En el año
1944, en la ofensiva del frente de Leningrado durante la liberación de
las islas de Estonia de Ezel, Muha y Dago, fui enviado en misión de
defender el desembarco de nuestras tropas en la isla de Dago.
Estaba
lloviendo. La nubosidad era de 50-100 metros, y la visibilidad hasta
1km. Despegue con una pareja de puntos para realizar la misión. Cuando
nos estábamos acercando a la isla, vimos el desembarco de la última
parte de nuestras tropas. El pelotón de avanzada ya estaba llevando a
cabo el combate para conquistar una población que se encontraba no muy
lejos de la línea costera. No disponíamos de enlace de tierra por radio,
así que tuvimos que buscar los objetivos visualmente.
Tuvimos que
volar literalmente pegados al suelo para poder distinguir a los soldados
alemanes, escondidos entre las rocas, y para poder determinar la
distancia entre el enemigo y nuestras tropas. La distancia era solamente
de unos 100-150 metros.
Dirigí a mi
grupo al ataque. Nos estaban disparando con todo tipo de armamento y yo
observaba con preocupación los daños en las alas del avión.
Tuvimos que
atacar desde diversos ángulos para poder echar a los alemanes de sus
refugios. Incluso me arriesgué y decidí realizar un ataque frontal
respecto a nuestras tropas, atacando a los alemanes desde su retaguardia.
Digo que “me arriesgaba” porque si durante la salida del ataque se
hubiera producido fuego no intencionado del armamento frontal de IL-2,
nuestros proyectiles y balas impactarían en el emplazamiento de nuestras
tropas. Por suerte, esto no pasó.
Después de
realizar 16 pasadas (8 de las cuales eran ataques), vimos que el terreno
estaba lleno de cadáveres de soldados alemanes. Después de ver cómo se
levantaba nuestra infantería, decidí retirarme del objetivo. Pero la
pasión del combate no me abandonaba. Cuando comenzamos a retirarnos,
distinguí el cuarteto de IL-2 liderado por el Starshiy Leytenant
Archakov, que venía a sustituirnos. Sabiendo que él también tendría
dificultades para poder localizar al enemigo, decidí ayudarle. Pero mis
intenciones no tuvieron éxito, dado que nuestros radiotransmisores
estaban mal sintonizados. Al darme cuenta que no le podía ayudar, decidí
dirigirme hacia la base con la intención de volver enseguida para
repetir el ataque.
Tuve que
insistir repetidamente al comandante de la División para obtener el
permiso de repetir la misión. El comandante se negaba por una razón muy
simple: una densa nubosidad, lluvia, niebla – todas estas condiciones
dificultaban el pilotaje, y aun más dificultaban un ataque al suelo.
Pero al insistir tanto, el comandante decidió darme permiso para
despegar en pareja.
Cuando
llegamos, nuestros soldados ya andaban libremente por el campo de
batalla. Tuve que buscar un nuevo objetivo, analizando cada palmo del
suelo. Encontré un nuevo objetivo en el lindero del bosque, realicé 16
pasadas y después me retiré a la base.
Durante la
retirada del objetivo, vi como nuestros soldados nos saludaban con la
mano, agradeciendo nuestro trabajo. Mi avión llevaba matricula N17.
Si nosotros
hubiéramos tenido la posibilidad de comunicarnos con las tropas de
tierra para coordinar nuestras acciones, no hubiéramos tenido que
arriesgar realizando pasadas sin ataque para poder localizar así los
objetivos, ni tampoco hubiéramos tenido que intentar guiar al segundo
grupo. Esta tarea debería haber sido realizada por el puesto de enlace
en tierra. Pero a pesar de todo, gracias a una precisa localización de
los objetivos, ayudamos a nuestra infantería para tomar la mayor parte
de la isla con las mínimas bajas.
Quiero poner
otro ejemplo característico, que destaca la importancia de la
comunicación por radio con las tropas de tierra.
El 22 de
marzo de 1945 nuestras tropas eliminaron una agrupación de tropas
alemanas que se encontraban en el golfo de Frish Gaf (al sur-oeste de
Kenigsberg). Posteriormente tuvieron que frenar el avance al encontrarse
con el último bastión de fortificaciones de Balga, al norte de la ciudad
de Hayligenbail.
Recibí el
objetivo de la misión: en formación de seis IL-2 teníamos que dar apoyo
a la infantería, que estaba avanzando hacia el pueblo de Balga. Yo
estaba muy tranquilo, dado que la comunicación con las tropas terrestres
era excelente. Cuando faltaban 15-20 kilómetros hasta la línea del
frente, me puse en contacto con los puestos de enlace de tierra. Cuando
estábamos a punto de sobrepasar la línea del frente, di la orden:
“¡Formación de combate!”
El operario
del puesto de enlace de tierra que esperaba nuestra llegada, dio las
coordinadas: “Batería de artillería al sur de Balga”. Encontré
rápidamente el objetivo en el mapa, dirigí el grupo hacia el lugar.
Comenzamos el ataque.
Luego,
bajando desde 300-400 metros de altitud hasta el vuelo rasante, pude
distinguir piezas de artillería destrozadas y volcadas patas arriba y
numerosos cadáveres alemanes alrededor. Era el resultado de nuestro
bombardeo.
Cuando estaba
realizando la 8ª pasada sobre el objetivo, fui avisado por radio de que
nuestra artillería esta a punto de abrir el fuego. Por eso nos desviamos
del lugar hacia nuestro territorio. Puse mi grupo en círculo y empecé a
observar el trabajo de nuestra artillería.
Enseguida me
di cuenta de que nuestros proyectiles caían en el lugar de emplazamiento
de nuestras tropas. De inmediato me puse en contacto con el operario del
puesto de enlace: “¡Parad el fuego enseguida! ¡Estáis disparando sobre
vuestras propias tropas!”
El operario
se puso en contacto con el puesto de mando del Comandante de la
artillería, y el fuego fue abortado.
Volvimos al
lugar para seguir atacando. Realizando la 6ª pasada, oí por la radio:
“¡Volved a la base! ¡Excelente trabajo!”.
Al día
siguiente llegó un telegrama: “Estuve observando personalmente el
trabajo del grupo de ataque aéreo “Mina-17”. ¡Estoy realmente
impresionado! El ataque fue observado por el resto de mandos de nuestras
tropas, que también se quedaron muy satisfechos. Quiero expresar mi
agradecimiento al grupo y a su líder. Jefe del Estado Mayor del Ejercito
del Aire”.
Gracias a una
buena comunicaron, la observación y el seguimiento del combate por parte
de nuestras tripulaciones de IL-2 pudimos evitar bajas entre nuestra
infantería por culpa de nuestra propia artillería, y además, ayudar a
las tropas de tierra a tomar el pueblo de Balga prácticamente sin haber
sufrido ninguna baja.
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