme a la escuela de vuelo sin el diploma de la Escuela
Secundaria. Llegué a tiempo y pasé las pruebas médicas, así que en el
mismo mes de abril del año 1941 ya era cadete de la escuela de pilotos
de caza de Krasnodár.
Antes de empezar a cursar asignaturas especificas, había que pasar “el
curso del joven combatiente” – y lo pasé. He de reconocer que fue muy
duro, pero superé todas las dificultades con éxito. Durante los meses de
abril y mayo en la ciudad de Krasnodár suele hacer un calor horrible.
Nos hacían correr muchísimo. Es allí donde comprendí lo que significa el
que la guerrera se te cubra de sal, comprendí lo que cuesta practicar el
paso de parada y empollar las ordenanzas, como devanar los peales,
etcétera y etcétera. Era una buena tradición militar. Al finalizar “el
curso del joven combatiente”, en el mes de mayo hicimos el juramento
militar para servir con fealdad a nuestra gran Unión Soviética.
Después de aprobar el curso del joven combatiente y jurar la bandera,
empezamos a cursar clases de teoría de vuelo. Aun ni se hablaba de
pilotar un avión, pero nosotros ya sabíamos que nos estaban preparando
para ser pilotos del caza I-16.
El
junio del 1941 dio la vuelta a todo – tanto a la historia de nuestro
país como a mi vida personal. Recuerdo como si fuera ayer: en la noche
del 21 al 22 de junio estuve de guardia, por la mañana después de hacer
el relevo fui a dormir un par de horas, y cuando desperté, los muchachos
me dijeron que había empezado la guerra.
Recuerdo que esta noticia no nos conmocionó demasiado. No sentíamos ni
alegría, ni tristeza. Nosotros estábamos completamente convencidos de
que íbamos a derrotar al enemigo en poco tiempo, así que ¿para que nos
vamos a poner nerviosos, si ni siquiera nos daría tiempo para ir al
frente?
A.S. ¿Que tipo de aviones os enseñaban a pilotar en la academia? ¿Cuanto
tiempo se dedicó a cada tipo de avión que os enseñaban a pilotar? ¿Cuántas
horas de vuelo acumuló Usted cuando terminó la academia? ¿Era suficiente
la preparación que daba la academia, en su opinión?
G.R.
Con el comienzo de la guerra nuestra escuela sufrió importantes cambios.
De pronto, en el mes de julio o agosto del 1941 (ahora mismo no recuerdo
con exactitud) llegó la orden, que decía: los 60 cadetes del primer
curso que tienen la mejor preparación teórica y física tienen que pasar
a formar parte de un grupo especial para estudiar un curso de
preparación especial. Entre estos 60 me escogieron a mí. Nos enviaron a
un aeródromo que se encontraba cerca del pueblo Plastunovskaya. Mas
tarde comprendí que este curso especial era simplemente el mismo curso
de la academia, pero mucho más intensivo.
El
comandante de nuestro escuadrón era el capitán Dmítriy Alifánov (nos
encontramos con el después de la guerra, cuando el ya era el comandante
del regimiento). Mi instructor de vuelo era Mijaíl Gúsev.
Cuando llegamos, nos separaron en distintos grupos. El grupo del
instructor Gúsev estaba formado por unos 8 ó 9 cadetes. Primero
empezamos a aprender a pilotar el UTI-4. Era el avión de entrenamiento
biplaza para preparar los pilotos para el caza I-16. No recuerdo bien la
cantidad de vuelos que realicé con el instructor, eran unos 15-16.
Después de realizar estos vuelos empecé a pilotar I-16 yo solo.
El
I-16 era un avión muy estricto en el vuelo y muy complicado de pilotar.
Además, no tenía posibilidad de subir el tren de aterrizaje de forma
automática. Incluso hoy en día recuerdo con exactitud - qué cierres y
como los había que quitar y en que dirección girar las 42 vueltas del
mando de subida y bajada del tren.
En
el I-16 realicé unos diez vuelos, dando vueltas en la zona del aeródromo.
Luego empecé a volar “a la zona”, para practicar las maniobras de alto
pilotaje. Los I-16 que utilizábamos en la academia eran de modelos
tempranos (ahora mismo no recuerdo bien el tipo), armados con dos ShKAS
sincronizados. Incluso nosotros, siendo cadetes-principiantes,
comprendíamos que este caza ya quedó muy obsoleto. Confiábamos que en
los regimientos nos dieran aparatos más modernos.
Estudiábamos a ritmos muy forzados. Todos los vuelos básicamente eran
destinados a pulir las maniobras del alto pilotaje. Solamente al final
realizamos unos cuantos combates simulados y en dos o en tres ocasiones
realizamos practicas de tiro en el cono. ¿Por qué realizamos tan pocas
prácticas de tiro? Porque no había remolcadores para arrastrar los conos.
Los instructores nos decían: “primero aprended a pilotar bien, luego
aprenderéis a disparar y a realizar el combate aéreo en el mismo combate”.
Ahora mismo no podré decir exactamente cuantas horas de vuelo realizadas
en solitario en un I-16 tenia cada uno de nosotros al finalizar el curso.
Aproximadamente serian unas 16-20 horas, como mucho 22. Estudiábamos tan
rápido que en diciembre del 1941 ya habíamos terminado la academia. Nos
graduamos con rango de sargento, y nos entregaron las licencias de
piloto de caza.
Es
evidente que la preparación que recibimos desde julio hasta diciembre
del 1941 era insuficiente, sobre todo teniendo en cuenta que nuestros
adversarios no eran pilotos cualesquiera, sino que eran los pilotos de
caza de la Luftwaffe, y que además pilotaban el “Messerschmitt” Bf-109.
La formación que nos dieron era la mínima. Preparar de forma
satisfactoria a un piloto de caza en un plazo tan breve no era factible,
era sencillamente imposible. No éramos aptos para llevar un combate
aéreo con cazas del enemigo, como mínimo porque por falta de tiempo no
nos pudieron enseñar dos cosas que son imprescindibles para un piloto de
caza: saber disparar y saber realizar la circunspección. Sobre todo la
circunspección. No veíamos ni un carajo, ni en el aire ni en la tierra (lo
comprendí cuando entre en los combates). Pero en la academia nos parecía
que nuestra preparación es suficiente, y nos creíamos ser pilotos “de
nivel”.
Empezaron a distribuir a los cadetes de nuestro grupo por los
regimientos, cuando de repente llegó la orden de evacuar la academia de
forma urgente, y trasladarse desde la ciudad de Krasnodár a la ciudad de
Pugachyóv. Parte de los cadetes que formaron nuestro grupo no tuvo
tiempo de ser destinados a los regimientos (yo estaba entre ellos), así
que nos quedamos en la academia y nos trasladamos a Pugachyóv. Estuvimos
allí hasta el mes de marzo del 1942, adicionalmente realizamos varios
vuelos de entrenamiento, y luego nos destinaron a Moscú (en total éramos
11 personas). Fuimos hasta allí (por nuestra cuenta) para estar en
disposición del Mando de la VVS hasta que nos destinen a los regimientos
correspondientes.
Fuimos en tren. Era un camino lento, duro, y con numerosos transbordos.
Moscú nos impresionó: la ciudad estaba oscurecida, de aspecto sombrío,
con patrullas en las calles. He de decir que estas patrullas nos
ayudaron mucho en encontrar el Mando de la VVS – lo encontramos
rápidamente. Enseguida nos destinaron al Frente de Karélia, al 7-o
Ejercito del Aire.
El
Estado del 7-o Ejercito del Aire se encontraba en la ciudad de Belomórsk.
Otra vez fuimos en tren, con los dichosos transbordos. Al llegar a
Belomórsk, encontramos el Estado del Ejército. Nos recibieron muy bien –
nos alojaron, dieron de comer, dejaron descansar y dormir más que
suficiente y solo después nos destinaron a los regimientos. A alguno de
nuestro grupo le tocó estar conmigo en el mismo regimiento, otros fueron
enviados a otros destacamentos.
A.S. ¿A que regimiento del 7-o Ejército del Aire le destinaron?
G.R.
Fui destinado al 828-o Regimiento de Asalto, que estaba dislocado en el
aeródromo de Poduzhemye, estaba a unos 8-12km de la ciudad de Kem. En
aquel entonces el regimiento se consideraba mixto – de caza y asalto.
Era un regimiento bastante “joven”, es decir, se formó hace poco y
estaba armado con una “selección” de cazas I-16, I-153 e I-15bis (es por
eso se consideraba mixto, porque el I-153, ya no te digo el I-15bis, ya
no podían ser considerados como cazas en aquel entonces). Ahora
comprendo que toda esta “selección” era porque no había aviones. Las
bajas materiales durante el primer año de guerra eran catastróficas, por
eso lo regimientos se armaban con lo que había.
En
el regimiento nos recibieron de forma muy cordial, era gracias al
comandante del regimiento, Mitrofán Petróvich Krasnolútskiy, que en
aquel entonces tenía rango de mayor y ya era Héroe de la Unión Soviética.
Los
que llegamos de refuerzo nos pusimos a formar las filas. Cuando
estábamos listos, Krasnolútskiy nos miró a los ojos de forma severa y
dijo: “Os felicito con la llegada al regimiento. Los refuerzos nos hacen
mucha falta, pero antes de entrar al combate tendréis que recobrar
fuerzas y estudiar”. La verdad es que teníamos una pinta bastante
lamentable: estábamos todos delgadísimos. En la academia no nos sobraba
comida, pero durante el camino desde la ciudad de Pugachyóv hasta el
regimiento prácticamente no comíamos nada. Al terminar la guerra,
Krasnolútskiy me dijo: “cuando os miraba aquel día, me dabais mucha pena.
¡Erais
unos
chavales! ¿Como os
podía
enviar al
combate?
Si
lo hubiese hecho, hubierais muerto todos”.
Así
es como nos recibieron en el regimiento. Luego empezamos a estudiar los
mapas de los sectores donde se llevaban los combates, y la situación
general en el frente. Empezamos a estudiar de nuevo los aparatos, porque
los I-153 e I-15bis eran aviones para nosotros totalmente desconocidos.
Mientras tanto nos empezaron a alimentar de verdad. Comíamos muy bien,
no era nada comparable con la comida de la academia. Y ni se hablaba de
realizar vuelos de combate. Solamente nos dedicábamos a estudiar. Las
misiones de combate eran realizadas exclusivamente por los “viejos” –
los veteranos, pilotos con experiencia.
Cuando estábamos a punto de finalizar nuestra preparación y nos
estábamos preparando para realizar la primera misión de combate – llegó
la orden de enviar a un grupo de pilotos a la ciudad de Onega, para
hacer cursos de reciclaje para prepararse a pilotar el P-39 “Airacobra”.
La mayoría de los pilotos jóvenes – yo entre ellos – entraron a formar
parte de este grupo. Estábamos muy contentos: a pesar de que “Airacobra”
todavía empezaba a entrar en servicio de la VVS de la URSS, ya se
hablaba muy bien de este caza. Se decía que era rápido y con un potente
armamento.
En
la ciudad de Onega nos destinaron a una base de entrenamiento, la cual
estaba al mando del famoso héroe “español” – el coronel Zykanov. Zykanov
nos impresionó por su aspecto: llevaba un traje de vuelo español,
ajustado al cuerpo, con un montón de bolsillos, costuras y botones
brillantes. Además siempre llevaba su gorro - “la española”. Era un
personaje muy colorido, y además era un excelente piloto y era muy
valiente. Tambien recuerdo al coronel Zykanov por su forma de hablar -
no se podría decir que el coronel utilizaba palabrotas, porque realmente
seria al revés: no injuriaba - se comunicaba mediante este lenguaje.
Normalmente después de una palabra normal venia una injuria. Y en los
momentos “delicados” de la vida – aun mas.
Empezamos a estudiar “Airacobra”. Aprobamos rápidamente los exámenes de
mecánica. Cada uno de nosotros ya habíamos realizado tres o cuatro
vuelos en la versión biplaza (el regimiento disponía de “cobras”
biplazas) y ya nos estábamos preparando para volar en solitario, cuando
llego la nueva orden que decía: los pilotos del 828-o regimiento tienen
que volver de inmediato a su destacamento. Sin dar más explicaciones.
Bueno… En el ejército las órdenes no se discuten. Estábamos muy
descontentos. Nos montamos en el tren y nos fuimos otra vez a la ciudad
de Kem. Cuando nos bajamos del tren, vimos otro tren estacionado en las
vías paralelas. Aquel tren transportaba en sus plataformas unos
fuselajes, y junto a los fuselajes estaban colocados los alas. Eran
aviones totalmente desconocidos para nosotros. Los fuselajes eran
potentes, con superficies angulares. Hacíamos muchas suposiciones – ¿que
aviones son? Alguno de nosotros dijo que eran los “Shturmovík”, aunque
nosotros no estábamos convencidos del todo. Aquel convoy no nos llamó
demasiada atención. Transportaba a algún lugar desconocido a unos
aviones desconocidos – en la guerra esto sucedía a diario. No era asunto
nuestro, teníamos otras prioridades.
Cuando llegamos al regimiento, nos quedamos parados con la noticia:
nuestro regimiento se convirtió en un regimiento puramente de “asalto”,
y llevará exclusivamente los IL-2 Shturmovik, que llegaron recientemente
a la ciudad de Kem. Solo quedaba transportarlos al aeródromo y montarlos.
Para montarlos, desde la fábrica llegó una brigada de técnicos. Así que
teníamos que olvidarnos de los cazas.
Parte de mis amigos - los “pilotos de caza por vocación” – se quejaron
enseguida, empezaron a escribir partes con peticiones para seguir
pilotando cazas: “soy piloto de caza, no quiero pilotar un Shturmovik, ¡exijo
que me trasladen a un regimiento de cazas!”. A tres o a cuatro de estos
les trasladaron a los regimientos de caza, el resto – se calmaron con el
paso de tiempo. Yo tomé esta noticia con tranquilidad, y desde principio
pensé: pase lo que pase, no va a ser peor. Es mi modo de ser: nunca
renunciar nada ni tampoco exigir nada. Tengo un carácter así: si se ha
de hacer – se hace y punto. Si me ordenan ser piloto de un Shturmovik -
he de cumplir la orden. Me dejé llevar por los acontecimientos y ahora
mismo puedo afirmar que tuve suerte. La elección fue correcta. Quedarme
a pilotar los IL-2 fue decisión acertada. En cambio, mis compañeros que
fueron trasladados a los regimientos de caza no tuvieron la misma suerte:
al pasar unos meses, todos murieron en combates con los cazas alemanes.
Para llevar un combate con los cazas del enemigo la preparación de la
academia era totalmente insuficiente.
Así
que nuestro regimiento empezó a aprender a pilotar los IL-2.
A.S. Grigóriy Maksímovich, ¿que tipo de IL-2 empezó a pilotar, biplaza o
monoplaza? ¿De que fábrica eran estos aviones?
G.R.
Empezamos a pilotar los monoplazas. Creo que eran de la fábrica de
Górkiy. Al principio me sorprendió el acabado de estos IL-2: era rudo,
con superficies rugosas, los remaches se sobresalían. Parecía que
durante la fabricación no se prestaba demasiada atención a la calidad
del acabado de superficies ni a la calidad aerodinámica en general.
Mientras se montaban los IL-2, empezamos a estudiarlos a ritmos forzados,
comenzamos a estudiar su armamento, las técnicas de aplicación del IL-2
en un combate. En cuanto a técnicas de aplicación me refiero al IL-2 en
concreto, porque las tácticas de ataque a tierra se conocían muy bien en
nuestro regimiento. Los “Cháyka” y los “Bis” se utilizaban
exclusivamente para atacar objetivos en tierra.
Cuando llegó el momento de volar, resultó que no había biplazas de
entrenamiento. Ni tampoco estaba previsto disponer de ellos en un futuro
próximo. No los había en ninguna parte. Así que decidimos solventar el
problema de nuestro modo.
Antes de comenzar los vuelos, hicimos una preparación “de alto nivel” en
tierra. Practicábamos durante mucho tiempo sentados en las cabinas.
Finalmente decidimos hacer lo siguiente: quitamos uno de los depósitos
de combustible, liberando espacio detrás del asiento del piloto. Pusimos
allí una tabla. El comandante del regimiento Krasnolútskiy se sentaba en
esta tabla y coordinaba las acciones del piloto durante el vuelo. El
piloto se encontraba por delante de él, así que y el comandante le hacia
señales, tocándole los hombros y gritándole cerca de la oreja.
Cada uno de nosotros hicimos varios vuelos como ese. ¡Y no tuvimos ni un
accidente! La preparación en tierra era tan buena que aprender a manejar
IL-2 en el aire no nos costó en absoluto.
Recuerdo mi primer vuelo en IL-2 con el mínimo detalle. Me concentré
muchísimo en manejar el avión. Seguramente era un vuelo ideal, por lo
menos el mejor de toda mi vida: tanto el despegue, como las maniobras
durante el vuelo y el aterrizaje. Me esforcé al máximo. Recuerdo que
Krasnolútskiy se sorprendió por un vuelo tan bien hecho y me enseñó
mediante gestos: “¡que bien lo haces, Grigóriy!
Mas
tarde pude apreciar en qué medida era más fácil pilotar el IL-2 en
comparación con el I-16. Si lograbas pilotar el I-16, aprender a pilotar
el IL-2 no presentaba ninguna dificultad.
Así
que hice unas cuantas vueltas, realicé varios vuelos “a la zona” (para
practicar virajes, giros) e hice un vuelo al polígono de tiro. En el
polígono realicé lanzamiento de bombas de fogueo y prácticas de tiro con
cañones y ametralladoras. El personal del polígono informó de que el
lanzamiento y los tiros con cañones fueron satisfactorios y que todos
los blancos han sido eliminados. Cuando el resto de los pilotos
realizaron sus prácticas de tiro, nuestro regimiento pasó a ser
considerado como preparado para realizar misiones de combate. Al cabo de
poco tiempo recibimos la orden de realizar nuestra primera misión.
A
mi tambien me tocó realizar esta primera misión. Y no fui como simple
piloto – fui de punto del mismísimo comandante del regimiento
Krasnolútskiy. Para mi esto fue una gran sorpresa. Krasnolútskiy, como
comandante del regimiento podía haber escogido de punto a cualquier otro
piloto mucho más experto que yo. ¿Por qué me eligió a mi? Creo porque yo
era muy aplicado, durante los vuelos siempre me mantenía en formación
firme, sin separarme. En las misiones posteriores, cuando volaba con el
comandante, sea cual sea la maniobra que realizaba mi líder – siempre
estaba a su lado, jamás me había separado de él.
Esta primera misión de combate consistía en atacar la primera línea de
frente, en la región de Uhta. Éramos seis u ocho (no recuerdo bien),
íbamos en parejas. ¿La impresión que me dio mi primera misión? Te diré
sinceramente – no veía nada. No podía distinguir ni trincheras, ni los
objetivos. Te dicen: aquí esta la primera línea del frente. Pero en el
mapa todo esta claro, y distinguirla en la tierra es muy diferente. Si
no tienes acostumbrado al ojo, simplemente no la verás. Lo único que
verás son algunos montes y orificios. Luego cuando obtuve más
experiencia, aprendí muy bien a detectar los objetivos de tierra. Podía
distinguir perfectamente las trincheras, fortificaciones, cañones
antiaéreos, carreteras, coches – todo hasta el más mínimo detalle.
Pero aquel vuelo realicé “replicando” las acciones del comandante.
Cuando aquel abrió las escotillas de la bodega de bombas – yo abrí las
mías, cuando él entró en picado – yo tambien entré, cuando él lanzó las
bombas – yo lancé las mías. Cuando él abrió fuego con sus cañones – yo
me acerqué al máximo a su avión y también abrí fuego apuntando en el
mismo sitio donde disparaba mi comandante. Todas las trazadoras fueron a
parar al mismo punto. Así es como fue mi primera misión. Llegamos a la
base, cumplimos el objetivo de la misión, y el comandante del regimiento
me agradeció por el esfuerzo y por estar siempre a su lado.
Luego empezamos a realizar misiones con mucha frecuencia. Yo iba de
punto del comandante del escuadrón, en otras ocasiones iba de punto del
comandante de escuadrilla. Luego me ascendieron, así que era yo quien
iba de líder y por tanto tenia otro piloto de punto. Obtenía experiencia
con cada día que pasaba, y al final de la guerra para mi pilotar el IL-2
era como montar una bicicleta (bromeando, nos expresábamos así). Tenia
un nivel muy alto tanto en técnicas de pilotaje como disparando.